domingo, 8 de mayo de 2011

Pene para el que lee

Tres de cada diez niños en edad escolar se dedican a dibujar órganos sexuales masculinos en sus cuadernos y libretas. En el colegio, en sus horas libres, con sus amigos e inclusive; inconcientemente, varios miembros de este particular género de la especie humana, se regocija de incluir dentro de su vocabulario un amplio abanico de sinónimos para la palabra pene. Hay canciones dedicadas especialmente al miembro masculino y sin duda, nunca deja de ser tema de debate en cuestiones de virilidad y manoseo camuflado de intensiones juguetonas con otros hombres mientras se divierten pegándose en sus partes pudientes en sus pocos fructíferos intentos de parecer rudos.

Sin querer sonar feminista – créanme que tengo un pensamiento masculino bastante desarrollado, pese a mi desagradable gusto por el color rosado - los hombres, según un criterio popular, tienen dos cabezas. Los más ávidos se aventuran a asegurar que éstos piensan con la que está abajo cuando se trata de instintos. Otros aseguran que piensan con la de abajo todo el tiempo. Pareciera que la testosterona es el aceite que hidrata los sucios engranajes que componen el submundo masculino con respecto a su fijación con el pene.

Hoy leí una columna de un destacado periodista nacional que relataba con bastante soltura de mano, cómo las mujeres escondemos nuestra bisexualidad a lo largo de la vida. Tenía buenos argumentos; un estudio internacional avalaba científicamente que las mujeres se sienten sexualmente más atraídas hacia el cuerpo desnudo de una fémina en comparación al de un macho recio, también comentaba que le parecía extraño que nosotras encontrásemos guapas a algunas mujeres y lo dijéramos abiertamente, que estuviéramos más pendiente del maquillaje, la ropa y la actitud de otra mujer, en vez de prestar atención a los caracteres masculinos.

Le encontré mucha razón. Reitero; tenía buenos argumentos. Pero fue una lástima no vislumbrar ni siquiera un leve atisbo del otro lado de la cosa. Literalmente de la cosa.

De lejos, perfectamente podría creerse que los hombres pasan por cierto periodo en donde se pone en jaque su tendencia sexual. Muchos se excusan diciendo que se trata de pasar el tiempo, pero ponerle nombres al pene, dibujarlos en las pizarras a lo largo de sus estudios - escolares, básicos, universitarios- para luego llegar a una oficina y entre colegas seguir haciendo gestos que rayan en la obscenidad y que parecen simples bromas, me parece bastante poco racional.

Sí, es totalmente comprensible, los hombres también quieren divertirse. Pero existen bromas más producidas, yo estoy segura que los cerebros masculinos sí pueden procesar algo más que penes y fútbol. Entretenerse a base de metaforizar con sus propios miembros a lo largo de sus vidas no puede ser lo único que tienen incrustado en la masa encefálica.

Mi mamá siempre me ha dicho: “hija, los hombres no crecen, sólo envejecen” y hoy, mientras leía la columna, pensé en ese periodista y en su vaga clasificación de todo nuestro género sin hacer ninguna excepción.

Por cierto, yo tampoco lo haré.

Pene para el que lee.

No hay comentarios: