viernes, 19 de noviembre de 2010

Yo, inmortal

Mis vacaciones de invierno resultaron ser excesivamente flojas. No hice absolutamente nada más que transformar oxígeno en dióxido de carbono y masticar comestibles mientras con una mano navegaba por Internet y con la otra hacía zapping. Llegué incluso a aburrirme de tanto vagabundeo de mi parte. La nana de mi papá me llevo desayuno, almuerzo y té a media tarde a la cama, en una bandeja verde con un mantel floreado. Todos los carbohidratos juntos en un mismo plato. Rebosantes de fideos en una salsa de aceite con papas fritas y un pedazo de carne que parece haber sido freído en una paila de gitanos; pedazos de tortas de dudosa procedencia y antigüedad e interminables vasos de coca cola. Yo ni siquiera me detuve a pensar en la inexistencia de esfuerzo físico en mi vida, ni en las consecuencias de tragar como un maldito monstruo obeso.

Total, dentro de mi consciencia y en realidad dentro de la consciencia colectiva de todos aquellos que tienen más o menos mi edad, me creo inmortal. No importa si en el carrete de anoche me fumé una cajetilla completa y además tuve el descaro de pedir unos cuantos más a mis amigos, porque realmente no creo que me muera el día de hoy por un cáncer al pulmón fulminante que se desarrolle a la hora de almuerzo. Tampoco creo que moriré por un coma etílico chelístico, ni por una gripe ganada por tirarme a una piscina congelada a las seis de la mañana. Es más, ni siquiera creo que me muera por andar manejando un auto demasiado pequeño y excesivamente chocable a altas horas de la madrugada.

Pero no es que yo quiera exponerme a una muerte súbita por exceso de colesterol ni ser arrollada por un camión de Lipigas, sólo que creo que no es posible tener tanta mala suerte. Si bien la muerte es un tema de discusión recurrente entre mis neuronas cuando estoy a punto de dormir, no creo que ésta se abalance sobre mí y me arrebate la vida así como así. O por lo menos eso creo.

Rebelión plumífera

No sé si lo han notado o es que su plan malévolo les está resultando muy bien, pero las palomas se estan creyendo personas. Lo estan haciendo de manera planeada y perfecta, casi secreta, solo que a nosotros no nos interesa saber que planean las ratas con alas que deambulan por nuestra ciudad.

Las palomas son aves de cuerpo y cuello robusto, pico delgado y corto con ceras carnosas. Su nidos son estorbosos, elaborado con ramitas que cortan produciendo un sonido molesto y generalmente ponen dos huevos que dan ganas de estrellarlos contra la pared y son incubados por señor y señora paloma. Este asqueroso animal se alimenta de semillas y frutos y produce una secreción nauseabunda con la cual alimenta al pichón para que el muy desgraciado no se estrelle contra el suelo y muera. Las palomas tienen un gran sentido de la orientación, siendo una de las aves que más rápido vuela, alcanzando los 56 km/h pero eso ya es medio utópico porque hace rato que las palomas no vuelan y se juntan en reuniones secretas a planear su rebelión sanguinaria.

Tecnicamente las palomas son un error de Dios. Por lo mismo, ellas saben que lo son y quieren tomar el poder por medio del camuflaje (la gran mayoría son grises) les gusta caminar por las veredas junto a los peatones, casi imitandolos, esperan la luz verde en las esquinas y también se enojan cuando uno las pasa a llevar. Porque las personas les hacemos el quite para evitar que nos reten levantándose del suelo aleteando.

Por favor, no nos hagamos los ciegos. Estas aves pronto van a evolucionar y nos van a quitar nuestros trabajos, habran emisoras radiales de ultrasonido molesto a traves de la frecuencia modulada del ululeo y sus crías llenaran de estiercol todas nuestras costas. Por lo mismo, de Arica a Punta Arenas, unámosnos en esta gran cruzada de revelarle al mundo la gran verdad; ¡que Jesús tuvo hijos!, ¡que a la Marilyn la mataron!, ¡que Elvis es extraterrestres!, ni que ocho cuartos... Las palomas se creen personas y si no hacemos algo, pronto nos dominarán.

Mundo de nadie

Suena triste pero creo que todo lo que hemos estado construyendo, por lo cual sufrimos tremendas pruebas, derramamos lágrimas y soltamos puñetazos, se perderá en la historia que transcurre sin importarle un bledo nuestros sacrificios mortales.

