lunes, 31 de agosto de 2009

Kinder sorpresa vacío

Primero me autoconvenzo de que la mala suerte es simplemente eso, mala suerte. Luego pongo cadenas de plata en agua y éstas se ponen negras, pongo vasos con agua en la puerta de mi dormitorio y se llenan de burbujitas al día siguiente. Me baño en sal, me lleno de vibras positivas y no pasa nada.El horócopo me auguraba un 2009 muy alentador. Incluso decia: "¡Felicitaciones acuario! Usted es el signo con mejor suerte este año" Y yo feliz, me puse a apostar plata en el casino y me quede en la ruina, luego pise un vaso roto en la disco y comencé a morir desangrada para después subirme al auto y pegarme el cacho de que unos flaites me habían roto la rueda... y es allí cuando me pregunto cuánto les pagan a la gente que escriben en los horócopos... es una falta de respeto abusar de yetas como yo que, al creer que pasamos por una buena racha, hacemos tonteras como poner en riesgo nuestra integridad física y mental (sobre todo mental). Sucede que falta que me caiga un hipopotamo del cielo para concluir esta serie de infortunios, hematomas, golpes, insectos que salen en mi plato, caidas de vasos con líquidos sobre notebooks, asesinato de perros sin querer y kinder sorpresas vacíos.

Lo que ven los ciegos

- Ya, atenta pollito. Voy a intentar explicarte qué es exactamente lo que ven los ciegos.
- Pero los ciegos no ven nada, ¿Ven negro? ¿Cómo saben cómo es el negro si son ciegos de nacimiento?
- Calmate. Cierra los ojos.
- Ya (...)
- Con los ojos muy bien cerrados, dime qué es lo que ves detrás de tu nuca... ¡¡pero no te des vuelta pollo!! ¡¡TE DIJE QUE NO ABRIERAS LOS OJOS!!
- Ya, ahora sí. Es que morí de curiosidad.
- Esto te lo explicó tu papá una vez hace diez años, intenta concentrarte y dime que hay detras de tu nuca.
- Pelo, en su mayoría desordenado, agarrado por un moño deforme.
- Pucha no po, eso es lo que tu sabes que hay, yo te pregunto por lo que es externo a ti
- Aaaah ok, ya pero no te enojis. Ya... no puedo ver nada, no tengo ojos en la nuca.
- Eso es lo que ven los ciegos, ¿entiendes?
- ¿Ven pelo, en su mayoria desordenado, agarrado por un moño deforme?... que interesante.

Un minuto de corriente de consciencia

Se ve bien sobre mi cama. Mi almohada café y morada, tengo que lavar el cobertor blanco y sacar el resquicio de talco que quedó sobre la alfombra. ¿Qué pasa que no llegas? Aún me duele el dedo que me pillé tratando se sacar galletas de la lata del té, que dejó de ser lata del té y ahora es lata de galletas. Espera, esto ya lo viví antes. ¿O lo soñé? Anoche dormí mal, volví a apretar los dientes, ¿a que hora dijiste que venías? Tengo que poner el despertador antes de que se me olvide. Queso. Mantequilla. ¿Habrá comprado el pasaje? Tengo que llamarlo, quizás dónde esté ahora, me carga que se pierda, no sé para que tiene un iphone si esos aparatos del demonio sólo sirven para dar status. Mi abuela tiene unos aros negros y dorados que podría haberle robado en el último viaje. Tengo que acordarme de pedírselos cuando vaya el martes. Queso. Mantequilla. Aceitunas. De las que tienen amargo. Rayos, dejé prendido el calienta camas. ¿Cuánto pagaré mensualmente por la luz cuando tenga cuarenta años? Temas de actualidad, que desastre será cuando el barril de petróleo llegue a los doscientos dólares. Insecticida, barata asquerosa. Sí, se ve bien sobre mi cama... tengo que cambiar el ringtone, o subirle el volumen. Esa pita se va a quemar con el calor de la ampolleta. Ya pues, ¿dónde estas? Voy a prender el computador altiro, antes de sentarme, asi voy a buscar coca cola y cuando vuelva ya estará prendido. La ropa de la lavadora. Mantequilla. Dos cucharadas y media, era algo como recetitas faciles, mejor busco en google. Y pensar que en Arabia una señora le puso google a su hija. No va a tener gas, mejor me siento frente al computador como una idiota, inmediatamente. Antes de que se me olvide que tenía que escribir esto.

