domingo, 8 de mayo de 2011

Recl(amamos)

Las mujeres reclamamos. Y reclamamos mucho.

Pero entiéndase por reclamar como el acto de hacer justicia de nuestros gustos y/o preferencias adquiridas gracias a un contexto social cultural. Es parte de nuestra esencia femenina. Lo hacemos prácticamente por instinto. Esta enraizado en nuestro ADN y es socialmente aceptable, por consecuencia, lo hacemos constantemente.

El reclamo – a veces acompañado por el llanto o la ira potencial – es una ciencia de frágil manipulación y se encuentra susceptible a diversas variables; físicas, emocionales, generacionales y climáticas.

Pero las mujeres no reclamamos a cualquiera. Detrás de esta manifestación verbal de desaprobación, se esconde mucho amor. Las mujeres somos tan secas, que hacemos del reclamo un arte dedicado a las personas que amamos. Ejemplo de ello es que no reclamamos ante un desconocido, a no ser que la mujer en cuestión, sobrepase los límites del reclamo y pase a convertirse en una señora poblacional con magíster en sacar los choros de su propio canasto. No, el reclamo al cual hago mención, es de carácter mas profundo. Reclamar es una prueba de profundo cariño y sumisión.

Personalmente, me gusta reclamar hasta por los codos. Con esto me refiero a reclamar por el poco contenido de la televisión, por las pilas del control remoto que no funcionan, por el calor, por el frío, por el alza de la bencina, por ciertas doctrinas, por el derecho a la vida y a la muerte, por la eutanasia para los perritos vagos, por la contaminación acústica y lumínica, por el calentamiento global, por las estupideces que comete el Gobierno, por la iglesia católica, por el comunismo, por los payasos que persiguen en la calle, por los piropos indecentes de los obreros de la construcción, por el taco vehicular, porque no hayan radios decentes en mi ciudad, por el arroz que se quema, por el conserje pesado, por la suciedad pegada en el suelo, por la pelusa sobre la cama, por la mala gestión de ciertas entidades públicas, por el síndrome premenstrual, por la jaqueca, por los salarios mínimos, las convivencias mal organizadas, los libros mal apilados, los colores que no combinan y la inexistencia de seres mágicos.

En general, el reclamar es un arte delicado que debe perfeccionarse con el tiempo, tiempos verbales a tiempo completo: yo reclamo, tú reclamas, ella reclama, nosotras reclamamos y vosotras reclamareis por siempre jamás.

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