lunes, 16 de mayo de 2011

El día después

Cuando veo a la mujer del retrato “The day after” de Edvard Munch, recuerdo las muchas veces que me he tendido sobre la cama y rezado a una cantidad de seres celestiales y desconocidos, rogándoles que me quite el emborrachamiento, los mareos y los dolores del corazón.

La mujer en el lienzo tiene una expresión de absoluta resignación ante su condición de embriaguez o abuso. En realidad, el pretexto de la obra se me hace incierto, pero tiendo a pensar que la mujer de la pintura bebió demasiado para olvidar un amor perdido. Sospecho también que cobijó a otro en su lecho con el fin de olvidar a quien desgarró su sistema cardíaco. No la culpo. En la dispersión de la mente, como en la muerte, se encuentra la libertad absoluta, aquella que esta emparentada con el olvido.

El día después suele saber a tabaco, resinas y amaretto. A veces huele a testosterona. La mayoría sabe a melancolía, cuando las botellas son la metáfora perfecta del vacío continente. La mujer despierta con sed y la calma con otros elíxires y otros amores. Total, siempre hay un día después.

Lucas

jueves, 12 de mayo de 2011

Interrupciones urbanas: el arte de la creatividad comunicacional

Pocas manifestaciones impactan por su creatividad y llegada al sector que buscan proponer una nueva idea. En una sociedad en donde las manifestaciones de diversos intereses gestados en una colectividad no sorprenden, ya sea por tratarse de métodos arcaicos o simplemente no presentar ningún tipo de atractivo para sus propios miembros, comunicar novedosamente una idea a través de un método original tiene muchísimas más llegada y por consecuencia, aceptación.

Una calle cualquiera se ve interrumpida por cientos de personas que de un momento a otro, para sorpresa de todos, inician una batalla de almohadas. Rompen la rutina y alteran la normalidad. Y no sólo hay almohadas involucradas, también hay lecturas colectivas, guerra de pistolas de agua, musicales, congelamientos colectivos e incluso desnudos, entregando de éste modo un mensaje de rápida captación para la sociedad.


Un Flashmoob trata precisamente de ello, es un método que apela a la creatividad y la suspensión absoluta de la violencia. Se desarrollan alrededor del mundo y la gran mayoría de ellos está liderado por jóvenes perteneciente a la nueva revolución de las flores; el perfil de las nuevas generaciones, comprometidos con la cultura ecológica y la equidad social y que buscan ante todo un cambio que permita la conservación del planeta y un espacio de mejor calidad para sus miembros.

El primer Flashmoob se remonta al 2003 cuando en Nueva York más de 100 personas subieron a la novena planta de una tienda, lugar en donde se reunieron alrededor de una alfombra carísima. Cualquiera que se acercara el dependiente de la tienda, le comunicaban que ellos vivían juntos en un almacén de afueras de Nueva York, y que todos ellos habían venido a comprar “La Alfombra de Amor”, ya que todas sus decisiones las tomaban en grupo.

El fenómeno de los Flashmoob se comenzó a gestar tras la publicación del libro “Smart Mobs: The Next Social Revolution” – Movimiento inteligente: La siguiente revolución social – su autor, un sociólogo estadounidense, predecía que las personas utilizarían las nuevas tecnologías de comunicación para crear movimientos revolucionarios, lo cual sumado al crecimiento constante de usuarios dentro de las redes sociales, concuerda de lleno a que sin duda, se trata de una característica de la nueva era en el desarrollo de las comunicaciones.

Si antes fue la radio y la televisión, hoy Internet abre las puertas al mundo entero. Las redes sociales rompen fronteras territoriales e ideológicas. La clave está en saber utilizarlas, conocer sus ventajas y desventajas, pues como todo orden de cosas, los cambios se generan gracias a decisiones inteligentes. Si a eso se le suma un método comunicacional creativo, los resultados podrían no sólo ser positivos, sino extraordinarios.

martes, 10 de mayo de 2011

¿Y si Paul está muerto?

