jueves, 16 de junio de 2011

Declaración

Si lo hago, es porque sencillamente no me resigno. No quiero creer que será así durante toda mi existencia. Esta evasión es solamente producto de que no quiero que todo esto sea en vano. Debe haber algo más. Por eso juego a destruir corazones de diferentes y macabras formas, perfeccionando mi maldad para elevarla a niveles insospechados.

Lo enciendo.

Se me apaga.

Lo vuelvo a encender, con más de alguna preocupación rondando por mi cabeza como nubes en un día de verano. Lo llevo a mi interior y me parece hermoso. El sabor de sus caricias en mi garganta, con ese toque de frutos rojos y menta fresca reverberando en mis entrañas.

Enciendo un bosque de besos que la tierra me ofrece para soportarlo todo.

Invierno boreal

Hoy cargo con unos ojos pintados que no son los míos, sino los que quiero que los demás conozcan. Hoy me duermo con esa nostalgia tan propia de no saber si es correcto tragarme lo que quisiera vomitarles a todos. Se me hace complicado cada asunto no resuelto y cada idea desparramada… cuan vaso trizado se me parte el alma de solo recordar que ya nos queda menos.

Sólo que cada anécdota termina por morir en algún momento. Cuando ya todos recuerdan de qué trataba y no hay nadie a quien deba recordar para qué y porqué estoy aquí. Sólo me ven flotando entre tanta nube de nicotina y palabras carcomidas por el tiempo. Sólo me ven flotando en la nebulosa de no saber donde estoy intentando mantenerme a flote, sólo para que mi mundo no se derrumbe detrás de los portales siniestros de sus ojos, que son mis ojos… que son los ojos de aquellos a los que mastican las macabras frases que escupo con ironía.

Hoy estoy más despierta que de costumbre y siento miedo. Un pánico tremendo de saberme inútil, de saberme insignificante. De estas uñas cortas, de este pelo castaño oscuro que amenaza con mantenerse desordenado, con aguantar cada palabra, con cada aliento infructuoso de la nada que surge cuan fuego artificial en este desierto encantado de llovizna y niebla.

Los colores que mi retina sostiene en cada silencio. En mis intentos infructuosos de parecer totalmente cuerda cuando, sólo quiero fallecer para dejar estar esta coraza mortal que solo me amenaza de gastarse cada día, de despreocuparme por la caída de cada una de mis pestañas porque, al fin y al cabo, sólo son pedazos de aglomeraciones de células… me parece de lo más ridículo soportar aún más tiempo en este invierno boreal de la vida misma que aborrezco.