lunes, 7 de diciembre de 2009

De volver

Ha llegado otra vez. Nuevamente esa sensación que me envuelve un rato y me deja en estado de catarsis agudo, con tic en el ojo incluido y un sinfín de improperios sueltos que alarmarían a cualquier iluso. Me pone somnolienta. Achica mis ojos ya pequeños por naturaleza y me hace dormir en paz. Dos momentos. Dormir, contigo que dibujas espacios inertes fuera de orbita. Me parece tan de ensueño saber que tus manos e ideas están cerca de todos mis preámbulos. Te quiero tanto… Sólo por el hecho de existir en la nebulosa de mi pensamiento.

Luego de escucharte por un rato comprendo cuán complejo es el reflejo de mis cosas. De tus cosas. De nuestras causas y mis consecuencias. Sólo mías. Yo te pido que me dejes ser y estar, y tú te ríes de mis formas poco creíbles. Duraderas. Yo también me río. Me cuesta creer que esbozar una sonrisa falsa termine convirtiéndose en una verdadera carcajada. Tengo miedo, perdóname. No puedo dejar de mirar tus palabras azules.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Me caigo mal

Me cae mal la María Luisa de estos últimos meses. Me cae tan mal, que he intentado acabar con ella de sofisticadas e innovadoras formas, pero nada me resulta. Parece inmortalmente fría, terriblemente extremista, fatalmente triste.

Termino de comprobar que ya no la aguanto y que necesito quitarme sus muecas falsas de encima para poder continuar con la pesadumbre de hechos que se encarga de repetirme una y otra vez. Como un disco rayado, ella me repite que el mundo se va a acabar cuando los pensamientos de gente muerta se disuelvan, me repite que no tiene sentido seguir en pie si en cualquier momento se le apagará la tele y que su deceso será equivalente al estado antes de nacer. La nada absoluta. Me aterra que siga hablando tonteras, me carga que siga ahí, convencida de que siempre tiene la razón, refugiándose en libros de magia. Como si allí fuera a encontrar la solución a su deplorable estado mental. Ya no sé que hacer con ella. Tampoco quiere escucharme cuando le digo que tiene capacidades que se pueden potenciar. Parece que ni siquiera ella asoma un atisbo de amor propio, porque no le interesan ni sus uñas, ni los pensamientos hirientes que suelta en voz alta, ni lo que pasará con ella al día siguiente.

He tratado de convencerla de que haga planes para que por lo menos se sienta un poco útil. Que en vez de andar anotando cositas sin sentido que suenan graciosas pero que están completamente vacías, ordene su agenda con las cosas que debe y quiere hacer. Pero parece una máquina de producción en serie. La miro cada mañana, con sus arrebatos existencialistas, con su desprecio por la comida que sin embargo no le funciona para sentirse bien con su propio cuerpo, con sus ideas maltratadas, con sus silencios incómodos, con sus ganas desenfrenadas de sentirse viva pero sin querer mover un dedo para conseguirlo. La veo sufriente por esa soledad que ama pero que a la vez no la deja en paz. Una completa contradicción.

Yo la conozco y aún así, me parece tan extraña Sé que tiene toda la razón en aquel submundo multicolor de sus recuerdos, dentro de su cabeza. Pero temo que en la realidad se enfrasque en un sueño continuo, un sueño en donde no puede ser acompañada por nadie más que por sí misma.

Me cae mal la María Luisa. No es que quiera atacarla, pero simplemente no puedo soportar que no tenga ganas de seguir, sólo porque se aburre de que no exista magia a su alrededor. Sólo porque se muere de ganas de morir. Sólo porque tendré que seguir pegada a ella, hasta que deje de dictarme esto que estoy terminando de escribir.

domingo, 18 de octubre de 2009

Detalles de un domingo ajeno

Los domingos son corrosivos para mi salud mental. Me persiguen como balas de angustia, como imanes de distintas cargas, como persigue la muerte a la misma vida. Los domingos son ajenos y me condenan a saberme irritable. Me ahogan. Los domingos son como estresantes, en cierta parte, se me hacen difíciles de llevar sabiendo que puedes estar en cualquier parte.

Los domingos por la noche termino por acostarme antes. Escojo el más lindo par de calcetines -como si eso fuese a aliviar mi pena, en parte- en cómodas situaciones distantes, en silencio. Porque los domingos por la noche me pesan como toneladas de almas miserables. Lo peor de todo, es que no me parece tan extraño saber que estas noches me vuelven tan vulnerable.

miércoles, 14 de octubre de 2009

¡Las palomas se creen personas!

No sé si lo han notado o es que su plan malévolo les está resultando muy bien, pero las palomas se estan creyendo personas. Lo estan haciendo de manera planeada y perfecta, casi secreta, solo que a nosotros no nos interesa saber que planean las ratas con alas que deambulan por nuestra ciudad.
Las palomas son aves de cuerpo y cuello robusto, pico delgado y corto con ceras carnosas. Su nidos son estorbosos, elaborado con ramitas que cortan produciendo un sonido molesto y generalmente ponen dos huevos que dan ganas de estrellarlos contra la pared y son incubados por señor y señora paloma. Este asqueroso animal se alimenta de semillas y frutos y produce una secreción nauseabunda con la cual alimenta al pichón para que el muy desgraciado no se estrelle contra el suelo y muera. Las palomas tienen un gran sentido de la orientación, siendo una de las aves que más rápido vuela, alcanzando los 56 km/h pero eso ya es medio utópico porque hace rato que las palomas no vuelan y se juntan en reuniones secretas a planear su rebelión sanguinaria.
Tecnicamente las palomas son un error de Dios. Por lo mismo, ellas saben que lo son y quieren tomar el poder por medio del camuflaje (la gran mayoría son grises) les gusta caminar por las veredas junto a los peatones, casi imitandolos, esperan la luz verde en las esquinas y también se enojan cuando uno las pasa a llevar. Porque las personas les hacemos el quite para evitar que nos reten levantándose del suelo aleteando.
Por favor, no nos hagamos los ciegos. Estas aves pronto van a evolucionar y nos van a quitar nuestros trabajos, habran emisoras radiales de ultrasonido molesto a traves de la frecuencia modulada del ululeo y sus crías llenaran de estiercol todas nuestras costas. Por lo mismo, de Arica a Punta Arenas, unámosnos en esta gran cruzada de revelarle al mundo la gran verdad; ¡que Jesús tuvo hijos!, ¡que a la Marilyn la mataron!, ¡que Elvis es extraterrestres!, ni que ocho cuartos... Las palomas se creen personas y si no hacemos algo, pronto nos dominarán.

domingo, 11 de octubre de 2009

Perdón, pero me niego

Qué difícil es escribir algo que se supone que tiene que tener una estructura. Es muy complicado tener que seguir un orden o una base para que luego ésta sea evaluada. Saber que un par de ojos seguirán mis párrafos con absoluta atención, intentando descubrir un pequeño error que me condenará a la angustia de sentirme reprobada.
En mi condición de estudiante de periodismo debo estar absolutamente preparada para que mi trabajo sea cruel y merecidamente criticado. Comprender con resignación como aquella pequeña falta ortográfica y orden sintáctico de mis palabras no me permitió tener la calificación que esperaba me carcome el alma. Es obvio. También es estresantemente difícil asumir que más que pasar penurias en cuanto a notas, ser una futura profesional de las comunicaciones requiere de mucha valentía y perseverancia.
He leído que cada año aumenta considerablemente el número de estudiantes que ingresan a la carrera de periodismo en diversas universidades a lo largo del país. La mayoría argumenta que sienten una pasión desmedida hacia la expresión oral, la comunicación audiovisual y el servicio social. ¿Pero cuántos entramos porque nos encontramos completamente enamorados de la escritura?
Ser periodista. Que lejano me parece escribirlo. Mi madre me lo dijo toda la vida, mi padre lo niega hasta el cansancio. La sociedad se ha encargado de convencerse a sí misma de que la profesión del periodista no es bien remunerada y que es sencilla de estudiar, que no requiere gran ciencia, que es una labor que cualquiera que se aprecie de manejar correctamente los conceptos, puede desempeñar. Sin embargo, ser periodista va más allá del hecho de tener que abrazar las cámaras y sostener un micrófono. Yo solo pienso, durante la mayor parte del día, en escribir. ¿Deben condenarme por eso?
Por eso me niego. Perdón, pero es como ponerle nota a una pintura o a una canción. Me niego a seguir un orden y me niego a que me pongan nota. Lo asumo y aún me quedan muchísimos años por aprender y ser evaluada en distintos aspectos. Pero siempre he sabido, en lo más profundo, que estudiar la carrera de mis amores no sólo hará que logre desarrollarme como una buena profesional y no sólo hará que pueda hacer de este mundo un lugar más cómodo para las personas que me rodean, sino que me hará feliz. Perdón, pero no podía no escribirlo.

Seiscientas formas de equivocarnos

Siempre he escuchado que los chilenos hablamos mal. Que las palabras que usamos en la mayoría de los casos se encuentran fuera de contexto, que ni siquiera sabemos muy bien qué significan y que abusamos reiterativamente de ciertas muletillas coloquiales que nos sirven para salir del paso, como “la cuestión”, “la tontera” y “la cosa”.
Esta mañana prendí la radio y la teoría que muchos planteaban y que yo no creía, resultó ser una absoluta verdad. Una banda nacional interpretaba una sarta de garabatos musicalizados: “ch bah puta la hueá” de los Petinellis, quienes con absoluta irreverencia evidenciaban una completa falta de respeto hacia nuestro lenguaje. En ése minuto me di cuenta de las razones del porqué no me agrada la nueva música chilena, siendo que en su mayoría sólo nos comprueba el paupérrimo nivel lingüístico que se viene gestando en nuestro país, utilizando éstas manifestaciones musicales tan influyentes sobre la juventud, moviendo masas e imponiendo tendencias. ¿Preocupante o no?
Según un estudio realizado por lingüistas y académicos eruditos en las artes letradas, los chilenos utilizamos en promedio 600 palabras, mientras que la RAE registra más de 85 mil. El dato más que preocuparnos debería ocuparnos. Más que sugerir cambios y reformas educaciones para revertir esta situación, la clave a mí parecer es partir por casa. No puede ser posible que se aplaudan y sobrevaloren conversaciones, textos o canciones que fomenten la desvirtualización de nuestras raíces idiomáticas, sólo por flojera y desgana de ahorrarnos la tarea de completar oraciones que a nuestro parecer, son entendidas por los demás sin que debamos preocuparnos de expresarlas de manera correcta.
¿El gran culpable? Los medios de comunicación masivos e invasivos. Primero fue el boom de los mensajes de textos vía teléfonos celulares, en donde ahorrar vocales y consonantes eran y siguen siendo sinónimo de ahorrar pesos. Y ahora el revuelo de los mensajes virtuales por medio del Internet, que por moda y comodidad, suprimen cualquier signo de puntuación, acentuación y correcta expresión entre los comunicantes.
A puertas del V Congreso Internacional de la Lengua Española a celebrarse en Valparaíso en marzo del 2010, éste debiera ser un tema que no sólo se deba discutir a nivel nacional, sino a nivel personal. Debemos reflexionar acerca de nuestras raíces filológicas, para que éstas no nos dejen un amargo sabor en los labios. Digamos las cosas como son, pero sobre todo, digámosla bien.

martes, 6 de octubre de 2009

Ojo con tu ojo

Más del noventa porciento (nueve de diez de mis encuestados) quisieran tener los ojos verdes o azules. Parece que la gente que los tiene de ése color tienen más éxito en la vida que quienes cargamos con unas pupilas oscuras, comunes y corrientes. Ellos tienen poderes sobre nosotros, porque el tipo o la tipa en cuestión pueden ser unos asesinos espantosos pero… “tiene ojitos claros”. Mansa cuestión.
Yo por mi parte admito que mis ojos son chicos, chatos y oscuros. Cualquier nazi podría matarme sin compasión y si vinieran extraterrestres a elegir gente superior para llevarse a su planeta súper bonito, me dejarían botada en un barranco junto a ochorrocientos pelagatos que al igual que yo, tienen ojos oscuros. Pero no me quejo, por favor, no quiero que usted lea esto como una horrible parodia existencialista, porque mis ojos no son tema ni para el oculista. Pero siguiendo con el tema de los ojitos claros, debemos entrar a analizar porqué la sociedad asume que la gente bendecida con el verde y el azul son tan terribles de bacanes. Seguro debe ser por una cuestión elitista, al típico modelo de perfume de diseñador le hacen un zoom y listo. Ahí, en perfecta armonía con el fondo floreado, unos grandes ojos azules, brillantes y perfectos, que no sólo nos convence de que compremos el perfume porque si lo usamos algún día llegaremos a ser tan endemoniadamente hermosos como los modelos, sino que en el fondo nos hunden en nuestra propia basura. “Señor consumidor, no se aflija, ni siquiera gaste su plata en comprar nuestro perfume, porque echándoselo o no, jamás tendrá una vida tan fascinante como el modelo drogadicto de la serie The Tudors, pero no pierde nada con intentarlo”. Y nos matan lentamente, juegan con nuestros sentimientos y finalmente los índices de suicidio se van a las nubes porque la gente no soporta vivir con corazas obesas ni ojos oscuros.
Pero hace varios años se encontró la formula mágica para estar en onda. Los lentes de contacto de colores surgieron de un macabro plan de revertir todo el asunto de los colores. James McRowland pensó en crear miles de millones de lentes de contacto azules y verdes para que toda la gente anduviera igual y así las personas que tuviesen los ojos oscuros fueran muy selectos. No sé si usted me entiende, sino me entiende debe ser porque todo esto lo he inventado porque en el fondo de mi corazón intento buscarle alguna explicación a este asunto de la importancia de los ojos colorinches. Lejos de recriminarles a mis padres y abuelos por mi condición indígena, prefiero creer que fui creada en serie y por lo mismo, quizás pueda destacar en algún otro ámbito que no tenga nada que ver con mis ojos oscuros. Aprender a vivir con el peso de la normalidad no es tan fácil, pero si pueden verlo con otros ojos, la cosa puede ser más llevadera y más bonita.

lunes, 5 de octubre de 2009

Baile de colegio

Quisiera volver a vivir la sensación de fiesta de colegio. No sólo aquella que empezaba a las diez de la noche y a las dos de la mañana esperabas a que alguno de tus padres o padrastros buena onda, te fuera a buscar en medio de la neblina fuera del colegio.
Aquellas fiestas que necesitaban una previa (en
absoluta abstinencia, no sé ustedes, el Liceo Católico Atacama tenía un detector etílico por medio del aura que los inspectores lograban reconocer con facilidad) Pero yo me refiero a las primeras fiestas, aquellas en las que fumarse un cigarro era la expresión máxima de rebeldía y que a lo lejos, podías mirar al niño que te gustaba, haciendo de cuenta que ni lo habías visto.
Bailábamos siguiendo una coreografía especialmente comercial, vestidas con prendas que estaban a la moda y con sendos chubis de colores pegados en las orejas. Y yo me dedicaba a mirar fijamente las luces como si éstas me susurrasen ideas para ser más bacán. Obviamente las luces nunca me aportaron nada, pero sí tengo muy grabadas en la retina y en el corazón, todas las emociones que se atoraban en mi garganta cada vez que poníamos un pie en un baile de colegio.
Para empezar, era una ocasión muy importante. El colegio no prestaba con facilidad el salón porque en el fondo sabían que éramos unos malditos bolcheviques remendados. Y en el fondo todos nosotros también sabíamos que no nos portábamos muy bien y siempre terminábamos fugándonos del salón y colándonos en la penumbra del colegio, porque nos parecía irresistible negarnos ante un paseo nocturno en un lugar prohibido que era vigilado por profesores de turno y fantasmas de estudiantes que murieron trágicamente en alguna fiesta (la típica penadura colegial para convencernos de que había que obedecer) y sin embargo nos paseábamos con pedazos de pizza en las manos, caminando y haciendo nuestro un lugar tan cotidiano pero a la vez muy tenebroso.
Y al igual que la gran mayoría de las fiestas, ésta terminaba con un lento anglo de los ochenta que la mayoría de nosotros odiaba, pero que sin embargo bailábamos, porque era el único momento de la noche en donde se recreaba un mágico idilio de romance. Típico que el niño que te gustaba justo te sacaba a bailar y terminábamos mirando el techo mientras nos pisábamos los pies como una pareja de orangutanes. El baile nunca fue lo mío ni lo nuestro, no recuerdo ningún lento bien bailado, todas fueron una constante tortura de brazos torpes y sonrisas camufladas por el humo que lanzaban unas máquinas que a todos asfixiaba. Y pese a todo lo bailábamos y a las dos de la mañana nos sentíamos agotados. A esa hora nos sentíamos adultos con vidas bohemias y extravagantes, con nuestros peinados altos y nuestros ojos con sombras verde brillante, con la magia de los labios rosados y las faldas con puntitos.
Nos retirábamos con la convicción de que no pudo haber sido una mejor fiesta. Aunque hubiesen lágrimas de desamor, peleas entre amigos y show en general, ésa era la verdadera gracia de las fiestas de colegio; vivir todo por primera vez, de la forma más noctámbula y más brillante, de luces rojas y azules encandilándonos, ésos son realmente los recuerdos que toda mi generación guarda, al igual que aquellas fotos análogas al fondo del cajón que nos revelan nuestros rostros a los quince años.

Lúgubre euforia de amor obsoleto y podrido

Como me saturan tus ojos oscuros
Tu risa irónica y la macabra señal
De que siempre estás ahí
Solitario sosteniendo
El susurro componiendo
En el fondo, muriendo
Cómo comprendo
Cuán fácil se nos va la vida
Así de la nada, viviendo.

Nuevamente te observo de lejos
Y te imagino cubierto de colores
Nítidos y brillantes
De lejos todo me parece
Mejor que antes
De lejos comprendo la razón
Por la cual durante estos últimos días
Me he sentido tan insignificante.

No me parece justo que tengas que dejarme
No me parece correcto ahora
Si siempre existió un antes
Porqué elegiste un lunes para olvidarme
¿Acaso hay algún motivo por el cual
Tengas que espantarme?

No me dejes, no me dejes ahora
Que las cosas funcionan mal
No me dejes, que si te llevas los colores
Nítidos y brillantes
No sabría cómo volver a empezar
Si desplazas toda tu música
Llévatela a mi lado
Para poder con perfecta atención,
Y la más sutil pereza, de tus manos, escuchar.

Lunes por la mañana

El despelote lejos de desordenarme, me hace bien. Me siento mejor que ayer, peor que mañana y el pasado mañana es tan incierto que más que querer quedarme en la nebulosa de la incertidumbre, me dedicaré a la poesía elaborada de aquellas que sueltan lagrimones.
Una de las peores cosas que el hombre se ha autoimpuesto son las labores mañaneras del día lunes. Aceptémoslo, a nadie le gusta el lunes porque nos sabe a residuos de flojera dominguera. Nos quedaron muchas cosas por hacer, aquellas que deberíamos haber hecho durante el fin de semana, pero que al realizarlas bajo presión temporal hace que las cosas nos proporcionen un cierto alivio que en el fondo, nos agrada. El alivio de sentirnos seres humanos comunes y corrientes.
Más que sentirme útil, ésta mañana de lunes me sorprende por su calidad de acción. He realizado todas las labores justificadas e injustificadas habidas y por haber, he odiado, amado, reído, llorado, saltado, corrido, comido y un montón de verbos más. También he mirado feo, no he mirado, me he escondido y me he sustraído. Ensimismada en ése universo noctámbulo de las caras con resaca que gobiernan el lugar que frecuento por las mañanas de lunes. Todo lo he hecho con absoluta y desmedida pasión, al igual que las doscientas personas que se pasean a mi lado, completamente aturdidas por un sol que amenaza con dejar de ser sol. Y ahora que lo pienso, al fin y al cabo, este despelote lejos de desordenarme, me hace bien y me levanta. No es tan difícil hacer de cuenta que somos seres humanos, es más fácil que creernos piedras, por lo menos.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Mucho color

Un sueño acaba de revelarme que quiero estar aquí. Ése sueño de colores brillantes me auguraba un futuro muy por lo alto, con una linda casa y bonitos cuadros pegados en las paredes, con el ejercicio de mis manos como arma de trabajo y potenciales codeos con diseñadores con prestigio.
Aún no me explico como llegué allá. No sé que diablos percibió mi inconsciencia durante del transcurso del día de ayer, para haberme producido esa idea general de futuro impecable. Aunque no entiendo muy bien porqué todo lo relacionado con felicidad tiene muchos colores brillantes, quiero creer que se trataba de una trampa de mi propia mente.
Mi lado negativo reflexiona y piensa que quedarme aquí o quedarme allá da exactamente igual. Siempre tendremos la habilidad de forjar lazos con personas que nos hinchen el alma de cosas nuevas y por tanto, producir vendría a ser una consecuencia de tan insospechados actos sociales. Pero mi lado positivo insiste en recordarme que aquí tengo que estar porque la felicidad abunda por montón, que las personas son buenas si se deposita confianza en ellos, que si bien he elegido posiciones bastante ingratas que me relacionan directamente con cosas gubernamentales a nivel micro, las ganas y los sueños no me faltan.
También sé que de sueños y colores no vive nadie. Eso es para los soñadores e idiotas. Pero también sé que la mayoría de las personas soñamos, algunos a colores y otros en blanco y negro. Y eso nos convierte a todos en idiotas que buscamos ser felices, independiente de la intensidad, contraste o brillo que le demos a nuestras vidas.

Diario de una flaca que se cree gorda

Me desperté como siempre, abrí los ojos y me vi a mí misma reflejada en un sueño azul desproporcionado. El sentimiento de gordura otra vez, rondando de manera sicótica entre los más recoditos resquicios de mi conciencia. El azul en mi inconciencia, claramente, porque desde pequeña he creído que parezco una ballena asesina.
Definitivamente mi condición de obesa mental me ha mantenido alejada de una serie de cosas que se unen como si estuvieran pegadas por una cuerda de chocolate.
Me gusta salir a vitrinear ropa, pero me baja tanto el ánimo, me siento tan mal como si hubiera salido sin hígado de mi casa, siento que en cualquier momento me puede dar una falla hepática y tener una muerte súbita de futbolista negro y morir. Pero asumo que debo ir al centro para comprar la ropa de la tienda de Satán. Cuando llego a la tienda y elijo todas las falditas con puntitos y poleritas con brillitos que se vean más o menos XXL, las llevo probador pero allí las cosas no me cierran del todo bien. Peleo con los botones, le echo una cantidad irreproducible de garabatos a mi propio estómago y termino sentada en el suelo, chascona y con lágrimas en los ojos. Pero de pronto una llamita de esperanza se prende en mi ser interior, me ilumina en mi completo estado de hipnosis, como el nirvana de la estupidez, una voz me susurra al oído: “algún día podré ser flaca, no tengo que botar la ropa que me aprieta como paté porque algún día volverán a quedarme”. Y ahí me quedo pensando. Revolviendo mi cartera esperando encontrar alguna pastilla de naranja o azúcar en dosis pequeñas similares. Como una lombriz solitaria, pero obesa.
He pensado en no ir a la fiesta de la flaca Tere. Primero porque la mamá de la flaca Tere es de esas señoras rubias y raquíticas que se pasean en ropa deportiva todo el día, pero que uno sabe que es una empresaria exitosa, o algo así como de película. Y además su flacura me da envidia. En fin, la fiesta de la flaca Tere es con piscina, y todas las amigas de la flaca Tere son flacas como la Tere, al lado de ella yo parezco un tiranosaurio de esos de cuello largo que parecen vacas extraterrestres.
Así es como mi gordura me ha condenado a comprar ropa que no puedo ponerme sin temor a sufrir de bullying, tampoco puedo ir a fiestas que pongan en evidencia mi completo estado de sobredosis de células, en el fondo, estoy soberanamente cagada en la morbidez.
Mi bovina figura se pasea por toda la escuela, imponente como un hipopótamo, haciendo crujir cada pedazo de baldosa rosa, pero a mi no me importa. Asumo mi gordura, la reclamo pero la asumo con dignidad, porque antes de ser cetácea, soy persona con inteligencia similar a la de un rinoceronte, y siento que se me da bien asociarme con animales grandes debido a nuestras proporciones similares.
Pero así es mi día generalmente, me gustaría quedarme y explicarles cuán gorda en situaciones incoherentes me siento durante la mayor parte del tiempo. Mi gordura no tiene límites, y lo peor de todo es que aunque pese 39 kilos y se me vean claramente los huesos de las rodillas, no me hará feliz. Porque nunca se puede estar lo suficientemente flaca, y siempre hay una Flaca Tere al lado que te recuerda que la delgadez se vendía con promoción con el alma y los que llegamos tarde jodimos. Nos quedamos gordos de por vida, sufrientes, con remordimientos de tan solo ver un pan, y mejor no sigo porque esta es una tortura para mi obesa cabeza. Fin.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Vomito de estupideces

"Yo no soy glam" / Tema compuesto por alguien desequilibrado / 2005

Tan fallado que me salio el arbolito
se que no tengo estilo para adornar
buscaré la paz de esta noche tranquila
para mi árbol poder amononar.

Hoy salí a la calle sin pintura
y la gente me miraba al pasar
creo que me salió un lunar con pelo
ay, si sé que eso no es glam.

Pero tu sabes que yo no soy así
y mientras más me explicas menos te escucho
porque tu quieres que yo sea de una manerapero yo no soy asi,
yo soy chana y de glam no tengo nada

Otra vez me siento sola
escuchando los malditos pajaritos
lleve a mi perro a la peluquería
no tengo nada mas que hacer hoy día.

Si pudiera por lo menos cantar bonito
te regalaría una melodia de navidad
compondria un hermoso estribillo
para decirte que no soy glam.



* * * * * *


PAULO:que rico que vengai el prox año paca y me presenti a toas tus amigas diseñadoras
POLLO:obvio
PAULO:y que me hagai una chaqueta
POLLO:tu seras mi modeloco, mi modelo con labio leporino
PAULO:y como voi a estar tonificado puedo ser tu modelo con lavio leporino
PAULO:pensamos lo mismo poio culia!!!!, aveces me da un poco de miedo
POLLO:jajajajajajajajajaja a mi me da risa

Los IN y los OUT

IN: Alojarse en el hotel Hilton.
OUT: Alojarse en una residencial de señoritas.

IN: Ir a tomar chela al callejon y conocer gente piola.
OUT: Ir a tomar dorada entre dos autos en plena calle.

IN: Maquillarse con cosmeticos chanel.
OUT: Echarte esa cuestión que viene en una frutilla.

IN: Ir al cine y no comer cabritas.
OUT: Ir al cine y comerte las cabritas, las bebidas y ademas comerte al tipo que te vendio la entrada.

IN: Decorar tu casa navideña con tonos dorados.
OUT: Poner en tu casa los adornos culiaos que hicimos en basica para la navidad.

IN: Lavarte el ombligo con tu dedo y jabón, luego secarlo y echarle desodorante.
OUT: No lavarte el ombligo durante todo el año y despues pal verano tener una pelusa gigante y hedionda.

IN: Tener un jeep deportivo e ir al barrio inglés escuchando a Mariah Carey.
OUT: Tener un auto con luces de neon, con tapas que rueden de lata, un dibujo de una mina en la puerta y escuchar hip-hop en ingles y no saberte la letra.

IN: Utilizar palabras en inglés en conversaciones de msn.
OUT: Utilizar abreviaciones que representen emoticones en conversaciones de msn, porque no se entiende ni una wea.

IN: Carretear con gente que tenga muchos amigos para asi conocer más gente.
OUT: Carretear con la Daniela Araya, que no conoce a nadie y anda como lapa y no te deja pinchar.

IN: No estar ni ahí con los pinochetistas asesinos, ni con los comunistas resentidos.
OUT: Arrancar de los guanacos, de los pacos y de los comunistas y ademas llevar camisetas de luca con la cara de Gladys Marin o Pinoshit.

***
No hubo filtro, disculpen las molestias.
La culpa fue mía y de un amigo.
Año de la pera.

La maldita primavera

Preparen sus pañuelos porque ha llegado la primavera. Porque en septiembre no sólo se agitan para bailar cueca, sino para sonar aquellas narices congestionadas en el noveno mes del año, victimas de sus alérgicos encantos, suelen también elevarse los fatales índices de suicidio producidos durante sólo 92 soleados y brillantes días florecidos. Por eso, no lo olvide, si está enamorado, suénese antes de suicidarse.

Consumiendo patriotismo

Las fiestas patrias cada año nos saben menos a empanada y a chicha. Sí, en cambio, nos saben a publicidad conducida hacia el consumo de sofisticadas parrillas que prometen entregar el mejor sabor dieciochero. Si hasta hace algunas décadas vestir ropa nueva, pintar las fachadas de las casas y poner banderitas en cada una de ellas sin la presión de recibir un parte por no hacerlo era signo de patriotismo, hoy los chilenos compramos volantines plásticos a quinientos pesos y bailamos cumbia en las fondas, mientras degustamos el amargo y desvirtuado sabor de septiembre. Viva Chile.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Bullying para los matones

Hace veinte años, venía el matón del curso y sin previa explicación, le mandaba un combo en la guata al compañero con frenillos y lentes gruesos hasta dejarlo en el suelo con sangre de nariz. La víctima se levantaba del suelo y superaba los percances que la vida le dio sólo por ser un poco más enfermizo o albino que el resto de sus compañeros. Aún así, éste niño logra en la gran mayoría de los casos, salir adelante sin secuelas de un trauma de por vida. Ninguno de ellos llama por teléfono a sus terapeutas a las cinco de mañana o sufren de crisis de pánico cuando entran a ascensores vacíos.
En la actualidad en cambio, si a algún niño le pegan una patada en la ingle, no puede hacer su vida de manera normal nunca más. Porque el jovencito ha sufrido de bullying y su vulnerabilidad ha quedado expuesta ante la masa de compañeritos idiotas que se ríen al ver la paliza una y otra vez en youtube. Es probable que pasen por una treintena de psicólogos que lo único que le aconsejarán es cambiarse de escuela, sólo consiguiendo volver retraído al niño en cuestión.
El bullying es la nueva forma de nombrar algo que viene pasando hace rato, desde que se crearon los estamentos estudiantiles y desde que alguien se dio cuenta de que golpear a alguien causaba respeto para su sucia persona.
Ahora leemos reportajes sobre el tema en todas las revistas que vienen con los diarios, y más que causarnos preocupación, debería ocuparnos. Buscar soluciones efectivas en contra aquellos pequeños delincuentes juveniles que golpean a sus compañeros. Mi postura no es defender a las víctimas, porque las personas somos totalmente capaces de destruir a otras ya sea por medio de la devolución del combo, una seguidilla de frases hirientes o en el peor de los casos, acusarlos con la mamá, el profesor o el sicario de la escuela. Pero creo que la solución parte por unos buenos correazos para aquellos pequeños agraviadores escolares, retomar el sistema de sentarlos en una esquina mirando hacia la pared y que todos los demás compañeros le peguen patadas. Sé que debe sonar horrible lo que digo, pero esos muchachitos son los futuros delincuentes del país y si no los educamos a punta de patadas, ellos nos patearan el trasero a todos nosotros en un par de años más, y de paso, entrarán a robar nuestras casas mientras sus hijos golpean a lo nuestros.

Momento existencialista

Hoy cargo con unos ojos pintados que no son los míos, sino los que quiero que los demás conozcan. Hoy me duermo con esa nostalgia tan propia de no saber si es correcto tragarme lo que quisiera vomitarles a todos. Se me hace complicado cada asunto no resuelto y cada idea desparramada… cuan vaso trizado se me parte el alma de solo recordar que ya nos queda menos.
Sólo que cada anécdota termina por morir en algún momento. Cuando ya todos recuerdan de qué trataba y no hay nadie a quien deba recordar para qué y porqué estoy aquí. Sólo me ven flotando entre tanta nube de nicotina y palabras carcomidas por el tiempo. Sólo me ven flotando en la nebulosa de no saber donde estoy intentando mantenerme a flote, sólo para que mi mundo no se derrumbe detrás de los portales siniestros de sus ojos, que son mis ojos… que son los ojos de aquellos a los que mastican las macabras frases que escupo con ironía.
Hoy estoy más despierta que de costumbre y siento miedo. Un pánico tremendo de saberme inútil, de saberme insignificante. De estas uñas cortas, de este pelo castaño oscuro que amenaza con mantenerse desordenado, con aguantar cada palabra, con cada aliento infructuoso de la nada que surge cuan fuego artificial en este desierto encantado de llovizna y niebla.
Los colores que mi retina sostiene en cada silencio. En mis intentos infructuosos de parecer totalmente cuerda cuando, sólo quiero fallecer para dejar estar esta coraza mortal que solo me amenaza de gastarse cada día, de despreocuparme por la caída de cada una de mis pestañas porque, al fin y al cabo, sólo son pedazos de aglomeraciones de células… me parece de lo más ridículo soportar aún más tiempo en este invierno boreal de la vida misma que aborrezco.

Mujeres complejas

Somos completa y absurdamente complejas. Las mujeres no sabemos lo que queremos, y mientras el mundo intenta comprender qué es lo que necesitamos para ser felices, nosotras nos quejamos por nimiedad, para hacerle la vida un poquito más difícil (y no por ello menos entretenida) a quienes nos rodean.
Pero no todas somos así. Creo que un noventa y cinco por ciento de la población femenina está loca. Pero de esa locura siniestra que espanta a los pretendientes, por el exceso de zalamería y agobio físico, entre otras características patéticas. Sin embargo habemos un pequeño número de féminas (y no crean que me siento orgullosa de ello) que realmente disfrutamos de encontrarnos en el aire sin saber ni esperar nada, salvo la muerte súbita o un momento de iluminación.
Las mujeres que comprenden más o menos lo que quiero decir, sabemos que cuesta encontrar la felicidad en nuestras propias mentes. Pasamos por intensos periodos de cuestionamientos y nos aferramos con el alma a la libertad emocional. Los compromisos nos aterran y nuestra doctrina de la espontaneidad se va al carajo cuando nos ahogan las frases y momentos amorosos.
Lamento ser tan autorreferente. Sé que aburre leer textos ajenos que tratan de uno mismo, pero también pueden irse al carajo si les aburro. Continuaré dando la lata porque me he aguantado el vómito verbal como tres días y me parece una tortura cargar con esto. Bueno y las mujeres somos así. En realidad todas estamos locas y nos gusta que los hombres sepan exactamente qué es lo queremos sin tener que decírselos, y aunque realmente le achunten a nuestras peticiones, siempre vamos a exigir un poco más, sólo para que ellos no se sientan completamente eficientes. Es la cruel verdad, ellos nunca pueden saber cuan feliz pueden llegar a hacernos sentir, porque nuestra misión en la vida es hacerlos sentir un poco peor de lo que ya se sienten en la normalidad. No es que seamos unas malditas trastornadas, sino que si fuera todo perfecto, sería tan aburrido. Por eso somos completa y absolutamente complejas y esto que he revelado es el gran secreto para comprender que pasa por nuestras mentes cuando nos taimamos. Aplíquenlo por favor y no nos pidan demasiado, que eso también nos aburre.

Superficial: como tú y como yo

Siento cierto resentimiento de la humanidad en general. Un bajón inmenso que se apodera de todo el aura planetario que rodea y cobija nuestras almas. Nos estamos dejando, de a poco, aplastar por ideas tristes y sentimientos oscuros y estamos dejando de lados nuestros principios elementales de seres de luz y alegría.
Se supone que el fin de estar viviendo es alcanzar la felicidad. Para la mayoría, esto se traduce en estudiar una buena carrera, para alcanzar un buen puesto de trabajo para luego poder comprar muchas cosas para comer, viajar por el mundo, sacar fotos para demostrar cuán exitoso puedes llegar a ser y vivir en paz con sus propias consciencias. Otros en cambio, son felices con las relaciones humanas que se generan tras interacciones personales e intercambios de opiniones, retroalimentándose de sentimientos y compartiendo momentos gratos con personas que piensan de manera similar a ellos. Sin embargo, esto no quiere decir que no necesiten plata para ser felices, porque nadie es feliz sin plata, eso es algo que debe quedar claro. En la sociedad en que vivimos, nadie, ni siquiera el mendigo hippie que vive de la caridad de las vecinas, puede sobrevivir sin tener una moneda de quinientos pesos en el bolsillo. Esa moneda sirve para comprar dos cigarros sueltos o comida para el perro que le da abrigo por las noches, a menos de que piense comprar un cuchillo para carnear al canino y satisfacer su hambre, vaya uno a saber lo que piensan los mendigos hippies y alcohólicos que viven de la caridad de las vecinas.
El resentimiento que siento hacia la humanidad en general, surge porque sin querer y sin poder nadar contra la corriente, soy igualita a todos los mortales que se nutren de felicidad por medio de cosas materiales. Y pienso que me gustaría tener la valentía de dejar todas las comodidades del mundo occidental para sumergirme en culturas que buscan trascender de maneras menos autodestructivas.
Asumo que es complicado y también me arrogo de confirmar que quizás jamás logre alcanzar la luminosidad debido a mi malcriado comportamiento y las ganas que tengo de tener un playstation 3. Pero por lo menos lo asumo, y en parte, mi felicidad es pensar que por lo menos, una parte muy profunda de mi pensamiento, odia a toda la humanidad en general y quiere desprenderse de la superficialidad.

sábado, 19 de septiembre de 2009

La angustiosa condena del Dios espacial

Estamos condenados. Con el simple hecho de haber nacido, no han sometido a esta vida infrahumana. Es la primera gran metida de pata de Dios o aquel ser extraterrestre superior que lo domina y gobierna todo, él fue quien nos mando a la tierra a ser copias andantes de nuestros padres, augurándonos con sus siniestros artilugios, llevar una vida similar a nuestros ascendentes, una y otra vez, generaciones tras generaciones, como una vil mutación de nuestros antepasados, cargando con el peso del ADN de la vergüenza y el oprobio.
Venimos de una estirpe de seres humanos que conocieron la tecnología más avanzada para su época: la rueda y el fuego. Lograron envejecer hasta los cuarenta años promedio, y sus únicas elecciones fueron arrancar del dinosaurio hambriento y decidir entre ser nómades o sedentarios.
Y ahora henos aquí, tan vulnerables y existencialistas. Toda una generación de individuos que nos preguntamos de dónde salió aquel lunar que toda la familia lleva en el brazo derecho, la nariz chata, las cejas pobladas, los dedos largos y chuecos, la forma de observar y la forma de amar y odiar.
Yo me pregunto de quien heredé la margarita en mi mejilla izquierda. Y me desvelo por las noches preguntándome quien será mi tatara tatara tatara abuela. Porque todos debemos venir de algún lugar muy recóndito, o ese al que todos llaman Dios o ese ser extraterrestre superior, nos puso hace poco, no más de trescientos años en este planeta y nos creo una conciencia colectiva haciéndonos creer que tuvimos una historia y una prehistoria. Siendo que quizás los conocimientos los heredamos del espacio.
Si Dios es un extraterrestre, probablemente mi teoría y la de ustedes, sean ciertas. Y el padre nuestro vendría a ser una copia mal lograda de plegarias de planetas anteriores. Y toda la creación sería obra y gracia de un ente superior interestelar.
Tiene lógica.
Amén

La ingrata muerte del conserje Jones

Aquella fatídica noche del 12 de septiembre, el conserje Jones se encontraba realizando sus tareas habituales de conserjería, las cuales incluían una serie de rondas a determinadas horas y el depósito de las bolsas de basura en grandes contenedores ubicados en el patio del fábrica.

Pero no sólo era el encargado de aquellas tareas conserjerísticas, sino que además se empeñaba en tener un saludo amable y una sonrisa bondadosa para todos aquellos que no olvidaban que se encontraba siempre allí, sentado tras su gran escritorio de roble, pendiente del citófono y las cámaras de vigilancia.

Aquella fatídica noche del 12 de septiembre, el conserje, Jones cumplía ocho años trabajando en aquel inmueble, sin embargo ninguno de los residentes parecía recordar que el hombre llevaba noventa y seis meses despierto y atento más de quince horas seguidas, escudriñando la entrada y procurando que la salida estuviese siempre despejada.

Cerca de la medianoche, una jovencita de veintidós años llegaba a su edificio luego de un extenuante día en la universidad. Subió los tres peldaños que la acercaban al citófono y presionó el botón para darle aviso al conserje Jones de que le abriera la puerta automática. Sin embargo, la puerta no se abrió.
Al parecer, el conserje Jones estaba en una ronda.

La joven, sin detenerse a pensar en la ubicación del hombre, tocó el citófono de su propio departamento y su familia le abrió la puerta. Caminó hacia el ascensor y se percató de que el característico aviso “Conserje en ronda” no se hallaba puesto sobre el antiguo escritorio.

Veinte minutos después, una señora del piso nueve tocaba insistentemente el citófono, intentando contactar al conserje Jones para decirle que a la mañana siguiente llegaría un taxi a buscarla y que diera el aviso correspondiente. Sin embargo, el conserje Jones no respondió el llamado.

Una hora más tarde, un hombre alto y de abrigo azul se encontraba fuera del edificio, lanzando palabrotas mientras tocaba insistentemente el citófono, sin tener respuesta alguna.

El conserje Jones había muerto de un infarto, arrastrado hacia el suelo de su ingrato escritorio, escondiéndolo de cualquier mirada reprobadora que lo acusaba de no estar realizando su labor de conserje, aún estando muerto.

Caleidoscopio

El amor caleidoscópico y la realidad perpetua de los constantes cambios cromáticos, me devuelven la tranquilidad de saber que las cosas se tiñen de distintas tonalidades a medida que da vuelta el tiempo. El amor es como un caleidoscopio. Nos presenta determinadas formas y colores en establecidos movimientos, sin embargo basta una pequeña inclinación para que todo cambie y el amor se disuelva en retazos de alteraciones coloridas. Se mezclan rojos con azules para crear violetas y azules con amarillos para formar verdes. El amor caleidoscópico nos desestabiliza las emociones, pero siempre nos brinda un maravilloso espectáculo de color.

