lunes, 31 de agosto de 2009

Un minuto de corriente de consciencia

Se ve bien sobre mi cama. Mi almohada café y morada, tengo que lavar el cobertor blanco y sacar el resquicio de talco que quedó sobre la alfombra. ¿Qué pasa que no llegas? Aún me duele el dedo que me pillé tratando se sacar galletas de la lata del té, que dejó de ser lata del té y ahora es lata de galletas. Espera, esto ya lo viví antes. ¿O lo soñé? Anoche dormí mal, volví a apretar los dientes, ¿a que hora dijiste que venías? Tengo que poner el despertador antes de que se me olvide. Queso. Mantequilla. ¿Habrá comprado el pasaje? Tengo que llamarlo, quizás dónde esté ahora, me carga que se pierda, no sé para que tiene un iphone si esos aparatos del demonio sólo sirven para dar status. Mi abuela tiene unos aros negros y dorados que podría haberle robado en el último viaje. Tengo que acordarme de pedírselos cuando vaya el martes. Queso. Mantequilla. Aceitunas. De las que tienen amargo. Rayos, dejé prendido el calienta camas. ¿Cuánto pagaré mensualmente por la luz cuando tenga cuarenta años? Temas de actualidad, que desastre será cuando el barril de petróleo llegue a los doscientos dólares. Insecticida, barata asquerosa. Sí, se ve bien sobre mi cama... tengo que cambiar el ringtone, o subirle el volumen. Esa pita se va a quemar con el calor de la ampolleta. Ya pues, ¿dónde estas? Voy a prender el computador altiro, antes de sentarme, asi voy a buscar coca cola y cuando vuelva ya estará prendido. La ropa de la lavadora. Mantequilla. Dos cucharadas y media, era algo como recetitas faciles, mejor busco en google. Y pensar que en Arabia una señora le puso google a su hija. No va a tener gas, mejor me siento frente al computador como una idiota, inmediatamente. Antes de que se me olvide que tenía que escribir esto.

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