Según el mito popular, Paul McCartney estaría muerto. El rumor se publicó hace muchos años gracias a un fanático que, tras dedicar muchas horas e imaginación, encontró un montón de pistas y señales que los integrantes de la popular banda de Liverpool habrían dejado entrever en las letras y portadas de sus discos. Para mayor especulación, hace algunos meses se filtró por Internet un documental que confirma, según una voz muy similar a la de George Harrisson, que la muerte de John Lennon se produjo porque éste quería hacer pública la verdad sobre Paul.

Muchas son las versiones, algunas bastante convincentes y otras rayan en lo ridículo, sin embargo en la plataforma de Google es cuestión de tipear “Paul McCartney” para que, en cuestión de segundos, la búsqueda culmine en miles de páginas dedicadas a la supuesta farsa de William Campbell.

¿La razón? Algunos lo atribuyen a la sobreexposición y la publicidad de una banda que se transformó en referencia musical para las siguientes generaciones, mientras que otros consideran que no existe artista legendario que pueda sostenerse en la memoria de los fanáticos más que a través de mitos y rumores.

Sea cierto o no, Paul McCartney o William Campbell es un artista de los grandes. Su habilidad como compositor lo ha llevado a producir bandas sonoras de diversas películas y su particular egolatría es digna de una leyenda viviente. O al menos eso nos hace creer.

Mafalda histórica

La primera vez que sostuve un libro de Mafalda tenía cuatro o cinco años. Estaba aprendiendo a leer de corrido y por alguna razón, la letra imprenta se me era absolutamente más legible que la manuscrita. Mi mamá en su afán por incentivar este hábito, me compraba tiras de historietas a doscientos pesos en algún local oscuro y empedrado, de esos que están escondidos en días nublados en la capital y alrededor del cual, algunos artistas toman el café mientras discuten sobre reformas y políticas utópicas.


Los viajes a Santiago eran sinónimo de librerías y sucuchos con ediciones de segunda mano pero verdaderamente más pintorescos que un ejemplar con aroma a capitalismo. En Copiapó la variedad de lectura era equivalente a su importancia a nivel nacional, es decir, nula. Era y en gran parte sigue siendo prácticamente imposible acceder a buenos títulos de libros más que aquellos que ordena el Gobierno como lectura obligatoria para escolares.



Con mi mamá leíamos Mafalda mientras mi papá deambulaba por calles inverosímiles sin propósito alguno más que deleitarse con la abundancia de artículos que sólo Santiago puede ofrecer. Mientras tanto me entretenía leyendo las historias de una niña que, al igual que yo, detestaba la sopa y jugaba a la radio. La Mafalda tenía ideas tan buenas, que por un momento me sentí inspirada y pensé seriamente en completar su labor y convertirme en intérprete internacional, cosa que cuando los países entablaran discusiones en distintos idiomas, yo arreglase el cuento e hiciera de la buena onda la consigna universal, ¿alguien dijo guerra? Pues bien, yo diría paz y asunto solucionado.



La Mafalda contenía una serie de personajes tan diversos como los caracteres de mi familia y mis amigos. Podía relacionar cada uno de ellos con alguien que conociera; ejemplo de ello fue la llegada del Guille, el hermano pequeño que llegó mediante correo cigüeña y que era tan nefasto como mi hermana Gabriela. El Guille, al igual que ella, rayaba las paredes, se embarraba con comida, rompía las cosas y solía golpearme pese a mi autoría y mayoría de edad. Manolito me recordaba a mi papá por dos simples cosas: la primera era que ambos detestaban a los Beatles porque no entendían nada de sus letras y lo segundo; su espíritu ahorrativo sorprendía incluso hasta al más austero.



La Susanita era la recopilación de todos los tormentos a los cuales me vi forzada a compartir en clases de Ballet. Me parecía que toda la compañía femenina a aquella edad era una sobredosis de Susanitas; niñas superficiales que competían por quién tenía la mejor ropa de guagua y aparte, seguían analfabetas como hasta los ocho años, por lo que resultaba inútil jugar a la oficina con ellas, ya que tomaban el lápiz y lo único que eran capaces de dibujar era una muñeca y sus respectivos nombres adornados con un gran y empalagoso corazón.



El personaje de tinta y papel que traspasó fronteras fue traducido a 26 idiomas y sólo en Argentina vendió 20 millones de copias, títulos que continúan publicándose con éxito en nuevas ediciones alrededor del mundo. Que suerte que Mafalda no crece. Para quienes somos admiradores de la magia que Quino nos entrega, nos da cierta libertad de quedarnos enfrascados en la niñez sin mayores remordimientos, cuestionándonos sobre todos los tipos de libertades y jugando con los amigos a conformar un Gobierno imaginario en un país en donde la igualdad y la justicia sólo se veían corrompidas por una madre que obliga tomar la sopa.

lunes, 9 de mayo de 2011

No disponible

Estoy conectada a msn y ya no me entretiene tanto. Antes la plataforma de conversación a través de mensajería instantánea tenía un sabor distinto, hace muchos años atrás, cuando era una niña ingenua que no sabía cómo hacer el arroba.

He perdido la noción del tiempo mirando la pantalla, muchísimas veces, y los mensajes que me envían amigos y personas que jamás he visto en mi vida son como advertencias de no apegarme a la vida virtual irreal e idealizada.

He tenido que darme de cabezazos para no perder los dedos sobre el teclado. Me he echado a volar sobre miles de historias tejidas en la red. Ninguna de ellas ahora me sorprende.

Cientos de personajes danzan en mi retina, con sus avatares, emoticones y modos de escribir. Todos tienen sus propias características, todos son reconocibles por un aura multimedial que no sé de donde surge. A veces me descubro pensando que Dios es Internet, los santos son las páginas más visitadas de información relevante y las redes sociales la tentación que debemos evitar.

Es terrible no poder alejarse de esta realidad potencialmente destructiva en cuestiones de contacto físico. Más para mí que estudio lo que estudio y necesito estar conectada con todo y todos para tratar de que la actualidad no me aplaste. Porque ser periodista y no estar conectado es como ser dentista y no tener manos o ser médico y tenerle miedo a la sangre o ser zombie y no tener hambre de carne humana.

Pienso que sería excelente que todos apagáramos el computador ahora ya. Y que todos los trabajos para la Universidad tengan que entregarse en hojas escritas de puño y letra, disertar con papelógrafos con tipografías mal hechas y ponernos de acuerdo para juntarnos sin un celular de por medio. Sé que estas cosas facilitan la vida moderna, pero antes era tan pintorescamente romántico.

En fin… sólo quería decir que si estoy “no disponible” de verdad no me hablen a menos de que haya ocurrido una emergencia como el inminente choque de un asteroide con nuestro planeta o una matanza de ballenas. El “no disponible” no lo pescan para nada y es súper útil, le dice a tus contactos que no quieres ser molestado porque estas haciendo algo productivo, como estar tirado en la cama contando las pelusas que vuelan por la pieza. O simplemente estar conectado pero no hablar con nadie, sólo por el gusto de estar sin estar.

Apaga la luz

Mientras unos dicen que el mundo se esta calentando como una tetera y otros afirman que por el contrario, el planeta esta sufriendo un severo proceso de congelamiento, distintas acciones generadas por miles de seres humanos se gestan alrededor del globo con tal de detener lo que sea que le esté ocurriendo al mundo.

Da igual si se esta quemando o enfriando, lo que resulta evidente son las variaciones climáticas que sufre el mundo en la actualidad, todas estas actividades son las causantes de desastres naturales y/o alteraciones en el sueño de las personas desatando enfermedades modernas como el estrés y la depresión.

Todas estas situaciones juntas no son mera casualidad.

Quizás no ganamos demasiado apagando la televisión y el computador durante una hora del día, quizás las mineras y otras entidades que utilizan grandes suministros eléctricos no lo harán y probablemente la variación será mínima, pero aún así, las grandes revoluciones se inician con un pequeño paso.