Un mundo diferente

Hay un mundo muy diferente allá afuera. Se pasea ante nuestros ojos implorándonos que lo tomemos en cuenta y, sin embargo, nos damos cabezazos unos con otros porque nos quedamos absolutamente ciegos, conchalevale.
Ese mundo que nos espera es prácticamente cuadrado. Por este mundo, Cristóbal Colón hubiera muerto en la guillotina por difamador y por este mundo deberíamos dar la vida todos. Yo daría mi vida por este mundo precioso que amenaza con calentarnos los pies y sacudirnos con sus represalias naturales, todo el daño que le hacemos al apretar el botón del desodorante ambiental, entre otros productos que arruinan la faz de la tierra.
La tierra sufre, queridos míos, nosotros sufrimos también. Sufrimos las consecuencias de cada acto siniestro que profieren nuestras torpes manos al introducirse en la naturaleza.
Siento tanto no poder convencerlos de esta forma tan poco sutil, pero de acuerdo a las últimas estadísticas, a nuestro planeta no le quedan más de quinientos años de vida. Como lógicamente sabrán, es seguro que no estaremos vivos en medio milenio más pero aún así me sentí en la necesidad de decírselos, por si es que recuerdan el datito freak y se lo cuentan a sus amiguitos. Que la vida es muy corta y hay un mundo muy diferente allá afuera, esperándonos.

Plantarme tulipanes

Prendí la tele para hacer de cuenta que no lo esperaba de forma tan preparada. Me miré al espejo tantas veces que memoricé mis lunares y me concentré en mantener intacto el maquillaje y evitar por todos los medios que se me desprendiera el rubor de las mejillas.
Me arreglé el pelo siete veces, me quité doce pelusas de la falda y comencé a hablar sola, preparando un discurso improvisado y unas sonrisas espontáneas y creíbles.
Media hora después, veía pelusas en donde no habían, el lápiz labial se había derretido en mi boca ansiosa y se me habían acabado las palabras inteligentes para decírselas y hacerme la interesante cuando estuviéramos frente a frente.
Cuarenta minutos después y no quedaba rastro alguno de las sonrisas ficticias y veía montañas de pelusas arrimarse sobre mis piernas. Todo mal. Me han dejado plantada y algo huele a quemado en el horno.
Apago la tele y con un profundo pesar en el alma me doy cuenta de que no valió la pena lavarme, secarme, peinarme y plancharme el pelo de esa manera tan dedicada, porque simplemente le importo tan poco que ni siquiera se tomó la molestia de avisarme de que no vendría a verme. Hay tantos medios por los cuales decirme que no le intereso, un mensaje de texto, por chat, por teléfono, por señales de humo y por telekinesis. Pero realmente parece que se dio cuenta de que no le intereso en lo absoluto…
Suena el timbre.
Es él.
Me miro al espejo por centésima novena vez y todas las suposiciones se me han olvidado. Atrás quedaron los análisis de su frío atraso y me preparo para mirar por el ojo mágico como camina de esa manera hermosa mientras sostiene un ramo de tulipanes en la mano derecha.

Emisor y receptor

Hola hola hola hola... se lo repetí como doce mil quinientas veces pero no me devolvió el saludo. Seguro que es porque hay una interferencia enorme entre su craneo y el mío, y la cantidad de pensamientos diluídos y abstracciones inútiles de pasados recónditos y secretos superfluos.
Después me dijo "hola" y me dí cuenta de que me había ido en volá pensando tonteras. Así es la vida del emisor y el receptor.

viernes, 28 de agosto de 2009

Esta noche

Esta noche. La que nos convoca y nos provoca. Esta noche que sin saber en qué momento dejó de ser noche para despabilarnos las madrugadas. Esta noche, que es única e irrepetible, es nuestra y de todos a la vez. Esta noche que nos emborracha y nos ata, que nos revuelca y revela los más grandes misterios del pensamiento. Es ésta la noche que hemos esperado toda la vida.
Esta noche nos regala cientos de minutos para encontrar posibles y potenciales soluciones al mundo trastornado que nos tocó vivir. Mala suerte caer en estas fechas, pero ésta noche podemos arreglarnos la vida con tan sólo comprender cómo funciona.
Esta noche, la que nos envuelve y engalana, esta noche no sólo nos acompaña, sino que nos engaña. Nos revuelve las entrañas, esta noche que no extrañas porque no es noche, es mañana. Esta noche que nos tiene pensativos y enamorados, de cada pedazo de cosmos que nuestra retina alcanza a observar, a lo lejos, algo me dice que esta noche es la que recordaremos cuando todo se termine.
Esta noche aún no se acaba. Recién comienza, cuando mueves las pestañas.

domingo, 23 de agosto de 2009

Nubes y flojera


¡Ya sabemos que hasta Rihanna y su umbrella, fue inspirada por los Beatles!

Hay que dejar que la lluvia caiga, así como se cae la bolsa, como cae el agua en la ducha, como me caigo yo en la calle y como se caen las ilusiones de seguir en vacaciones. Estoy igual, así como con un tic en el ojo, de ver lluvia... oh quinta región, si Dios quiere, iré a verte.

Recordaba que hace un tiempo le di harto al disco "The man who" de Travis, sobre todo aquella balada salpicada de gotitas de lluvia "why does it always rain on me" y me motivaba a ponerme el abrigo, tomar el paraguas e ir a clases cuando quería ser diseñadora, y muchas veces el tema me la ganaba bajo la lluvia, estaba a punto de tomar micro y sucedian las cosas más raras que podrían sucederme y me daba miedo, volvía a meterme al ascensor y me iba directo a mi cama, y veía matinales nacionales comiendo pie de limón con jugo de arándano.

La irresponsabilidad, por tanto, tiene mucho que ver con la humedad ambiental. Aquí en Antofa, me cuestan encontrar motivos para quedarme en cama en días potencialmente nublados, las nubes muchas veces amenazan y amenazan, pero nunca pasa nada, así que mi cuerpo tendrá que adquirir alguna enfermedad sicosomática porque los matinales nacionales cada día estan más entretenidos. O por último el Sony o si ya es mucho el aburrimiento, el canal japonés donde bailan personas raras y hace que me sienta bien cargando con el peso de mi propia flojera.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Puntos suspensivos

...algo parecido al amor me quema las pestañas. Hace que la diversidad de idiomas y temas pasen a ser la rutina más desconcertante y emocionante. Todo lo leo más de tres veces. Pero me pregunto si es cierto o si la mentira se cuela entre sus dedos refinados cuando se trata de masajear mis pensamientos.
Algo parecido al amor conmueve y mueve al mundo. Yo lo observo de lejos, queriéndome hacer la que no me interesa, pero las pestañas chamuscadas y las horas extras de suposiciones virtuales nos pasan la cuenta. Es mucho peso cibernético para tantas sonrisas tímidas, son como novecientos megas de coqueteo, demasiado para que quepa en un cd...

Vivir con pánico (escénico)

Pánico. Temblor. Aceleración de la frecuencia cardiáca. Más pánico. Terror.
Miro el vacío inmenso de saberme una completa inútil en el campo de la oralidad. Me pesa tanto, que se me encorvan los hombros y recurro a sofisticadas técnicas de evitar hablarles a más de cuatro personas. Tomo un cuaderno y hago como que escribo, pero no anoto nada. Que el profesor no me mire, no me pida la palabra, no me haga hacer el ridículo. Mi capacidad de habla ante un auditorio es equivalente a la de un chimpancé con hematomas en el cráneo y un claro retraso mental.
Eso es todo, amigos. No sirvo para esto. Lo entiendo y asumo.
Pánico.
Hace un par de años (no diré cuantos) podía disfrazarme de Napoleón Bonaparte y recrear un pasaje de la historia francesa, ridículamente vestida de hombre, frente a un curso de cuarenta personas, sin que se me moviera un pelo (ni una mota de algodón). Tenía todas las armas y los arquetipos de cómo comportarme ante el público sin que me temblaran las piernas ni mis manos sudaran como una puerca.
No sé que pasó en el camino. Sufrí de un colapso neuronal y una avalancha de terribles pensamientos abstractos con respecto a lo que significa dar una opinión en una clase, lo que posteriormente se convirtió en una constante tortura. El mundo entero insistió en darme consejos para superar los estigmas de una neurótica; imaginar que a las personas que les hablo se encuentran en pelotas, pensar que estoy hablando sola (lo cual raya en la locura), mirar un punto fijo y dejar que mi mente procese las palabras para luego escupirlas sin tartamudear.
Pero es aquí donde radica el problema. Vivir con pánico escénico para muchos es un signo de inseguridad, para mí en cambio, representa un temor a vomitar las palabras que no se pueden decir frente a la concurrencia. Las ideas más disparatadas, las palabras menos indicadas, los pensamientos más absurdos. Pánico. Me da terror que la gente escuche lo que tengo en la cabeza. No porque sea una psicópata, sino porque siento miedo de tener miedo.
Vivir de esta forma, en un mundo globalizado que te exige presencia física e intelectual frente a todos, demanda una total atención a las ideas que la gente manifiesta. Otro grave problema, parece que soy incapaz de retener la información que no me interesa, lo que me transforma en una estudiante floja, irresponsable y poco práctica.
Utilizo mi mala memoria como principal soporte, los minutos miserables ante una exposición para escribir rápidamente las cien palabras que debo decir y luego hacer de cuenta de que todo me sale muy natural. Debe ser porque sufrí de matonaje mental en la escuela, de un bullying intelectual que arrasó mi autoestima y de paso mi subconciencia que se aferra a la idea de que se puede vivir así. Pero no se puede, por lo menos en mi caso no.
Me siento como se sentiría un artesano que le han amputado ambas manos, como un dentista ciego, como John Lennon sin instrumento, como un pescado flotando en el estanque del inodoro, como una periodista que le cuesta demasiado hablar frente al público. Es tan complicadito este asunto, que he llegado a cuestionar la existencia de inteligencia en mi masa encefálica, mi estado de ánimo, mi estado de pánico y mi estadía en la universidad, pues a sabiendas de que mi coeficiente intelectual no sorprende a nadie y la gran mentira de tener características de niña índigo y supersensible, me estanca y me limita.
Pero es cosa de tiempo. Además de ser una completa perdida de las artes verbales, tengo una leve esperanza de que pueda desarrollar otras aptitudes, como tocar el charango o hacer pies de limón sin quemarme las manos. ¡Vaya uno a saber!

sábado, 15 de agosto de 2009

Sueño copiapino en invierno

Todos los que hemos crecido en ciudades chicas conocemos muy bien lo que significa la frase “pueblo chico, infierno grande”. No es poco común toparse con amigos, conocidos, parientes, profesores, amantes y extraterrestres con quien hemos forjado lazos en los distintos lugares de dispersión que ofrece la ciudad, siendo casi siempre el supermercado como principal punto de encuentro.
Déjenme que les cuente como funciona la ciudad de Copiapó. Para los que no la conocen o solamente la han visto de pasada, mi querida ciudad de los jacarandas se encuentra ubicada en la tercera región de nuestro país. Para muchos no es más que la ciudad cercana a bahía inglesa y la playa la virgen (la más bonita de Chile), pero la tercera región no sólo es un trozo de tierra olvidada por muchos y visitada por pocos, es el centro de reunión de quienes partimos a estudiar afuera y volvemos en ciertas fechas del año que coinciden con fines de semana largos, vacaciones de verano e invierno y también Halloween.
Copiapó tiene algo mágico y aterrador al mismo tiempo. Su clima es tan impredecible como conseguir una entrada para la discoteque a la que van todos (cuando digo todos, son todos, pero no diré cual es para no hacerle publicidad pero creo que ya todos saben que se trata de aquel lugar que lleva el nombre de japoneses suicidas) porque aquí lo que la rompe es ir a encerrarnos a un antro de perdición nocturno en donde nadie puede respirar bien y chocas con todo el mundo. Pero está bien, es el precio que debemos pagar por toparnos con aquellos conocidos que nos ofrecen un cigarro y un baile. Pocos compran trago en la barra porque cuesta lo mismo que pagar por una botella del mismo licor en la botillería de la esquina. Y eso es lo que todos los copiapinos hemos hecho más de alguna vez, comprar alcohol en cantidades industriales y partir a las dunas o en su defecto, tomarnos hasta las molestias en el estacionamiento de la disco.
Una vez que entras al lugar, no puedes bajar la vista porque conoces a todos y a cada uno de los que se amontonan en la entrada haciendo exactamente lo mismo que todos, mirando rostros de manera superflua, prendiendo un cigarro para no ser tan obvia, intentando evitar que te den vuelta un copete por la cabeza y que no te pisen. Cuando nos comenzamos a ahogar, con mis amigas nos arrancamos al baño. En realidad nadie va a hacer nada al baño, salvo a mirarse al espejo y conversar. Mi amiga Javiera, siempre escéptica, me dijo sabiamente el jueves recién pasado una frase que no olvidaré: “algo le pasa el agua de Copiapó porque puta que están todas rubias”. Y es tan cierto que me quedo pegada mirando las blondas cabezas que se pelean el espejo y se quitan los delineadores de ojos con bruscos movimientos. Algo le pasa al glamour de Copiapó y con la Javiera nos reímos sin bajar la voz. Tenemos las cabezas más oscuras dentro del baño y en el fondo, pese a mis reclamos por querer tener el pelo un poco más claro, me siento contenta de mi color natural y la Javiera se apresura a leer mi mente para afirmarme que estoy en lo correcto con mis pensamientos idiotas.

El amor está en el aire. El estruendoso reguetón y los brillos comienzan a enceguecernos. Vamos por un vodka. Claro, somos los peores en organizar previas y generalmente nos juntamos a la hora exacta en la disco, al límite de justo de no pagar entrada y nos colamos porque tenemos influencias gracias a Romeo. Compro un vodka piña que se demora tanto que el primer sorbo me lo tomo con el alma. Sin embargo, el tipo de la barra confundió el jugo de piña con el jugo de limón natural y recién exprimido para los tragos preparados y me devuelvo con mi mejor sonrisa a pedirle que me lo cambie. Todos me miran feo porque no hago la fila “no existente” para cobrar el trago, pero igual logro ganarme a la niña de mi lado contándole mi desgracia con el trago y me deja pasar. Me consigo un cigarro, tomo un sorbo de mi exquisito nuevo vodka y mis amigos comienzan a mover las patitas.

Resulta que mis amigos son tan bailarines, que no necesitan ni pareja para lograr colarse a la pista de baile. Tampoco les gusta pasar piola ni quedarse en un rincón apartado moviendo las manos para todos lados, sino que siempre conseguimos llegar al epicentro de la acción, el lugar exacto en donde se ubica la válvula de agua que nos moja cuando el loquito que anima la fiesta comienza a gritar “agua, agua, agua”.
Completamente asumida de mi condición de cero gracia para el baile, abrazo a Romeo y comenzamos a dar vueltas poco sincronizadas e intentamos respirar entre las risotadas que nos produce ver al Camilo “apretadito” Varela dándoselas de latin lover con sus pasos sofisticados y especialmente sensuales. Se me acaba el vodka e inmediatamente la gente conocida comienza a hacer su aparición con una repartición de abrazos, tragos, besos y promesas de futuros carretes. Los saludo a todos. Les sonrío a cada uno de ellos porque me alegra ver rostros conocidos en la misma incómoda situación en la que me encuentro, intentando bailar una clase de música que no me parece más que una batucada particularmente desafinada. Rara vez tocan un tema que me gusta y si sale Guns and roses, lejos de creernos rockstars, todos pifean porque saben que es el preambulo de la seguidilla de temas rock latinos que nadie baila. Y comienza a caer agua. Todas corremos con la mano en la cabeza por los siguientes motivos:
1.- Nos desarma el peinado.
2.- Podemos resbalarnos, caernos y morir.
3.- El agua es de dudosa procedencia.
4.- No es cómodo andar mojado.
5.- Fuera de la disco hay cinco grados y resfriarse es el peor panorama de vacaciones de invierno.
Yo ya no aguanto más el ahogo, la multitud ni la música. Así que, en un repentino arranque de cordura, algunos nos vamos a tomar aire afuera. Y Copiapó nos vuelve a engañar, afuera no hay aire; ¡hay más gente!. Y todos reflexionamos acerca de lo que pasaría si se incendiara la disco o si hubiera un terremoto y se partiera la tierra por la mitad y todos cayéramos al abismo.
Nos reímos otro rato, prendemos otros cigarros, abrazamos otros vasos y finalmente decidimos, algo abatidos, salir de aquel sofocante lugar e ir a bajonear. Si usted está leyendo esto y es mi madre o no entiende, le explico: bajón se le llama al anormal hambre que se siente después de bailar, tomar o drogarse. Es la clave del éxito de aquellos locales de comida rápida nocturna esparcidos a lo largo y ancho de la ciudad.
Copiapó a las cuatro de la mañana no nos ofrece una vista muy acogedora. Hay una neblina tan densa que podríamos ponerla en un cono de helado y comérnosla, aún así preferimos ir a comprar unos completos y luego irnos a dormir. Cansadísimos de estar parados cuatro horas dentro de un lugar que no respeta el metro cuadrado personal, un lugar que no es cómodo ni acogedor, pero que nos resulta peligrosamente atractivo.
La noche copiapina para muchos quizás es fome, pero para quienes nos subsistimos de sus recuerdos nos resulta completa e irrevocablemente seductora.

viernes, 14 de agosto de 2009

Mujeres al poder

Desde los inicios, en la historia escrita en la Biblia, ha quedado claro el rol secundario que cumple la mujer a través de sus páginas. Eva no sólo fue creada en segundo lugar, sino que su rol básico sería apoyar al hombre en su plena hegemonía en el planeta a través de una secuencia temporal infinita. Y no sólo ha cumplido bien su cometido, sino que ha sabido sortear con inteligencia y suspicacia las trampas del destino, de un duro estigma reconocido como el “sexo débil” y hasta salir airosa de una jugarreta relacionada con una manzana y una serpiente.

Sin embargo, el género femenino abarca más allá de lo netamente biológico como matriz y creación de vida. Las mujeres no sólo son portadoras de óvulos, sino que se encuentran definidas socialmente por la percepción que tiene sobre ella el entorno que las rodea. Claramente las mujeres no son vistas de igual forma en todos los lugares físicos del globo. Mientras Marilyn Monroe desbordaba sensualidad a finales de la década de los cincuenta y revelaba a la prensa que todas las noches dormía desnuda y sólo con unas gotas de Chanel n°5; en el medio oriente y hasta el día de hoy, millares de féminas aún deben cubrirse de pies a cabeza con grandes túnicas porque así está impuesta la ley en sus países de origen. Son millones de mujeres condenadas a callar y cubrir no sólo sus cuerpos, sino que sus pensamientos, ideales y sueños.

Sin embargo, en la sociedad occidental, muchos de los prejuicios que envolvieron a las generaciones femeninas y de las cuales se tengan registros escritos, apuntan a una sociedad machista de deliberado control y posesión masculina por sobre los derechos de las mujeres. En la literatura clásica se puede apreciar con claridad, sobre todo en las novelas de corte pastoril, cómo el patrón tiene el control completo sobre su esposa, cómo elige a los pretendientes de sus hijas e incluso cómo inicia sexualmente a muchas de las empleadas que nacen y mueren en un hogar déspota, bajo reglas estrictas de comportamiento social que incluso llegan a degradarlas como seres humanos y pasan a ser una propiedad de exclusiva producción.

Hasta hace algunas décadas se ha criticado que la misma mujer ha permitido que se desarrolle una sociedad masculina. Las madres realizan hasta las mínimas labores individuales de sus hijos, hacen sus camas, cocinan, lavan y planchan porque así lo han hecho sus madres y sus abuelas. Y porque así está establecido dentro de los cánones de comportamiento social. Los hombres fueron creados para el trabajo arduo y las mujeres deben quedarse en casa y ser dueñas del hogar.

Aún así, una gran cantidad de mujeres han debido, por razones de fuerza mayor, ingresar al mundo laboral para satisfacer las nuevas necesidades que han surgido en sus vidas mientras intentan hacerse un lugar dentro del mercado del trabajo. El más hermoso privilegio de ser madres exige también deberes que responden a una necesidad proteccionista hacia los hijos. Miles de mujeres debieron aprender los oficios que estaban destinados sólo para el género masculino, porque debían conseguir dinero para alimentar y educar a sus hijos. Y lo hicieron frente a toda adversidad y bajo las miradas resentidas de hombres y curiosidad de mujeres que vieron cómo se gestaba una silenciosa revolución femenina.

Sin embargo, y en gran parte gracias a la globalización que ha permitido obtener las herramientas para acceder a una nueva información, es que las mujeres están comenzando a desarrollarse en nuevos ámbitos. Han descubierto que pueden realizar las mismas labores que realizan sus esposos e incluso pueden perfeccionarse debido a su esencia detallista.
Un claro ejemplo de ello fue Eloísa Díaz Insunza, quien en el año 1881 y con sólo 15 años ingresó al bachillerato de la Universidad de Chile para posteriormente ser la primera mujer sudamericana en cursar estudios superiores y lograr ser médico en una sociedad que no veía con buenos ojos que una jovencita entrara a un auditorio lleno de hombres y estudiara con sus pares. Era tanta la presión del medio, que debía entrar a la sala de clases acompañada de su madre por temor a sufrir alguna clase de discriminación que le impidiera continuar con sus estudios. Aún así, fue tanto su esfuerzo por cumplir el sueño de educarse, que incluso creó el Servicio Médico Escolar de Chile, pionero en América Latina, por lo que en un congreso internacional fue declarada como la "Mujer Ilustre de América".

Pero en esos años no sólo causaba revuelo el hecho de que una joven ingresara a la universidad, el ambiente nacional estaba revolucionado porque poco antes se había inscrito una mujer, Domitila Silva, en el servicio electoral de Chile, argumentando que cumplía con todos los requisitos para elegir a sus gobernantes; tener nacionalidad chilena y saber leer y escribir. Poco pudieron hacer los conservadores, que tuvieron que aceptarla. Sin embargo, poco después se prohibiría expresamente el voto femenino, lo que movilizó a una gran masa de mujeres que exigían poder ejercer su derecho sin tener mucha respuesta ante sus peticiones. En otras partes del mundo, muchas mujeres con similares anhelos luchaban por conseguir un espacio en la sociedad, que sus opiniones fuesen tomadas en cuenta porque comprendieron que era el primer paso para lograr una equidad de sexos y no ser rebajadas a simples amas de casa y condenadas a aceptar de forma irrevocable los mandatos de una sociedad machista. Sin embargo, bajo esa misma presión, muchas de ellas sucumbieron, es el caso sucedido el año 1903 cuando miles de mujeres fueron encarceladas en Londres por realizar una marcha que buscaba obtener derecho al sufragio, lo que no sólo trajo consigo la exposición de la visión femenina por un replanteamiento de los derechos humanos, sino que una reflexión de la sociedad en general y el darse cuenta de que podían silenciar los ideales femeninos, pero no por ello evitar que se siguieran gestando en sus mentes.
Pero la lucha de las mujeres no ha sido infructuosa. Ha valido la pena el esfuerzo sufrido por este mal llamado “sexo débil”, porque gracias a la constancia de ellas, hoy en día las mujeres no sólo estudian en las universidades, sino que en la mayoría de los casos, superan en número a los estudiantes varones. No sólo obtienen títulos académicos, las mujeres de hoy son profesionales reconocidas, líderes de opinión, madres y ejemplos de tenacidad y perseverancia. Mujeres que incluso han abrazado tendencias, de las que en algún momento de la historia fueron fríamente apartadas, como la política.
En la retina de nuestro país quedó grabado el día 15 de enero del 2006, cuando Chile escribió parte importante de su historia al presenciar por vez primera cómo una mujer llegaba a la cabeza del gobierno. Michelle Bachelet alcanzó la presidencia en una segunda vuelta y con un 53,49% de los votos, superando ampliamente al candidato opositor ganando en doce de las trece regiones que comprenden el país. Y Michelle no sólo se convirtió en la primera presidenta de Chile, sino que además es una de las seis mujeres que han gobernado en América Latina.

Que el feminismo ha existido siempre a lo largo de la historia, puede afirmarse en distintos sentidos. En el sentido más amplio del término, siempre que las mujeres, individual o colectivamente, se han quejado de su injusto y amargo destino bajo el patriarcado y han reivindicado una situación diferente, buscan por sobre todo una vida mejor. Lo que no sólo las ha llevado a enfrentar a la sociedad que muchas veces la denigró al nivel más básico, sino que las obligó a no perder el espíritu de superación y con ello a alcanzar el respeto no sólo de los hombres, sino de su mismo género. Las mujeres ya no son simples personajes de la historia de la humanidad, son el brillante futuro de un mundo más sensible y humanitario, que busca una equidad que ha dejado de ser una quimera, para volverse una realidad
.

Lo triste de no ser ella

Lo triste de no ser ella, es que se mueve como si los árboles se olvidaran de soplar con fuerza. Yo en cambio, me derrumbo al menor desnivel del suelo. Mientras ella se desliza, yo ruedo hacia los centros de comida rápida que por opción personal, me ofrecen todo el cáncer en pequeñas dosis fritas que necesito para morir antes de que la soledad arrase con mi sombra.
Mientras ella camina, guarda amuletos, mira las hojas cafés desparramadas en el suelo y se prepara para una noche brillante, yo me muerdo las uñas enterradas en libros espolvoreados de mala suerte y pocos aires nuevos. Me preparo para nada, en un futuro en donde lo insípido toma el personaje principal.
Y la protagonista anda sin zapatos por un templo que no conoce pero que lo recuerda de otra vida. Las paredes grises y las cortinas de encaje se mezclan con el aroma dulzón del amareto y las figuras de maderas talladas en las esquinas. En el centro hay un pequeño escenario, y se pregunta qué hay detrás de la cortina rosa. Unos jóvenes beben absenta y la invitan a sentarse a su lado, pero no son sus amigos. Son personas traídas de otras épocas que le inspiran un dolor tan nauseabundo que sólo se limita a caminar sin sentir nada, en medio de la nada y esperando nada.
De pronto, se abre una puerta. Una cosa parecida a un astronauta camina hacia mí y me asusta. Pero es sólo el repartidor de pizzas. Yo me pongo redonda, mientras ella cepilla su largo pelo castaño y yo me pudro en la ciudad de las luces ciegas, otra vez.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Una receta y una quemadura

La magia ocurre en la cocina. Las quemaduras también.

Presiento que tendré una cicatriz enorme en mi mano derecha hasta que los gusanos devoren mi cadáver en el ataúd. Resulta que me quemé haciendo un pie de limón que quedó maravillosamente exquisito pero con el cual me gané una postulación a miss coaniquem de este año.
Lo prometido es deuda. Aquí esta la receta improvisada e inventada por muá oh lala. Que igual es súper fácil pero recomiendo que se pongan guantes de cocina hasta para apretar el botón de la batidora porque ése artefacto electrodoméstico igual es diabólico y siempre se las ingenia para atorarme los dedos y cubrirme de harina el pelo y los pensamientos.

¡¡Tome nota y manos (con guantes) a la obra!!

Ingredientes:
PARA LA MASA
-2 tazas de harina
-2 huevos
-Una taza de mantequilla
-Azúcar al ojo
-Media cucharada de polvos de hornear

PARA EL RELLENO
-1 tarro de leche condensada
-1 limón
-2 claras para el merengue
-Azúcar flor

Intrucciones:

Para empezar, prenda el horno no muy fuerte, luego consigase una fuente grandota en donde podamos mezclar todos los ingredientes. Una vez que lo tenga en la mano, deposite todos los ingredientes (para la masa) en cualquier orden porque eso de que primero va la harina con la mantequilla y se debe revolver lentamente mientras se le agrega azúcar, es una mentira.

Una vez que todo este dentro de la fuente, revuelvalo con la mano, con la cuchara de palo o con la batidora. Luego amase hasta que no se pegue en las manos, para ello le recomiendo que contínuamente esté agregando pequeñas cantidades de harina. Luego enmantequille una fuente que sea resistente a las altas temperaturas y deposite la masa sobre ella, para luego darle la forma con los dedos y aplastarla hasta que parezca una cama de masa. Hágale los bordes un poquitito más alto de lo normal para que no se le escape el relleno.