El juego de la imaginación

Me reuní con dos amigos a la hora del atardecer en abril. Nos abrigamos con una copa de vino y nos sentamos en el suelo, en plena oscuridad porque uno de ellos no había pagado última cuenta de la luz.
Nos reímos a carcajadas a causa de sucesos extraordinarios y completamente fuera de lugar, hasta que decidimos cerrar los ojos y juntos conducirnos a un viaje imaginario de grandes proporciones.
Dicen que este juego puede llegar a elevar los sentidos y la intuición a puntos insospechados, que puedes lograr ver cosas con los ojos cerrados y que no sólo son pensamientos individuales, sino que aquellos que se encuentran a tu lado, con los ojos cerrados y completamente concentrados, logran ver la misma imagen que tú.
Nos tomamos de la mano para emprender el viaje. Comenzamos situándonos en un barco, observando a lo lejos una isla enmarañada de vegetación alta y densa. Observamos toda clase de verdes y algunos frutos secos a la orilla del mar, a medida que avanzábamos, la imagen iba creciendo y nos parecía más fascinante. Nos bajamos del barco y nos introdujimos en la pequeña selva, procurando no perdernos ni alejarnos demasiado. Sin embargo coincidimos todos, desde distintos puntos, en la periferia del centro de la isla, observando encantados una casa de madera enorme e imponente, ante nuestros ojos imaginarios.
Comenzamos a rodearla con pasos cautelosos, con un poco de risa nerviosa, una que otra rendija y ventana nos llamaba la atención, hasta que encontramos la puerta que, misteriosamente, se encontraba abierta.
Entramos.
Y cuando salimos, nos dimos cuenta de que habíamos descubierto un maravilloso mundo dentro de nuestras propias mentes. Infinitos colores, texturas, sabores y formas retorcidas y clásicas, nos rodeaban ahora como espectros de un recuerdo perfecto, sustraído de un juego que no tiene gracia entrar a detallar.

35 segundos de reclames

El Rafael Araneda esta demostrando como los blancos brillantes al instante solo “Ace” los hace. Pero realmente no los hace. Y el Rafael Araneda jamás ha comprado “Ace”.

Los cepillos de dientes conversan como si fuese muy normal. Los cepillos no hablan y no ponen caras.

“Vanish poder O2” nos presenta el siguiente diálogo:
- Mami, ¿qué es frustración?
- Es encontrar manchas en la ropa recién lavada
COMO PUEDE SER ESO POSIBLE!!!
- Mami, ¿qué es frustración?
- Frustración es lo que siento cada vez que meto las manos a la lavadora, idiota. No hagas preguntas tontas.

martes, 8 de septiembre de 2009

El papel de engañada

Lo último que recuerdo de su cruel engaño, fue el ramo tulipanes que trajo hasta la puerta de mi casa para que perdonara su demora. Y como soy medio tonta y dispersa y generalmente mi cerebro funciona a base de instintos como los perros, acepté babosa las flores y olvidé por completo la causa de su retraso.
Nos sentamos en el sillón del living y comenzamos a hablar. Yo lo miraba alucinada, como si se tratara de la persona más perfecta e iluminada que pudiera encontrar en el planeta, como si pudiera contagiarme de su belleza con tan solo respirar el mismo aire que él exhalaba.
Me tomó la mano y me dijo que me quería mucho. Yo le sonreí, él me sonrió. Me contó acerca de sus planes futuros relacionados con los parámetros de la leyes y otras cosas que no escuché porque estaba demasiado atenta a contar las veces en que pestañeaba, para saber si era real o un personaje mitológico que visitaba el living de mi casa y me deslumbraba con su perfecta representación de humano común y corriente.
Seguimos conversando acerca de la vida, de la muerte, de las canciones buenas, de las canciones malas, del viejito pascuero, del conejo de pascua, de sus traumas, de mis trancas, de sus padres, de mis hámsters muertos, de la inutilidad en la ingeniería de las bicicletas, de cámaras fotográficas y de amores.
Luego miró la hora en su reloj de pulsera oscuro y sin darse cuenta que yo me encontraba suspendida en una nube a veinte kilómetros en el cielo, se despidió fríamente y me dejó sentada en el sillón, absolutamente sola y con la mirada perdida en un punto fijo e insignificante.
No sé cuanto tiempo pasó hasta que desperté de mi trance. Despegué la vista de la pared para enfocarme en el asiento vacío que ahora representaba su antigua existencia, y de pronto lo vi ahí, un pedazo de papel de cuaderno doblado muchas veces hasta quedar reducido a un trozo de no más de cinco milímetros cuadrados, lo que no sólo llamó mi atención sino que despertó mi curiosidad e instintos asesinos. Aquel papel se había caído del bolsillo de su pantalón y ahora se encontraba frente a mí, amenazante y burlesco.
Tomé el papel y me levanté del sillón. Los latidos de mi corazón empezaron a acelerase cuando al abrir el trozo de papel pude notar que había algo escrito dentro.
Había otra niña que al igual que yo, lo esperaba a las seis de la tarde. Otra que le tomaría la mano y le diría cuan perfectas eran sus inteligentes palabras, otra niña que le sonreiría tontamente y lo seguiría hasta el fin del mundo. Otra que tenía el trabajo de adorarlo, otra que probablemente había sido la causa de su atraso.
Luego de eso, lloré quince horas y le envíe cinco mensajes de textos. Cada uno más lindo que el anterior. Y jamás supo que yo me había enterado de su engaño, porque era la luz de mis ojos y la felicidad de mis tardes nubladas y rosadas. Y cada lágrima era el precio justo de retener al más estúpido y desinteresado primer amor.

lunes, 31 de agosto de 2009

Kinder sorpresa vacío

Primero me autoconvenzo de que la mala suerte es simplemente eso, mala suerte. Luego pongo cadenas de plata en agua y éstas se ponen negras, pongo vasos con agua en la puerta de mi dormitorio y se llenan de burbujitas al día siguiente. Me baño en sal, me lleno de vibras positivas y no pasa nada.El horócopo me auguraba un 2009 muy alentador. Incluso decia: "¡Felicitaciones acuario! Usted es el signo con mejor suerte este año" Y yo feliz, me puse a apostar plata en el casino y me quede en la ruina, luego pise un vaso roto en la disco y comencé a morir desangrada para después subirme al auto y pegarme el cacho de que unos flaites me habían roto la rueda... y es allí cuando me pregunto cuánto les pagan a la gente que escriben en los horócopos... es una falta de respeto abusar de yetas como yo que, al creer que pasamos por una buena racha, hacemos tonteras como poner en riesgo nuestra integridad física y mental (sobre todo mental). Sucede que falta que me caiga un hipopotamo del cielo para concluir esta serie de infortunios, hematomas, golpes, insectos que salen en mi plato, caidas de vasos con líquidos sobre notebooks, asesinato de perros sin querer y kinder sorpresas vacíos.

Lo que ven los ciegos

- Ya, atenta pollito. Voy a intentar explicarte qué es exactamente lo que ven los ciegos.
- Pero los ciegos no ven nada, ¿Ven negro? ¿Cómo saben cómo es el negro si son ciegos de nacimiento?
- Calmate. Cierra los ojos.
- Ya (...)
- Con los ojos muy bien cerrados, dime qué es lo que ves detrás de tu nuca... ¡¡pero no te des vuelta pollo!! ¡¡TE DIJE QUE NO ABRIERAS LOS OJOS!!
- Ya, ahora sí. Es que morí de curiosidad.
- Esto te lo explicó tu papá una vez hace diez años, intenta concentrarte y dime que hay detras de tu nuca.
- Pelo, en su mayoría desordenado, agarrado por un moño deforme.
- Pucha no po, eso es lo que tu sabes que hay, yo te pregunto por lo que es externo a ti
- Aaaah ok, ya pero no te enojis. Ya... no puedo ver nada, no tengo ojos en la nuca.
- Eso es lo que ven los ciegos, ¿entiendes?
- ¿Ven pelo, en su mayoria desordenado, agarrado por un moño deforme?... que interesante.

Un minuto de corriente de consciencia

Se ve bien sobre mi cama. Mi almohada café y morada, tengo que lavar el cobertor blanco y sacar el resquicio de talco que quedó sobre la alfombra. ¿Qué pasa que no llegas? Aún me duele el dedo que me pillé tratando se sacar galletas de la lata del té, que dejó de ser lata del té y ahora es lata de galletas. Espera, esto ya lo viví antes. ¿O lo soñé? Anoche dormí mal, volví a apretar los dientes, ¿a que hora dijiste que venías? Tengo que poner el despertador antes de que se me olvide. Queso. Mantequilla. ¿Habrá comprado el pasaje? Tengo que llamarlo, quizás dónde esté ahora, me carga que se pierda, no sé para que tiene un iphone si esos aparatos del demonio sólo sirven para dar status. Mi abuela tiene unos aros negros y dorados que podría haberle robado en el último viaje. Tengo que acordarme de pedírselos cuando vaya el martes. Queso. Mantequilla. Aceitunas. De las que tienen amargo. Rayos, dejé prendido el calienta camas. ¿Cuánto pagaré mensualmente por la luz cuando tenga cuarenta años? Temas de actualidad, que desastre será cuando el barril de petróleo llegue a los doscientos dólares. Insecticida, barata asquerosa. Sí, se ve bien sobre mi cama... tengo que cambiar el ringtone, o subirle el volumen. Esa pita se va a quemar con el calor de la ampolleta. Ya pues, ¿dónde estas? Voy a prender el computador altiro, antes de sentarme, asi voy a buscar coca cola y cuando vuelva ya estará prendido. La ropa de la lavadora. Mantequilla. Dos cucharadas y media, era algo como recetitas faciles, mejor busco en google. Y pensar que en Arabia una señora le puso google a su hija. No va a tener gas, mejor me siento frente al computador como una idiota, inmediatamente. Antes de que se me olvide que tenía que escribir esto.

Un mundo diferente

Hay un mundo muy diferente allá afuera. Se pasea ante nuestros ojos implorándonos que lo tomemos en cuenta y, sin embargo, nos damos cabezazos unos con otros porque nos quedamos absolutamente ciegos, conchalevale.
Ese mundo que nos espera es prácticamente cuadrado. Por este mundo, Cristóbal Colón hubiera muerto en la guillotina por difamador y por este mundo deberíamos dar la vida todos. Yo daría mi vida por este mundo precioso que amenaza con calentarnos los pies y sacudirnos con sus represalias naturales, todo el daño que le hacemos al apretar el botón del desodorante ambiental, entre otros productos que arruinan la faz de la tierra.
La tierra sufre, queridos míos, nosotros sufrimos también. Sufrimos las consecuencias de cada acto siniestro que profieren nuestras torpes manos al introducirse en la naturaleza.
Siento tanto no poder convencerlos de esta forma tan poco sutil, pero de acuerdo a las últimas estadísticas, a nuestro planeta no le quedan más de quinientos años de vida. Como lógicamente sabrán, es seguro que no estaremos vivos en medio milenio más pero aún así me sentí en la necesidad de decírselos, por si es que recuerdan el datito freak y se lo cuentan a sus amiguitos. Que la vida es muy corta y hay un mundo muy diferente allá afuera, esperándonos.