Yo los veo a todos ustedes caminar sin importarles si quiera la contracción toráxica de nuestros pechos, sin maravillarnos de saber que la sangre fluye una y otra vez, desde nuestros pies hasta la cabeza, oxigenándonos cuando andamos de peatones ilusos por las calles. Idealistas que creemos que por estudiar, trabajar y amar vamos a conseguir un poco de esa calma perenne que se acaba cuando la muerte nos arrebata todo.

Suena triste, pero la tecnología japonesa no fue la que creó la cibernética más avanzada. Todos somos parte de una comunidad de máquinas humanizadas que se corrompen y se dañan entre sí. Humanos deshumanizados, inconsecuentes que viven en paz con sus propias tragedias. Hacemos de este mundo un lugar menos humanista, cuando la razón de estar aquí es ascender, yo los veo bajar la cabeza y existir sin existir, casi gastando el aire de las plantas, a lo que estamos seguro condenados, a ser malezas insípidas pegadas en una tierra de nadie.

Soy conciente y sé que cada músculo de mi cuerpo tiene los días contados, sé que soy capaz de enceguecerme por una luz brillante, que no todo ha sido inventado, que hay vocales y consonantes desconocidas, millones de colores entre gamas inversas, que el universo es infinito porque nuestra capacidad de asombro también lo es. Nuestra facultad humana de saber que expiraremos es la clave para soportar los agravios constantes de nuestras mentes. Suena triste, amor, pero la razón de estar aquí se remite precisamente a tu nombre. No dejes pasar un minuto más que la vida es suspiro y yo estoy pendiente de tu caída.

Suena triste, pero lo único que tiene sentido en este momento, en todas las galaxias, eres tú mismo.

Biodesagradable

Que infinito aburrimiento de todas las cosas mundanas. Que tragedia.
Hemos de cambiar las luces de la ciudad por espectros azulados de reflejos antiguos y quebrados, de ideas rotas, frases idóneas que nunca vinieron al caso y un montón de canciones que nunca terminaron de componerse y se perdieron en el olvido.

Las cosas, los momentos, los lugares, tus ojos, los míos... ya todo ha quedado reducido a un producto no biodegradable. Es biodesagradable, biodesechable. A todos se nos olvidó que sigue ahí, pegado en una roca. Que lata esta lata, pensar que nos da lata, seguir como tontos, esta chatarra, basura instantánea. Que infinito aburrimiento de todas las cosas mundanas. Qué tragedia

El camping de la perdición

La comodidad de una casa o departamento es impagable a la hora de estar metida dentro de una carpa pensando que las posibilidades de ser abducida por alienígenas aumentan considerablemente. Acampar no es algo que llame mi atención ni mucho menos algo que pretenda hacer dentro de los próximos cincuenta años. Las razones son muy simples y se remiten a tres aspectos a considerar: la arena pica + no hay baño + la soledad es abrumadora.

No entiendo cuál es la gracia de salir a acampar si puedes quedarte en la comodidad de tu hogar y disfrutar de los beneficios que te ofrece la ciudad, como prender la tele, darte dos duchas diarias, cocinar y lavar la loza con tan sólo abrir la llave y sin tener que ir a buscar baldes de agua salada y lo mas importante, dormir sin morir de hipotermia por las noches ni convertirte en una hamburguesa por la mañana (la capa de ozono es heavy). Esta bien, reconozco que existe toda una magia detrás de irse un fin de semana a acampar con todas las pseudo comodidades que han inventado los chinos (carpas, cocinillas, baños químicos, lámparas a batería e incluso bolsas de ducha) sin embargo, me parece ridículo invertir dinero en estos artefactos cuando es mejor pagar televisión digital o un pony, solo por citar algunos ejemplos.

Cuando un grupo de personas decide ir a acampar es como firmar un documento de posible tragedia, es bien sabido que las revistas de cosas extrañas siempre cuentan historias de audaces viajeros que por andar cara de palo por los bosques y playas alejadas de las grandes urbes, sufren ataques de chupacabras, extraterrestres, amigos bajo la influencia del alcohol o animales raros como pie grande o el monstruo del lago Ness. Por eso y como muy bien dice Forrest, ir a acampar es como abrir una caja de bombones: nunca sabes que mierda te puede pasar. Porque si no te mueres en el trayecto, probablemente volverás con insolación, furia reprimida y/o trastornos mentales cuaticas que involucran sentimientos de homicidio generalmente en contra de tus compañeros de camping.

