jueves, 27 de enero de 2011

Princesas


Las princesas de mis cuentos de hadas favoritos eran la personificación perfecta de la femineidad y la bondad. Eran excelentes cantantes, cocineras, bailarinas y aún mejor, se comunicaban con los animalitos del bosque mediante el uso de un don secreto muy especial, talentos que solían ser regalos de las hadas o en su defecto, alguna protectora mística.

Las princesas de hoy se delinean los ojos y se ponen pestañas postizas. Algunas se tiñen el pelo de colores estrambóticos. Las prendas de vestir que usan, podrían alarmar a más de alguna abuelita retrógrada. Y cantan rock. Pero ni siquiera lo hacen bien. Les modifican las voces en sofisticados estudios de grabación. Gastan lo inimaginable en publicidad. Venden una imagen moderna que sirva de patrón para las nuevas jóvenes generaciones de niñitas que crecen con modelos de princesas con carácter, que se imponen frente a situaciones extremas, dejando de lado el encanto de la más tierna y enraizada niñez.

Yo me quedo con el tul y el encaje rosa. Me quedo con el vestido confeccionado por ardillitas y pajaritos silvestres del bosque. Me quedo con ese pastel recién horneado que la dulce princesa suele dejar en la ventana para que se enfríe, tentando al gato y a la madrastra. Me quedo con esos recuerdos.

Gracias

Siempre pienso que tengo tanto que decir en este espacio. Me pongo a pensar... y claro, quienes leen este blog,en su mayoría, no son mis amigos ni mis familiares. Son una tropa de desconocidos muy agradables, cuyos comentarios estimulantes no suelo responder pero sí generan en mí un encendido flash-de-luciernaga feliz.
Pues bien, continúo pensando... ¿será hora de que empiece a dejar vestigios impresos de aquellos pensamientos de medianoche? Lo digo por el inminente holocausto eléctrico del cual nos veremos directamente perjudicados quienes hacemos uso y usufructo de miles de millones de servidores y redes tecnológicas alrededor del mundo. ¿O continuamos semicomunicandonos a través de Internet como una gran aldea global de superficialidad y banalidad?
Perdón por ser alarmista.
En realidad, sólo quiero agradecer.
Tenemos suerte aún de que nuestros enchufes funcionen a la perfección.
Muchas gracias.

Carta al destinatario

Hoy releí tu caligrafía. No intenté buscarles un nuevo sentido. Sólo me limité a observar el tamaño de tus letras grabadas en mi papel, dulcemente cursivas, escondiendo su esencia tosca y agresiva. Hoy al releerlas pude comprobar que si tal vez le hubiera tomado más atención a la forma en que escribiste aquel mensaje en mi libreta de flores, hubiera comprendido todo sin tener que esperarte por las madrugadas, ni tener que cargarte por donde fuese, atormentada por las horas, las condiciones y los mensajes subliminales con las cuales me apuñalabas todos los días.

Por suerte no fueron muchos días. Desde que te conocí hasta que decidí borrarte de mi vida no deben haber pasado más de cien días. Y fueron tal vez los cien días más felices y más caros en la historia de los días nefastos. No podemos negarlo. Ambos sabíamos que se trataba de un espejismo. El desierto nos unió por una simple razón; confundirnos.

Yo estaba enamorada de ti. Deseché mis ideales antiguos e idealicé tu semblante y pasaste a tener mi sangre. Me debía a ti, tú te debías a mí. Las historias de amor, las más descabelladas, ésas en que se vencían todos los obstáculos, a tu lado existían como existían nuestras aprehensiones. Como nuestras noches eternas hablando de la muerte.

¿Nos equivocamos demasiado, verdad?

Éramos jóvenes…

Hemos crecido bastante desde la última vez que nos vimos.

La última vez que nos vimos yo pensé que me moriría.

¿Cómo pudo ser amor eso?

Me niego a creerlo.

Hoy releí tu caligrafía. Le prendí fuego a la tinta que escurrió de tu cerebro y que se quedó tatuada en mi retina. Me di cuenta que dejarte ir ha sido la decisión más inteligente y acertada de mi precipitada vida. No me quedaban más comodines. Sabía lo que vendría. Conocía tu jugada y me retiré con la esperanza de no salir tan perjudicada.

La de noches que me pasé aguardando alguna señal tuya, alguna señal de aquellas que procurabas guardar cada día para mí, se habían ido, como tu sombra, como tus luces. Estabas tan apagado. Y tuve tanta, tanta, tanta suerte de dejarte ir con el dolor de mi alma, que me ahorré muchas nuevas llagas.

No te dejé ir. Me fui yo. Tú te quedaste aferrado a ése desierto. Con un duro espejismo nuevo que probablemente haya cambiado parte importante de tu ser. Yo también cambié.

Éramos jóvenes…

Fue hace trescientas lunas.

Te cuento que ya no me sirves sino como una pizca mordaz de inspiración cuando requiero de mis notas lúgubres en textos que descubren el alma de mis dedos. Me he vuelto a enamorar. Y él es tan bueno, que no intenta matarme en cada beso.

El amor es más lindo, cuando no acaba en muerte.

Aprende... aprehende.

martes, 18 de enero de 2011

Cien mil un millón

Puede ser esa nuestra canción. Quiero que sea nuestro tema. Soy un poco feliz cuando tus palabras me tocan así, bruscamente. Yo tengo todo calculado. Tú te dejas arrastrar por los impulsos de la noche. Secas mis lágrimas. Puedo contarte que me aterra este silencio desechable. Me besas y te tragas las penas que escurren por mis mejillas. Siento que tengo tanto aún por contarte. No me alcanzan las intensiones. No sé configurar las palabras. Procuro no quererte mucho. Procuras no parecer interesado. Intentamos discutir para romper la rutina. Tu risa me da risa. Me tocas. Descubro, sin que te des cuenta, la mirada de idiota que pones al mirarme. Me llevo el licor a los labios. Me sigues para estar solos. Me besas entre carcajadas en la oscuridad. Simulamos que todos se lo imaginaron. Somos un par de ilusiones ópticas. Me golpeas. Me cuidas. Te pregunto; cien veces, mil veces, un millón de veces. Me respondes cien veces, mil veces, un millón de veces. Me preguntas; cien veces, mil veces, un millón de veces. No respondo.

Sin-taxis

Te contaron esa historia de nosotros dos caminando por una playa sin olas ni viento ni miradas ajenas a las nuestras esparcidas por el viento a traves del firmamento y por medio de todos los juramentos aun sabiendo que de todas las maneras posibles seguias sigues y seguiras sabiendo que te miento.

Te contaron esa historia de nosotros dos escribiendo una tonelada de versos sin acentos ni comas ni puntos suspensivos ni detalles textuales relacionados con todo lo que siento y que no las puedo verbalizar por temor a no saber como unir las consonantes ni las vocales ni las pupilas ni las cosas que debería saber conectar y que aun asi no se hacer por temor a equivocarme de nuevo.

Te contaron esa historia de nosotros dos escondidos en el desierto sobrepoblado de nadie ni nada ni tu ni yo ni la materia prima ni los infinitos granos de arena que se dibujan en el cielo pintando universos eternos de estrellas que alguna vez se encendieron y hoy danzan en la nebulosa del tiempo como tu y como yo que no sabemos de donde venimos ni a donde iremos.

Te contaron esa historia mia escribiendo para ti saltandose todas las normas de ortografia y sintaxis sin poner ni un maldito punto ni una maldita coma y ni un maldito acento.