Plantarme tulipanes

Prendí la tele para hacer de cuenta que no lo esperaba de forma tan preparada. Me miré al espejo tantas veces que memoricé mis lunares y me concentré en mantener intacto el maquillaje y evitar por todos los medios que se me desprendiera el rubor de las mejillas.
Me arreglé el pelo siete veces, me quité doce pelusas de la falda y comencé a hablar sola, preparando un discurso improvisado y unas sonrisas espontáneas y creíbles.
Media hora después, veía pelusas en donde no habían, el lápiz labial se había derretido en mi boca ansiosa y se me habían acabado las palabras inteligentes para decírselas y hacerme la interesante cuando estuviéramos frente a frente.
Cuarenta minutos después y no quedaba rastro alguno de las sonrisas ficticias y veía montañas de pelusas arrimarse sobre mis piernas. Todo mal. Me han dejado plantada y algo huele a quemado en el horno.
Apago la tele y con un profundo pesar en el alma me doy cuenta de que no valió la pena lavarme, secarme, peinarme y plancharme el pelo de esa manera tan dedicada, porque simplemente le importo tan poco que ni siquiera se tomó la molestia de avisarme de que no vendría a verme. Hay tantos medios por los cuales decirme que no le intereso, un mensaje de texto, por chat, por teléfono, por señales de humo y por telekinesis. Pero realmente parece que se dio cuenta de que no le intereso en lo absoluto…
Suena el timbre.
Es él.
Me miro al espejo por centésima novena vez y todas las suposiciones se me han olvidado. Atrás quedaron los análisis de su frío atraso y me preparo para mirar por el ojo mágico como camina de esa manera hermosa mientras sostiene un ramo de tulipanes en la mano derecha.

Emisor y receptor

Hola hola hola hola... se lo repetí como doce mil quinientas veces pero no me devolvió el saludo. Seguro que es porque hay una interferencia enorme entre su craneo y el mío, y la cantidad de pensamientos diluídos y abstracciones inútiles de pasados recónditos y secretos superfluos.
Después me dijo "hola" y me dí cuenta de que me había ido en volá pensando tonteras. Así es la vida del emisor y el receptor.

viernes, 28 de agosto de 2009

Esta noche

Esta noche. La que nos convoca y nos provoca. Esta noche que sin saber en qué momento dejó de ser noche para despabilarnos las madrugadas. Esta noche, que es única e irrepetible, es nuestra y de todos a la vez. Esta noche que nos emborracha y nos ata, que nos revuelca y revela los más grandes misterios del pensamiento. Es ésta la noche que hemos esperado toda la vida.
Esta noche nos regala cientos de minutos para encontrar posibles y potenciales soluciones al mundo trastornado que nos tocó vivir. Mala suerte caer en estas fechas, pero ésta noche podemos arreglarnos la vida con tan sólo comprender cómo funciona.
Esta noche, la que nos envuelve y engalana, esta noche no sólo nos acompaña, sino que nos engaña. Nos revuelve las entrañas, esta noche que no extrañas porque no es noche, es mañana. Esta noche que nos tiene pensativos y enamorados, de cada pedazo de cosmos que nuestra retina alcanza a observar, a lo lejos, algo me dice que esta noche es la que recordaremos cuando todo se termine.
Esta noche aún no se acaba. Recién comienza, cuando mueves las pestañas.

domingo, 23 de agosto de 2009

Nubes y flojera


¡Ya sabemos que hasta Rihanna y su umbrella, fue inspirada por los Beatles!

Hay que dejar que la lluvia caiga, así como se cae la bolsa, como cae el agua en la ducha, como me caigo yo en la calle y como se caen las ilusiones de seguir en vacaciones. Estoy igual, así como con un tic en el ojo, de ver lluvia... oh quinta región, si Dios quiere, iré a verte.

Recordaba que hace un tiempo le di harto al disco "The man who" de Travis, sobre todo aquella balada salpicada de gotitas de lluvia "why does it always rain on me" y me motivaba a ponerme el abrigo, tomar el paraguas e ir a clases cuando quería ser diseñadora, y muchas veces el tema me la ganaba bajo la lluvia, estaba a punto de tomar micro y sucedian las cosas más raras que podrían sucederme y me daba miedo, volvía a meterme al ascensor y me iba directo a mi cama, y veía matinales nacionales comiendo pie de limón con jugo de arándano.

La irresponsabilidad, por tanto, tiene mucho que ver con la humedad ambiental. Aquí en Antofa, me cuestan encontrar motivos para quedarme en cama en días potencialmente nublados, las nubes muchas veces amenazan y amenazan, pero nunca pasa nada, así que mi cuerpo tendrá que adquirir alguna enfermedad sicosomática porque los matinales nacionales cada día estan más entretenidos. O por último el Sony o si ya es mucho el aburrimiento, el canal japonés donde bailan personas raras y hace que me sienta bien cargando con el peso de mi propia flojera.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Puntos suspensivos

...algo parecido al amor me quema las pestañas. Hace que la diversidad de idiomas y temas pasen a ser la rutina más desconcertante y emocionante. Todo lo leo más de tres veces. Pero me pregunto si es cierto o si la mentira se cuela entre sus dedos refinados cuando se trata de masajear mis pensamientos.
Algo parecido al amor conmueve y mueve al mundo. Yo lo observo de lejos, queriéndome hacer la que no me interesa, pero las pestañas chamuscadas y las horas extras de suposiciones virtuales nos pasan la cuenta. Es mucho peso cibernético para tantas sonrisas tímidas, son como novecientos megas de coqueteo, demasiado para que quepa en un cd...

Vivir con pánico (escénico)

Pánico. Temblor. Aceleración de la frecuencia cardiáca. Más pánico. Terror.
Miro el vacío inmenso de saberme una completa inútil en el campo de la oralidad. Me pesa tanto, que se me encorvan los hombros y recurro a sofisticadas técnicas de evitar hablarles a más de cuatro personas. Tomo un cuaderno y hago como que escribo, pero no anoto nada. Que el profesor no me mire, no me pida la palabra, no me haga hacer el ridículo. Mi capacidad de habla ante un auditorio es equivalente a la de un chimpancé con hematomas en el cráneo y un claro retraso mental.
Eso es todo, amigos. No sirvo para esto. Lo entiendo y asumo.
Pánico.
Hace un par de años (no diré cuantos) podía disfrazarme de Napoleón Bonaparte y recrear un pasaje de la historia francesa, ridículamente vestida de hombre, frente a un curso de cuarenta personas, sin que se me moviera un pelo (ni una mota de algodón). Tenía todas las armas y los arquetipos de cómo comportarme ante el público sin que me temblaran las piernas ni mis manos sudaran como una puerca.
No sé que pasó en el camino. Sufrí de un colapso neuronal y una avalancha de terribles pensamientos abstractos con respecto a lo que significa dar una opinión en una clase, lo que posteriormente se convirtió en una constante tortura. El mundo entero insistió en darme consejos para superar los estigmas de una neurótica; imaginar que a las personas que les hablo se encuentran en pelotas, pensar que estoy hablando sola (lo cual raya en la locura), mirar un punto fijo y dejar que mi mente procese las palabras para luego escupirlas sin tartamudear.
Pero es aquí donde radica el problema. Vivir con pánico escénico para muchos es un signo de inseguridad, para mí en cambio, representa un temor a vomitar las palabras que no se pueden decir frente a la concurrencia. Las ideas más disparatadas, las palabras menos indicadas, los pensamientos más absurdos. Pánico. Me da terror que la gente escuche lo que tengo en la cabeza. No porque sea una psicópata, sino porque siento miedo de tener miedo.
Vivir de esta forma, en un mundo globalizado que te exige presencia física e intelectual frente a todos, demanda una total atención a las ideas que la gente manifiesta. Otro grave problema, parece que soy incapaz de retener la información que no me interesa, lo que me transforma en una estudiante floja, irresponsable y poco práctica.
Utilizo mi mala memoria como principal soporte, los minutos miserables ante una exposición para escribir rápidamente las cien palabras que debo decir y luego hacer de cuenta de que todo me sale muy natural. Debe ser porque sufrí de matonaje mental en la escuela, de un bullying intelectual que arrasó mi autoestima y de paso mi subconciencia que se aferra a la idea de que se puede vivir así. Pero no se puede, por lo menos en mi caso no.
Me siento como se sentiría un artesano que le han amputado ambas manos, como un dentista ciego, como John Lennon sin instrumento, como un pescado flotando en el estanque del inodoro, como una periodista que le cuesta demasiado hablar frente al público. Es tan complicadito este asunto, que he llegado a cuestionar la existencia de inteligencia en mi masa encefálica, mi estado de ánimo, mi estado de pánico y mi estadía en la universidad, pues a sabiendas de que mi coeficiente intelectual no sorprende a nadie y la gran mentira de tener características de niña índigo y supersensible, me estanca y me limita.
Pero es cosa de tiempo. Además de ser una completa perdida de las artes verbales, tengo una leve esperanza de que pueda desarrollar otras aptitudes, como tocar el charango o hacer pies de limón sin quemarme las manos. ¡Vaya uno a saber!

sábado, 15 de agosto de 2009

Sueño copiapino en invierno

Todos los que hemos crecido en ciudades chicas conocemos muy bien lo que significa la frase “pueblo chico, infierno grande”. No es poco común toparse con amigos, conocidos, parientes, profesores, amantes y extraterrestres con quien hemos forjado lazos en los distintos lugares de dispersión que ofrece la ciudad, siendo casi siempre el supermercado como principal punto de encuentro.
Déjenme que les cuente como funciona la ciudad de Copiapó. Para los que no la conocen o solamente la han visto de pasada, mi querida ciudad de los jacarandas se encuentra ubicada en la tercera región de nuestro país. Para muchos no es más que la ciudad cercana a bahía inglesa y la playa la virgen (la más bonita de Chile), pero la tercera región no sólo es un trozo de tierra olvidada por muchos y visitada por pocos, es el centro de reunión de quienes partimos a estudiar afuera y volvemos en ciertas fechas del año que coinciden con fines de semana largos, vacaciones de verano e invierno y también Halloween.
Copiapó tiene algo mágico y aterrador al mismo tiempo. Su clima es tan impredecible como conseguir una entrada para la discoteque a la que van todos (cuando digo todos, son todos, pero no diré cual es para no hacerle publicidad pero creo que ya todos saben que se trata de aquel lugar que lleva el nombre de japoneses suicidas) porque aquí lo que la rompe es ir a encerrarnos a un antro de perdición nocturno en donde nadie puede respirar bien y chocas con todo el mundo. Pero está bien, es el precio que debemos pagar por toparnos con aquellos conocidos que nos ofrecen un cigarro y un baile. Pocos compran trago en la barra porque cuesta lo mismo que pagar por una botella del mismo licor en la botillería de la esquina. Y eso es lo que todos los copiapinos hemos hecho más de alguna vez, comprar alcohol en cantidades industriales y partir a las dunas o en su defecto, tomarnos hasta las molestias en el estacionamiento de la disco.
Una vez que entras al lugar, no puedes bajar la vista porque conoces a todos y a cada uno de los que se amontonan en la entrada haciendo exactamente lo mismo que todos, mirando rostros de manera superflua, prendiendo un cigarro para no ser tan obvia, intentando evitar que te den vuelta un copete por la cabeza y que no te pisen. Cuando nos comenzamos a ahogar, con mis amigas nos arrancamos al baño. En realidad nadie va a hacer nada al baño, salvo a mirarse al espejo y conversar. Mi amiga Javiera, siempre escéptica, me dijo sabiamente el jueves recién pasado una frase que no olvidaré: “algo le pasa el agua de Copiapó porque puta que están todas rubias”. Y es tan cierto que me quedo pegada mirando las blondas cabezas que se pelean el espejo y se quitan los delineadores de ojos con bruscos movimientos. Algo le pasa al glamour de Copiapó y con la Javiera nos reímos sin bajar la voz. Tenemos las cabezas más oscuras dentro del baño y en el fondo, pese a mis reclamos por querer tener el pelo un poco más claro, me siento contenta de mi color natural y la Javiera se apresura a leer mi mente para afirmarme que estoy en lo correcto con mis pensamientos idiotas.

El amor está en el aire. El estruendoso reguetón y los brillos comienzan a enceguecernos. Vamos por un vodka. Claro, somos los peores en organizar previas y generalmente nos juntamos a la hora exacta en la disco, al límite de justo de no pagar entrada y nos colamos porque tenemos influencias gracias a Romeo. Compro un vodka piña que se demora tanto que el primer sorbo me lo tomo con el alma. Sin embargo, el tipo de la barra confundió el jugo de piña con el jugo de limón natural y recién exprimido para los tragos preparados y me devuelvo con mi mejor sonrisa a pedirle que me lo cambie. Todos me miran feo porque no hago la fila “no existente” para cobrar el trago, pero igual logro ganarme a la niña de mi lado contándole mi desgracia con el trago y me deja pasar. Me consigo un cigarro, tomo un sorbo de mi exquisito nuevo vodka y mis amigos comienzan a mover las patitas.

Resulta que mis amigos son tan bailarines, que no necesitan ni pareja para lograr colarse a la pista de baile. Tampoco les gusta pasar piola ni quedarse en un rincón apartado moviendo las manos para todos lados, sino que siempre conseguimos llegar al epicentro de la acción, el lugar exacto en donde se ubica la válvula de agua que nos moja cuando el loquito que anima la fiesta comienza a gritar “agua, agua, agua”.
Completamente asumida de mi condición de cero gracia para el baile, abrazo a Romeo y comenzamos a dar vueltas poco sincronizadas e intentamos respirar entre las risotadas que nos produce ver al Camilo “apretadito” Varela dándoselas de latin lover con sus pasos sofisticados y especialmente sensuales. Se me acaba el vodka e inmediatamente la gente conocida comienza a hacer su aparición con una repartición de abrazos, tragos, besos y promesas de futuros carretes. Los saludo a todos. Les sonrío a cada uno de ellos porque me alegra ver rostros conocidos en la misma incómoda situación en la que me encuentro, intentando bailar una clase de música que no me parece más que una batucada particularmente desafinada. Rara vez tocan un tema que me gusta y si sale Guns and roses, lejos de creernos rockstars, todos pifean porque saben que es el preambulo de la seguidilla de temas rock latinos que nadie baila. Y comienza a caer agua. Todas corremos con la mano en la cabeza por los siguientes motivos:
1.- Nos desarma el peinado.
2.- Podemos resbalarnos, caernos y morir.
3.- El agua es de dudosa procedencia.
4.- No es cómodo andar mojado.
5.- Fuera de la disco hay cinco grados y resfriarse es el peor panorama de vacaciones de invierno.
Yo ya no aguanto más el ahogo, la multitud ni la música. Así que, en un repentino arranque de cordura, algunos nos vamos a tomar aire afuera. Y Copiapó nos vuelve a engañar, afuera no hay aire; ¡hay más gente!. Y todos reflexionamos acerca de lo que pasaría si se incendiara la disco o si hubiera un terremoto y se partiera la tierra por la mitad y todos cayéramos al abismo.
Nos reímos otro rato, prendemos otros cigarros, abrazamos otros vasos y finalmente decidimos, algo abatidos, salir de aquel sofocante lugar e ir a bajonear. Si usted está leyendo esto y es mi madre o no entiende, le explico: bajón se le llama al anormal hambre que se siente después de bailar, tomar o drogarse. Es la clave del éxito de aquellos locales de comida rápida nocturna esparcidos a lo largo y ancho de la ciudad.
Copiapó a las cuatro de la mañana no nos ofrece una vista muy acogedora. Hay una neblina tan densa que podríamos ponerla en un cono de helado y comérnosla, aún así preferimos ir a comprar unos completos y luego irnos a dormir. Cansadísimos de estar parados cuatro horas dentro de un lugar que no respeta el metro cuadrado personal, un lugar que no es cómodo ni acogedor, pero que nos resulta peligrosamente atractivo.
La noche copiapina para muchos quizás es fome, pero para quienes nos subsistimos de sus recuerdos nos resulta completa e irrevocablemente seductora.

viernes, 14 de agosto de 2009

Mujeres al poder

Desde los inicios, en la historia escrita en la Biblia, ha quedado claro el rol secundario que cumple la mujer a través de sus páginas. Eva no sólo fue creada en segundo lugar, sino que su rol básico sería apoyar al hombre en su plena hegemonía en el planeta a través de una secuencia temporal infinita. Y no sólo ha cumplido bien su cometido, sino que ha sabido sortear con inteligencia y suspicacia las trampas del destino, de un duro estigma reconocido como el “sexo débil” y hasta salir airosa de una jugarreta relacionada con una manzana y una serpiente.

Sin embargo, el género femenino abarca más allá de lo netamente biológico como matriz y creación de vida. Las mujeres no sólo son portadoras de óvulos, sino que se encuentran definidas socialmente por la percepción que tiene sobre ella el entorno que las rodea. Claramente las mujeres no son vistas de igual forma en todos los lugares físicos del globo. Mientras Marilyn Monroe desbordaba sensualidad a finales de la década de los cincuenta y revelaba a la prensa que todas las noches dormía desnuda y sólo con unas gotas de Chanel n°5; en el medio oriente y hasta el día de hoy, millares de féminas aún deben cubrirse de pies a cabeza con grandes túnicas porque así está impuesta la ley en sus países de origen. Son millones de mujeres condenadas a callar y cubrir no sólo sus cuerpos, sino que sus pensamientos, ideales y sueños.

Sin embargo, en la sociedad occidental, muchos de los prejuicios que envolvieron a las generaciones femeninas y de las cuales se tengan registros escritos, apuntan a una sociedad machista de deliberado control y posesión masculina por sobre los derechos de las mujeres. En la literatura clásica se puede apreciar con claridad, sobre todo en las novelas de corte pastoril, cómo el patrón tiene el control completo sobre su esposa, cómo elige a los pretendientes de sus hijas e incluso cómo inicia sexualmente a muchas de las empleadas que nacen y mueren en un hogar déspota, bajo reglas estrictas de comportamiento social que incluso llegan a degradarlas como seres humanos y pasan a ser una propiedad de exclusiva producción.

Hasta hace algunas décadas se ha criticado que la misma mujer ha permitido que se desarrolle una sociedad masculina. Las madres realizan hasta las mínimas labores individuales de sus hijos, hacen sus camas, cocinan, lavan y planchan porque así lo han hecho sus madres y sus abuelas. Y porque así está establecido dentro de los cánones de comportamiento social. Los hombres fueron creados para el trabajo arduo y las mujeres deben quedarse en casa y ser dueñas del hogar.

Aún así, una gran cantidad de mujeres han debido, por razones de fuerza mayor, ingresar al mundo laboral para satisfacer las nuevas necesidades que han surgido en sus vidas mientras intentan hacerse un lugar dentro del mercado del trabajo. El más hermoso privilegio de ser madres exige también deberes que responden a una necesidad proteccionista hacia los hijos. Miles de mujeres debieron aprender los oficios que estaban destinados sólo para el género masculino, porque debían conseguir dinero para alimentar y educar a sus hijos. Y lo hicieron frente a toda adversidad y bajo las miradas resentidas de hombres y curiosidad de mujeres que vieron cómo se gestaba una silenciosa revolución femenina.

Sin embargo, y en gran parte gracias a la globalización que ha permitido obtener las herramientas para acceder a una nueva información, es que las mujeres están comenzando a desarrollarse en nuevos ámbitos. Han descubierto que pueden realizar las mismas labores que realizan sus esposos e incluso pueden perfeccionarse debido a su esencia detallista.
Un claro ejemplo de ello fue Eloísa Díaz Insunza, quien en el año 1881 y con sólo 15 años ingresó al bachillerato de la Universidad de Chile para posteriormente ser la primera mujer sudamericana en cursar estudios superiores y lograr ser médico en una sociedad que no veía con buenos ojos que una jovencita entrara a un auditorio lleno de hombres y estudiara con sus pares. Era tanta la presión del medio, que debía entrar a la sala de clases acompañada de su madre por temor a sufrir alguna clase de discriminación que le impidiera continuar con sus estudios. Aún así, fue tanto su esfuerzo por cumplir el sueño de educarse, que incluso creó el Servicio Médico Escolar de Chile, pionero en América Latina, por lo que en un congreso internacional fue declarada como la "Mujer Ilustre de América".

Pero en esos años no sólo causaba revuelo el hecho de que una joven ingresara a la universidad, el ambiente nacional estaba revolucionado porque poco antes se había inscrito una mujer, Domitila Silva, en el servicio electoral de Chile, argumentando que cumplía con todos los requisitos para elegir a sus gobernantes; tener nacionalidad chilena y saber leer y escribir. Poco pudieron hacer los conservadores, que tuvieron que aceptarla. Sin embargo, poco después se prohibiría expresamente el voto femenino, lo que movilizó a una gran masa de mujeres que exigían poder ejercer su derecho sin tener mucha respuesta ante sus peticiones. En otras partes del mundo, muchas mujeres con similares anhelos luchaban por conseguir un espacio en la sociedad, que sus opiniones fuesen tomadas en cuenta porque comprendieron que era el primer paso para lograr una equidad de sexos y no ser rebajadas a simples amas de casa y condenadas a aceptar de forma irrevocable los mandatos de una sociedad machista. Sin embargo, bajo esa misma presión, muchas de ellas sucumbieron, es el caso sucedido el año 1903 cuando miles de mujeres fueron encarceladas en Londres por realizar una marcha que buscaba obtener derecho al sufragio, lo que no sólo trajo consigo la exposición de la visión femenina por un replanteamiento de los derechos humanos, sino que una reflexión de la sociedad en general y el darse cuenta de que podían silenciar los ideales femeninos, pero no por ello evitar que se siguieran gestando en sus mentes.
Pero la lucha de las mujeres no ha sido infructuosa. Ha valido la pena el esfuerzo sufrido por este mal llamado “sexo débil”, porque gracias a la constancia de ellas, hoy en día las mujeres no sólo estudian en las universidades, sino que en la mayoría de los casos, superan en número a los estudiantes varones. No sólo obtienen títulos académicos, las mujeres de hoy son profesionales reconocidas, líderes de opinión, madres y ejemplos de tenacidad y perseverancia. Mujeres que incluso han abrazado tendencias, de las que en algún momento de la historia fueron fríamente apartadas, como la política.
En la retina de nuestro país quedó grabado el día 15 de enero del 2006, cuando Chile escribió parte importante de su historia al presenciar por vez primera cómo una mujer llegaba a la cabeza del gobierno. Michelle Bachelet alcanzó la presidencia en una segunda vuelta y con un 53,49% de los votos, superando ampliamente al candidato opositor ganando en doce de las trece regiones que comprenden el país. Y Michelle no sólo se convirtió en la primera presidenta de Chile, sino que además es una de las seis mujeres que han gobernado en América Latina.