Otro asunto de suma importancia es el tema del baño. Acampar es una cosa espantosa porque no hay baños cómodos cerca, ni siquiera hay jabón, papel higiénico ni revistas que mirar, y lo único que se puede mirar es a otros que al igual que uno, se esconden y hacen sus necesidades rápidamente para no ser descubiertos en un momento intimo y bochornoso.

Además, un millón de metros cuadrados de arena lisa e infinita no ayuda en nada a tener un momento privado, sólo te pica por todos lados porque la arena logra infiltrarse por los rincones en que más esfuerzo pusiste para que no se metiera, dentro de los calcetines, en las orejas, entre medio de las uñas y a veces en la boca porque casi todo lo que sea comestible es una víctima potencial del viento con arena y al final sólo terminas con ganas de ir a dormir dentro de un iglú de tela con la vulnerabilidad a flor de piel, con esto me refiero a que cualquier indígena puede atravesar la carpa con una flecha o ser atropellado por un jeep gigante o en su defecto, ser alcanzado por una ola y quedar flotando en el mar abierto y a la deriva del mundo en general.

Por eso y por muchas razones mas, acampar no es una actividad de mi agrado. La comodidad y la televisión son condiciones que no debieran transarse por ningún motivo y cualquier situación que ponga en riesgo mi estabilidad física y mental será rechazado automáticamente por mi inconciencia que vela por mi integridad. Así que olvídenlo, acampar no es algo que vaya a hacer a menos de que me paguen mucha plata o Zac Efron me invite.

Humanismo versus ciencias

El ejercicio de mi oficio, muchas veces rodeado de humo de cigarro, me evoca conversaciones en pos del progreso de la humanidad, cuestionamientos y soluciones a problemáticas sociales que buscan perfeccionar el arte de la comunicación, el arte de la filantropía, la oratoria y el desarrollo de la filosofía, entre otras ramas del pensamiento humano.

Salvar vidas me parece de lo más superficial, si me lo preguntas luego de haber tomado tres vasos de destilado de uva. De seguro piensas que soy ridícula, y que eso es malo para mi salud; podría ser fácilmente tu perorata de siempre, esa que me provoca bostezos y miradas de desapruebo. Claramente prefiero salvar pensamientos, que todos esos órganos sanguinolentos que manoseas con absoluta despreocupación.

La comunicación le ha salvado la vida a cientos de generaciones, más que los químicos fabricados en laboratorios brillantes que no son más que placebos inútiles. Yo prefiero pensar que esas perturbaciones mentales generadas a partir de cuadros psicóticos se curan con una conversación y no con esas pastillas de colores que usan para salvar vidas a la fuerza. Prefiero pensar que mis propias dispersiones a causa de alcohol, música estridente y estupefacientes naturales las elijo con total conciencia, sin una receta médica que me indique cuán desequilibrada me encuentro.

Es un hecho que la medicina es como la piedra filosofal de las carreras que se imparten en las universidades, mientras que el periodismo es como la piedra pómez que se pudre en la ducha y paramos de contar. No por ello dejaré que algunas retrógradas concepciones de mundo científico pisoteen los anhelos de pensadores y amantes de las artes escritas, no por ello dejaré de creer que las mentes más abiertas tienen mayores expectativas de vida, que pasarse ocho años estudiando la anatomía humana para no dejar libre la esencia que nos une como especie, la capacidad de trascender en vez de ganar la plata suficiente como para comprar todo lo que se quiera.

Adoro esto que estudian tantos y para los que pocos sirven. Pero más adoro saber que nuestro campo es aún más amplio y mucho más difícil que aquel sobrevalorado, pues no memorizamos grandes tomos, hacemos del libro nuestro paradigma y sentido de la vida; somos los libres interpretadores y lamentablemente para ustedes, podemos aplastarlos fácilmente si queremos (sin ser precisamente acusados de negligencia médica ni asesinato encubierto). Sólo matamos con palabras, y eso muchas veces es lo que mas les duele.

Catorce de febrero

Para hablar de amor tenemos dos visiones, los que lo encontraron y se sienten felices de declarar que es la mejor sensación del planeta o simplemente aguantar la respiración hasta asfixiarnos para no pensar en la carencia afectiva que cada catorce de febrero se encarga de recordarnos, así sin anestesia ni piedad.

Pero… ¿Por qué 14 de febrero? Se dice que en los países anglosajones del siglo XIX la gente solía intercambiar postales con el fin de demostrar cuán importantes eran entre ellos. Demostraban amor o lo que sea la palabra. San Valentín de seguro andaba metido entre la repartición de regalos, quizás esta tradición que para muchos es empalagosa y para otros ridícula, se generó de una manera que jamás entenderemos, porque quizás, tal vez, a lo mejor… nuestra generación ha olvidado lo que es amar.

Amor. Qué difícil capturar la palabra e interpretarla para luego explicarla. Quizás debería empezar hablando de su raíz etimológica para hacernos una idea de la significancia antes del significado. Es más complicado que explicar la utilidad del cuadrado de binomio o los programas vespertinos de la televisión nacional. Amor, amor, amor. ¿Se tratará realmente de corazones, flores, osos de peluche y chocolates? Me pregunto si el capitalismo habrá captado bien la esencia del día del amor y si sus parafernálicos y rosados regalos impuestos en el mercado tendrán realmente algo que ver con la fecha. Me pregunto si el amor se siente en aquel órgano tan vulnerable a los infartos o si se tratará de una condición mental asociada con la locura. Creo que nuestra generación tampoco podrá entenderlo, o por lo menos no lo entiendo yo.

Pero dejaré de generalizar y entraremos a un plano más sutil y personal. Les contaré la triste visión de amor que vive la prima de una amiga, cuando tras una serie de relaciones fallidas, llenas de angustia, engaños y homosexualidad, se da cuenta de que el amor es más bien una sensación utópica que se vive aproximadamente cada dos años y que dura un par de meses. Pobre ella, que ha perdido la fe en el amor y se conforma con la compañía de su perro y sus amigos, pobre ella que anda con las manos frías mirando el suelo y conformándose con romper con infinita dulzura un montón de ilusiones ajenas, cantando “all you need is love” sin tener remota idea de qué canta.

El amor debe ser eso, un súper poder que pueda romper los esquemas impuestos por una sociedad insensible, algo tan distinto como absurdo, capaz de inducir al llanto y a la risa en la misma fracción de minuto, algo que no conquiste por el color de ojos sino por el color de las palabras, pero no aquellas expresadas así como así, sino que las se leen entre líneas. Descubrir la esencia del otro. Eso debe ser amor.

Por eso creo que el catorce de febrero no debería ser el día de celebrarlo junto a la masa no pensante, sino aquel día en que por fin entendemos de qué se trata, por eso odio este día y espero que todos mueran… ah! disculpen, fue un arrebato… já, quería ser graciosa para que no crean que soy una resentida… en fin, el amor mueve y renueva el mundo, y por muy desagradable que nos parezca depender de alguien de la manera más dulce y hermosa que exista, pasamos más tiempo pensando en el amor que en nuestros propios ideales como humanos individuales y egoístas, y en parte gracias a eso, le agradezco a la vida tener la capacidad inmensa de amar, porque sino sería un robot y nada tendría sentido más que nutrirme de tuercas.

Onicofagia

Lo reconozco; soy onicofágica. Me como las uñas y no me duele tanto reconocerlo como me duele más saber que llevo años soportando el estigma de que me miren los dedos con asco. Mis uñas son como las uñas de un delincuente que pasó mucho rato bajo el agua y no sólo se ven feas, sino que parecen guantes de Halloween y dan miedo.

La maldición cayó en mí apenas hizo su aparición el primer diente de leche. Me llevé la mano a la boca y sin mucho esfuerzo mientras veía Pequeño Pony, mordisqueé mis uñas sin compasión. Y es muy triste porque se trata de un hábito horrible que he arrastrado durante muchos años.

Esto de ser onicofágica es terrible por muchos motivos; cuando quiero pintarme las uñas, no puedo achuntarle al pequeño espacio que representan mis uñas y al final, termino pintándome todo menos las uñas, la gente me pregunta ¿por qué te las comes? y yo no tengo una respuesta más que “no me doy cuenta” o “estaba aburrida”. Pero… ¿cómo puede ser posible que lleve como veinte años si darme cuenta o los mismos años veinte años estando aburrida? Pareciera que hay un trasfondo psicológico escondido detrás de este trastorno de las uñas que no logro comprender. Porque les cuento que no es fácil dejar de morderse las uñas, es como querer dejar de fumar y que todos los dedos de uno fuesen un cigarro encendido. Es casi instintivo llevarse las manos a la boca.

Lo peor de todo es que me han ofrecido un montón de cosas si dejo de hacerlo. Desde una cantidad considerable de drogas blandas hasta una completada para todos mis amigos. Pero nada de eso pareciera surtir efecto más que mi propia decisión de dejar de hacerlo. Y hoy, que llevaba casi dos semanas sin morderme ninguna de las uñas y, con bastante sorpresa, había descubierto la sensación de rascar con mis propias manos y rasguñarme la cara sin querer, debo confesar que me mordí una uña. Me pesa en la conciencia como diez kilos de papas. Pero creo firmemente que confesándolo podré dejar de sentir la culpa y en vez de morderme las uñas, morderé mi propia convicción derrotista que me auguraba que jamás dejaría de hacerlo. Estoy casi segura que lo voy a lograr y cuando eso suceda, todos los que leyeron esto estarán invitados a una completada organizada por mi mamá.

Muchas gracias.



martes, 2 de noviembre de 2010

Mundo de luz

Hay lámparas doradas en el cielo. Se encuentran suspendidas en el aire como si una frágil fuerza gravitacional las levantase y les diese forma de lunas llenas. La noche se cae y nadie tiene intensión alguna de levantarla. El mundo esta lleno de gente que conozco en sueños o en otra vida. Todos llevan trajes brillantes, cabellos de colores y collares de infinitos matices. Se saludan entre sí, toman brebajes en relucientes copas y danzan mientras la madrugada eterna se desliza suavemente sobre mi piel.

Y allí aparece él. De castaño a ojos de miel y mar. Le brilla el aura. Y me escondo entre pliegues de encaje rosa, intentado mimetizarme con los globos terráqueos de las paredes mal hechas. Me sigue un rato. Baila conmigo sin tocarme. Me habla en un idioma perfecto, yo le respondo “pasea de día, que la noche es mía”. Y el universo tiene sentido esta madrugada, sólo porque no es tuya y lo sabes.

El idiota de Lorenzo

- No me involucraré en tus sucias andanzas, Lorenzo. Estoy harta de perseguirte todos los días intentando en vano librarte de tus obligaciones. No me verás nunca más y si lo haces, sabrás que el contacto visual será efímero y probablemente cuando eso ocurra ya te habré quitado de todas mis pesadillas. Porque mis trastornos por fin se habrán regulado una vez que te me sacudas del pensamiento.

- Excelente… ¿de verdad te aprendiste todo eso de memoria?

- Si obvio, si se supone que sobre las tablas es mejor memoria que improvisación.

- Perfecto

- ¿Tengo que decir mis otras líneas también?

- Claramente. Pero ahora intenta poner los ojos llorosos.

- Lorenzo, te has muerto como una vil rata pateada por las calles mugrientas que te vieron parir. Aquí dejo tu cuerpo altanero, surcado de prejuicios rotos por el tiempo y curados por tu soberbia. No te has ido porque has querido, te he dejado partir porque eres una basura cruel que irrita mis días y desgrana mis pesares… Oh Lorenzo, si decides callar es porque todo lo que te he dicho lo aceptas con tu rotundo e imbécil conformismo pero… oh amor, no puedo verte así, que frío estás ¡mira! tus ojos vacíos tienen forma de luna menguante y no logro descifrar tu mirada; no sé si me insultan o me siguen amando…

- Espera… ¿así era el guión?

- No, pero me da pena el pobre Lorenzo. Es un mal arquitecto y además un idiota disléxico, nadie lo quiere y morirá solo ¿Qué otra esperanza puede tener más que mis palabras de consuelo?

- Su alma se pudre Violeta, se supone que te hizo sufrir, debe pagar. Patéalo en el suelo con adjetivos que le duelan como puñales de vocales y consonantes.

- No puedo hacerlo, tendrás que buscarte otra actriz.

- O en su defecto, buscaré otra escritora.

- Y de paso búscate un nuevo Lorenzo.

- O en su defecto, otro idiota.

- ¿Puedo llevarme el guión?

- Claro, y llévate a Lorenzo por favor.