En un mundo globalizado como el nuestro, en donde estar un par de horas sin electricidad por decisión propia puede ser totalmente nefasto para nuestra entretención, sin embargo, existen ciertas actividades que se pueden llevar a cabo.

A continuación propongo un listado de quehaceres/actividades/ideas/sugerencias para apagar las luces y no morir de aburrimiento:

1.- Si usted tiene un hámster, mímelo con un espumoso baño en un recipiente plástico.

2.- Confeccione una caja de televisión con cartón reciclado, luego dibújele ojos a sus calcetines huachos e improvise un show de títeres para su familia.

3.- Prepare una cena romántica a la luz de las velas y embriáguese.

4.- Juegue bachillerato a oscuras.

5.- Realice sesiones de flexiones de brazos, abdominales y sentadillas. Obligue a sus padres a hacer estas actividades y diviértase viéndolos sudar.

6.- Puedes cumplir el sueño de tu vida: bailar y cantar sus temas preferidos frente al espejo. En la oscuridad lo patético es invisible.

7.- Haga tostadas con la llama de una vela.

8.- Lime las callosidades de los pies de su abuela.

9.- En la oscuridad de su habitación, observe por la ventana y cuente las casas y departamentos con luces. Maldígalos en silencio.

10.- A la luz de una vela, limpie los cajones de su velador o saque los restos del cadáver que guarda en su closet.

Reminiscencia

Suena una alarma a lo lejos, invocando una sensación contenida de otro sueño. Me interno en ese océano de gente que camina en un solo sentido, parecen felices porque no cargan ideas, los que van hacia otra dirección suelen estrellarse con las estrellas y recurren a formas inmediatas de acabar con sus vidas, como luciérnagas acuáticas. Desde la esquina, un hombre me observa y lo reconozco, es un amigo que en éste sueño es sólo un espejismo. Pienso en romper la rutina con un sable. Hacerla trozos de cielo y luego tragármelas. Y que los ciudadanos sigan esa corriente. Me refugio bajo una mesa cubierta por un mantel estampado de flores silvestres. Pasar a un nuevo plano, en esta dimensión, es cuestión de microsegundos; como la estela de un cometa de trayectoria incierta.

Bajo esta mesa hallo sus manos gastadas por la música. Sus dedos son ocho por cada mano, estallo de risa ante esa nueva información, hallo sus ojos y me observan con curiosidad. De pronto, sin sonido alguno, una fuerza desconocida lo lanza fuera de mi escondite bajo la mesa, no alcanzo a distinguir su voz, sé que murmura mi nombre, sé que murmura muy dulce.

Estoy sentada en una casa de árbol. Tengo todos los dulces de mi niñez posados sobre mi vestido. Reconozco juguetes de aquellas cajas de sorpresas que solían entregar en los cumpleaños de hace muchas décadas atrás. Un barco de plástico despliega sus velas y una brisa marina recorre mi espalda, una libreta con forma de corazón está palpitando, sus muchas páginas rosas tienen vida.

Amar te duele


El dolor causado por una ruptura amorosa puede asociarse al mismo sufrimiento que produce una patada en los testículos, quebradura de coxis, carie molar y/o atropello del dedo gordo del pie con un auto. Según un estudio realizado recientemente a una serie de resonancias magnéticas, permitió que investigadores especializados en rupturas cardiacas determinaran que las mismas redes cerebrales que se activan en presencia de dolor físico se enciendan cuando una persona sufre una desilusión amorosa.

A primera vista, la canción ‘corazón partio’ de Alejandro Sanz pareciera ser una triste alegoría, pero en el fondo tiene un sentido mucho más profundo. El investigador principal del estudio, Ethan Kross, indica que el rol de los sentimientos de rechazo y otros traumas emocionales pueden jugar en el desarrollo de trastornos de dolor crónico como la fibromialgia, desatando otras inestabilidades emocionales relacionadas con la psicosis, padencias crónicas y la locura temporal. Locura que se manifiesta a través de llamadas telefónicas nocturnas bajo la influencia de piscolas y drogas duras, entre otras acciones despechadas con el fin de mitigar dolores que, hasta hace algún tiempo, se creían eran solo metáforas.