Que el feminismo ha existido siempre a lo largo de la historia, puede afirmarse en distintos sentidos. En el sentido más amplio del término, siempre que las mujeres, individual o colectivamente, se han quejado de su injusto y amargo destino bajo el patriarcado y han reivindicado una situación diferente, buscan por sobre todo una vida mejor. Lo que no sólo las ha llevado a enfrentar a la sociedad que muchas veces la denigró al nivel más básico, sino que las obligó a no perder el espíritu de superación y con ello a alcanzar el respeto no sólo de los hombres, sino de su mismo género. Las mujeres ya no son simples personajes de la historia de la humanidad, son el brillante futuro de un mundo más sensible y humanitario, que busca una equidad que ha dejado de ser una quimera, para volverse una realidad
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Lo triste de no ser ella

Lo triste de no ser ella, es que se mueve como si los árboles se olvidaran de soplar con fuerza. Yo en cambio, me derrumbo al menor desnivel del suelo. Mientras ella se desliza, yo ruedo hacia los centros de comida rápida que por opción personal, me ofrecen todo el cáncer en pequeñas dosis fritas que necesito para morir antes de que la soledad arrase con mi sombra.
Mientras ella camina, guarda amuletos, mira las hojas cafés desparramadas en el suelo y se prepara para una noche brillante, yo me muerdo las uñas enterradas en libros espolvoreados de mala suerte y pocos aires nuevos. Me preparo para nada, en un futuro en donde lo insípido toma el personaje principal.
Y la protagonista anda sin zapatos por un templo que no conoce pero que lo recuerda de otra vida. Las paredes grises y las cortinas de encaje se mezclan con el aroma dulzón del amareto y las figuras de maderas talladas en las esquinas. En el centro hay un pequeño escenario, y se pregunta qué hay detrás de la cortina rosa. Unos jóvenes beben absenta y la invitan a sentarse a su lado, pero no son sus amigos. Son personas traídas de otras épocas que le inspiran un dolor tan nauseabundo que sólo se limita a caminar sin sentir nada, en medio de la nada y esperando nada.
De pronto, se abre una puerta. Una cosa parecida a un astronauta camina hacia mí y me asusta. Pero es sólo el repartidor de pizzas. Yo me pongo redonda, mientras ella cepilla su largo pelo castaño y yo me pudro en la ciudad de las luces ciegas, otra vez.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Una receta y una quemadura

La magia ocurre en la cocina. Las quemaduras también.

Presiento que tendré una cicatriz enorme en mi mano derecha hasta que los gusanos devoren mi cadáver en el ataúd. Resulta que me quemé haciendo un pie de limón que quedó maravillosamente exquisito pero con el cual me gané una postulación a miss coaniquem de este año.
Lo prometido es deuda. Aquí esta la receta improvisada e inventada por muá oh lala. Que igual es súper fácil pero recomiendo que se pongan guantes de cocina hasta para apretar el botón de la batidora porque ése artefacto electrodoméstico igual es diabólico y siempre se las ingenia para atorarme los dedos y cubrirme de harina el pelo y los pensamientos.

¡¡Tome nota y manos (con guantes) a la obra!!

Ingredientes:
PARA LA MASA
-2 tazas de harina
-2 huevos
-Una taza de mantequilla
-Azúcar al ojo
-Media cucharada de polvos de hornear

PARA EL RELLENO
-1 tarro de leche condensada
-1 limón
-2 claras para el merengue
-Azúcar flor

Intrucciones:

Para empezar, prenda el horno no muy fuerte, luego consigase una fuente grandota en donde podamos mezclar todos los ingredientes. Una vez que lo tenga en la mano, deposite todos los ingredientes (para la masa) en cualquier orden porque eso de que primero va la harina con la mantequilla y se debe revolver lentamente mientras se le agrega azúcar, es una mentira.

Una vez que todo este dentro de la fuente, revuelvalo con la mano, con la cuchara de palo o con la batidora. Luego amase hasta que no se pegue en las manos, para ello le recomiendo que contínuamente esté agregando pequeñas cantidades de harina. Luego enmantequille una fuente que sea resistente a las altas temperaturas y deposite la masa sobre ella, para luego darle la forma con los dedos y aplastarla hasta que parezca una cama de masa. Hágale los bordes un poquitito más alto de lo normal para que no se le escape el relleno.

Luego meta todo el menjunje dentro del horno y vaya a lavar todo lo que ensució. Luego que ha dejado impecable, abra el tarro de leche condensada y póngalo en alguna fuente. Parta por la mitad el limón (con harto cuidado y sin rebanarse los dedos) y exprímalo sobre la leche condensada. Revuelva enérgicamente.
Revise el horno, por si es que la masa se infló y cobró vida propia o sólo para comprobar de que todo va bien.
Ahora en otra fuente prepare el merengue, deposite las dos claras que previamente separó de las yemas y bátala hasta que quede en su punto nieve. Agregue azúcar flor a gusto y revuelva hasta que se aburra.
Una vez que la masa está cocida, sáquelo del horno (CON GUANTES POR FAVOR) y póngale el relleno de leche condensada con limón y luego encima el merengue. Meta nuevamente al horno y espere a que el merengue quede levemente tostado.

Y luego deje enfríar o cómaselo caliente. Sólo las personas muy delicadas emocionalmente se enferman del estómago con las masas calientes, porque es otra vil mentira.

Espero que les sirva y si no les tinca hacerlo, vayan al supermercado donde por dos lucas pueden comprarlo hecho y se ahorran el lavado de loza y posibles quemaduras.




domingo, 9 de agosto de 2009

Las cosas que me funaron

Existen tantas canciones, anécdotas, frases, comidas, comedias, olores, reclames comerciales y películas de bajo presupuesto en donde rescato buenos momentos que guardo con esfuerzo en mi bitácora de memoria a largo plazo y que me hacen inmensamente feliz. Los recuerdo en cualquier momento del día, cuando estoy haciéndome el ánimo de levantarme por las mañanas, cuando el dial de la radio no sintoniza bien y decido manejar en silencio por la ciudad o cuando tomo té con la mirada idiota y perdida mientras mi papá mi mira con cara de preocupación.
Hay personas que se dejan llevar por estas gratas instancias al punto de babear, lo que no resulta tan preocupante como aquellos que sólo viven a través de estos recuerdos y que les impide avanzar con sus vidas desdichadas.
No es mi caso. O al menos dejó de serlo hasta hace poco tiempo, cuando me dí cuenta de que si bien mi vida aún no tiene sentido y no lo tendrá hasta que alguien me regale un mantra o logre vencer al karma de la mala suerte que ronda mi metro cuadrado y que me amenaza con explosiones de neumáticos y fallas de agua caliente, por lo menos sigo consciente de que la idea no es quedarse pegado en el pasado, sino que construir día a día nuevos recuerdos que me hagan inmensamente feliz en algún momento incierto del futuro.
Pero como les contaba acerca de estas pequeñas instancias de felicidad absoluta, también existen personas o situaciones que me las han funado de una manera espantosa. Hace algunos meses un amigo que suele torturar su guitarra y su voz decidió hacer un cover poco agradable de “Hey Jude” de los Beatles y muy entusiasmado, decidió mostrármela sólo con el fin de molestarme un rato. Como se supone que soy buena amiga y debo escucharlo aunque sus canciones muchas veces rayen en lo estúpido, le puse atención al cover que grabó en su computador. Debo admitir que me reí muchísimo cuando comenzó a sonar una melodía similar a Hey Jude sólo que con una preocupante voz molesta. Y desde aquel día no existe ninguna vez en que yo escuche esa canción y olvide que mi amigo Ratón le hizo un cover tan malo que su voz se quedó pegada en mi inconsciencia. “Heeeey Jude, don’t make it bad”. Por la cresta. Pero no sólo se contenta con cantarla de vez en cuando, sino que pretende hacer una serie de grabaciones de tributo a los Beatles con los coros de las canciones más conocidas. Y estoy segura que no sólo me arruinará Hey Jude, sino que se vienen un montón de versos mal cantados con una voz aguda y siniestra.
Así son los amigos.
Así son las cosas que me funaron.

Dime Diosito: ¿soy inmortal?

Mis vacaciones de invierno resultaron ser excesivamente flojas. No hice absolutamente nada más que transformar oxígeno en dióxido de carbono y masticar comestibles mientras con una mano navegaba por Internet y con la otra hacía zapping. Llegué incluso a aburrirme de tanto vagabundeo de mi parte. La nana de mi papá me llevo desayuno, almuerzo y té a media tarde a la cama, en una bandeja verde con un mantel floreado. Todos los carbohidratos juntos en un mismo plato; rebosante de fideos en una salsa de aceite con papas fritas y un pedazo de carne que parece haber sido freído en una paila de gitanos; pedazos de tortas de dudosa procedencia y antigüedad e interminables vasos de coca cola. Yo ni siquiera me detuve a pensar en la inexistencia de esfuerzo físico en mi vida, ni en las consecuencias de tragar como un maldito monstruo obeso.
Total, dentro de mi consciencia y en realidad dentro de la consciencia colectiva de todos aquellos que tienen más o menos mi edad, me creo inmortal. No importa si en el carrete de anoche me fumé una cajetilla completa y además tuve el descaro de pedir unos cuantos más a mis amigos, porque realmente no creo que me muera el día de hoy por un cáncer al pulmón fulminante que se desarrolle a la hora de almuerzo. Tampoco creo que moriré por un coma etílico chelístico, ni por una gripe ganada por tirarme a una piscina congelada a las seis de la mañana. Es más, ni siquiera creo que me muera por andar manejando un auto demasiado pequeño y excesivamente chocable a altas horas de la madrugada.
Pero no es que yo quiera exponerme a una muerte súbita por exceso de colesterol ni ser arrollada por un camión de Lipigas, sólo que creo que no es posible tener tanta mala suerte. Si bien la muerte es un tema de discusión recurrente entre mis neuronas cuando estoy a punto de dormir, no creo que ésta se abalance sobre mí y me arrebate la vida así como así. O por lo menos eso creo.