Por eso, si le duele el corazón por culpa de alguna decepción amorosa, tome analgésicos y hágase una friega en el pecho. Considere todos los remedios caseros que alguna abuela bondadosa pueda proveerle, porque se trata de una dolencia seria que algún día llegará a incluirse en el plan auge.

Monarquía versus democracia





En el caso hipotético que me atreviese a escapar del reglamento que dicta el orden de las piezas en el ajedrez y procurara ponerlas a mi antojo, privilegiaría tanto la vida de los reyes como de los peones.

En mi imaginario de gobierno histórico, ordeno las piezas a mi antojo en el tablero que representa la batalla. Como ente omnipotente, me doy el gusto de declarar que la vida del rey se encuentra en un estado de absoluta vulnerabilidad por designio divino –como también lo es su linaje- al igual que el peón establecido a su lado.

Ambos deben luchar por igual para sobrevivir. La diferencia radica en que la muerte del Rey, en mi imaginario, no es la culminación de la batalla sino el inicio de la venganza por parte de su reina, una pieza opacada por su género pero con mayor amplitud de movimiento y por ende, mayores opciones de sobrevivir.

De alguna forma creo puedo imaginar esta situación porque no recuerdo haber completado un juego de ajedrez completo sin haber hecho trampa o aburrirme producto de su infinita duración. Por eso me di el gusto de desordenarlo todo y proponerles un juego distinto, uno en donde la vida de todas las piezas valga lo mismo, uno en donde no exista diferencia en el color de la sangre ni su valor dependa de credos celestiales de dudosa reputación.

Imagino la batalla. Veo que las mujeres cargan con el peso de la vida a cuestas, viven más que el género masculino pero en peores condiciones debido a las debilidades y estigmas proporcionados por una sociedad machista. Vuelvo a la batalla y una tras otra, las vidas se cobran sobre un tablero compuesto de complicadas reglas de estricto orden social y cultural. Pocos pueden sostenerse en pie. Los caídos descansan en una fosa común que demuestra la verdadera realidad para las monarquías y las democracias. Todos estamos hechos del material de las estrellas y volvemos al inicio transformados en pequeños fragmentos de polvo cósmico. Justamente allí, cuando todos perdemos, se inicia nuevamente el juego.

domingo, 8 de mayo de 2011

Recl(amamos)

Las mujeres reclamamos. Y reclamamos mucho.

Pero entiéndase por reclamar como el acto de hacer justicia de nuestros gustos y/o preferencias adquiridas gracias a un contexto social cultural. Es parte de nuestra esencia femenina. Lo hacemos prácticamente por instinto. Esta enraizado en nuestro ADN y es socialmente aceptable, por consecuencia, lo hacemos constantemente.

El reclamo – a veces acompañado por el llanto o la ira potencial – es una ciencia de frágil manipulación y se encuentra susceptible a diversas variables; físicas, emocionales, generacionales y climáticas.

Pero las mujeres no reclamamos a cualquiera. Detrás de esta manifestación verbal de desaprobación, se esconde mucho amor. Las mujeres somos tan secas, que hacemos del reclamo un arte dedicado a las personas que amamos. Ejemplo de ello es que no reclamamos ante un desconocido, a no ser que la mujer en cuestión, sobrepase los límites del reclamo y pase a convertirse en una señora poblacional con magíster en sacar los choros de su propio canasto. No, el reclamo al cual hago mención, es de carácter mas profundo. Reclamar es una prueba de profundo cariño y sumisión.

Personalmente, me gusta reclamar hasta por los codos. Con esto me refiero a reclamar por el poco contenido de la televisión, por las pilas del control remoto que no funcionan, por el calor, por el frío, por el alza de la bencina, por ciertas doctrinas, por el derecho a la vida y a la muerte, por la eutanasia para los perritos vagos, por la contaminación acústica y lumínica, por el calentamiento global, por las estupideces que comete el Gobierno, por la iglesia católica, por el comunismo, por los payasos que persiguen en la calle, por los piropos indecentes de los obreros de la construcción, por el taco vehicular, porque no hayan radios decentes en mi ciudad, por el arroz que se quema, por el conserje pesado, por la suciedad pegada en el suelo, por la pelusa sobre la cama, por la mala gestión de ciertas entidades públicas, por el síndrome premenstrual, por la jaqueca, por los salarios mínimos, las convivencias mal organizadas, los libros mal apilados, los colores que no combinan y la inexistencia de seres mágicos.

En general, el reclamar es un arte delicado que debe perfeccionarse con el tiempo, tiempos verbales a tiempo completo: yo reclamo, tú reclamas, ella reclama, nosotras reclamamos y vosotras reclamareis por siempre jamás.

Pene para el que lee

Tres de cada diez niños en edad escolar se dedican a dibujar órganos sexuales masculinos en sus cuadernos y libretas. En el colegio, en sus horas libres, con sus amigos e inclusive; inconcientemente, varios miembros de este particular género de la especie humana, se regocija de incluir dentro de su vocabulario un amplio abanico de sinónimos para la palabra pene. Hay canciones dedicadas especialmente al miembro masculino y sin duda, nunca deja de ser tema de debate en cuestiones de virilidad y manoseo camuflado de intensiones juguetonas con otros hombres mientras se divierten pegándose en sus partes pudientes en sus pocos fructíferos intentos de parecer rudos.

Sin querer sonar feminista – créanme que tengo un pensamiento masculino bastante desarrollado, pese a mi desagradable gusto por el color rosado - los hombres, según un criterio popular, tienen dos cabezas. Los más ávidos se aventuran a asegurar que éstos piensan con la que está abajo cuando se trata de instintos. Otros aseguran que piensan con la de abajo todo el tiempo. Pareciera que la testosterona es el aceite que hidrata los sucios engranajes que componen el submundo masculino con respecto a su fijación con el pene.

Hoy leí una columna de un destacado periodista nacional que relataba con bastante soltura de mano, cómo las mujeres escondemos nuestra bisexualidad a lo largo de la vida. Tenía buenos argumentos; un estudio internacional avalaba científicamente que las mujeres se sienten sexualmente más atraídas hacia el cuerpo desnudo de una fémina en comparación al de un macho recio, también comentaba que le parecía extraño que nosotras encontrásemos guapas a algunas mujeres y lo dijéramos abiertamente, que estuviéramos más pendiente del maquillaje, la ropa y la actitud de otra mujer, en vez de prestar atención a los caracteres masculinos.

Le encontré mucha razón. Reitero; tenía buenos argumentos. Pero fue una lástima no vislumbrar ni siquiera un leve atisbo del otro lado de la cosa. Literalmente de la cosa.

De lejos, perfectamente podría creerse que los hombres pasan por cierto periodo en donde se pone en jaque su tendencia sexual. Muchos se excusan diciendo que se trata de pasar el tiempo, pero ponerle nombres al pene, dibujarlos en las pizarras a lo largo de sus estudios - escolares, básicos, universitarios- para luego llegar a una oficina y entre colegas seguir haciendo gestos que rayan en la obscenidad y que parecen simples bromas, me parece bastante poco racional.

Sí, es totalmente comprensible, los hombres también quieren divertirse. Pero existen bromas más producidas, yo estoy segura que los cerebros masculinos sí pueden procesar algo más que penes y fútbol. Entretenerse a base de metaforizar con sus propios miembros a lo largo de sus vidas no puede ser lo único que tienen incrustado en la masa encefálica.

Mi mamá siempre me ha dicho: “hija, los hombres no crecen, sólo envejecen” y hoy, mientras leía la columna, pensé en ese periodista y en su vaga clasificación de todo nuestro género sin hacer ninguna excepción.

Por cierto, yo tampoco lo haré.

Pene para el que lee.