Luego meta todo el menjunje dentro del horno y vaya a lavar todo lo que ensució. Luego que ha dejado impecable, abra el tarro de leche condensada y póngalo en alguna fuente. Parta por la mitad el limón (con harto cuidado y sin rebanarse los dedos) y exprímalo sobre la leche condensada. Revuelva enérgicamente.
Revise el horno, por si es que la masa se infló y cobró vida propia o sólo para comprobar de que todo va bien.
Ahora en otra fuente prepare el merengue, deposite las dos claras que previamente separó de las yemas y bátala hasta que quede en su punto nieve. Agregue azúcar flor a gusto y revuelva hasta que se aburra.
Una vez que la masa está cocida, sáquelo del horno (CON GUANTES POR FAVOR) y póngale el relleno de leche condensada con limón y luego encima el merengue. Meta nuevamente al horno y espere a que el merengue quede levemente tostado.

Y luego deje enfríar o cómaselo caliente. Sólo las personas muy delicadas emocionalmente se enferman del estómago con las masas calientes, porque es otra vil mentira.

Espero que les sirva y si no les tinca hacerlo, vayan al supermercado donde por dos lucas pueden comprarlo hecho y se ahorran el lavado de loza y posibles quemaduras.




domingo, 9 de agosto de 2009

Las cosas que me funaron

Existen tantas canciones, anécdotas, frases, comidas, comedias, olores, reclames comerciales y películas de bajo presupuesto en donde rescato buenos momentos que guardo con esfuerzo en mi bitácora de memoria a largo plazo y que me hacen inmensamente feliz. Los recuerdo en cualquier momento del día, cuando estoy haciéndome el ánimo de levantarme por las mañanas, cuando el dial de la radio no sintoniza bien y decido manejar en silencio por la ciudad o cuando tomo té con la mirada idiota y perdida mientras mi papá mi mira con cara de preocupación.
Hay personas que se dejan llevar por estas gratas instancias al punto de babear, lo que no resulta tan preocupante como aquellos que sólo viven a través de estos recuerdos y que les impide avanzar con sus vidas desdichadas.
No es mi caso. O al menos dejó de serlo hasta hace poco tiempo, cuando me dí cuenta de que si bien mi vida aún no tiene sentido y no lo tendrá hasta que alguien me regale un mantra o logre vencer al karma de la mala suerte que ronda mi metro cuadrado y que me amenaza con explosiones de neumáticos y fallas de agua caliente, por lo menos sigo consciente de que la idea no es quedarse pegado en el pasado, sino que construir día a día nuevos recuerdos que me hagan inmensamente feliz en algún momento incierto del futuro.
Pero como les contaba acerca de estas pequeñas instancias de felicidad absoluta, también existen personas o situaciones que me las han funado de una manera espantosa. Hace algunos meses un amigo que suele torturar su guitarra y su voz decidió hacer un cover poco agradable de “Hey Jude” de los Beatles y muy entusiasmado, decidió mostrármela sólo con el fin de molestarme un rato. Como se supone que soy buena amiga y debo escucharlo aunque sus canciones muchas veces rayen en lo estúpido, le puse atención al cover que grabó en su computador. Debo admitir que me reí muchísimo cuando comenzó a sonar una melodía similar a Hey Jude sólo que con una preocupante voz molesta. Y desde aquel día no existe ninguna vez en que yo escuche esa canción y olvide que mi amigo Ratón le hizo un cover tan malo que su voz se quedó pegada en mi inconsciencia. “Heeeey Jude, don’t make it bad”. Por la cresta. Pero no sólo se contenta con cantarla de vez en cuando, sino que pretende hacer una serie de grabaciones de tributo a los Beatles con los coros de las canciones más conocidas. Y estoy segura que no sólo me arruinará Hey Jude, sino que se vienen un montón de versos mal cantados con una voz aguda y siniestra.
Así son los amigos.
Así son las cosas que me funaron.

Dime Diosito: ¿soy inmortal?

Mis vacaciones de invierno resultaron ser excesivamente flojas. No hice absolutamente nada más que transformar oxígeno en dióxido de carbono y masticar comestibles mientras con una mano navegaba por Internet y con la otra hacía zapping. Llegué incluso a aburrirme de tanto vagabundeo de mi parte. La nana de mi papá me llevo desayuno, almuerzo y té a media tarde a la cama, en una bandeja verde con un mantel floreado. Todos los carbohidratos juntos en un mismo plato; rebosante de fideos en una salsa de aceite con papas fritas y un pedazo de carne que parece haber sido freído en una paila de gitanos; pedazos de tortas de dudosa procedencia y antigüedad e interminables vasos de coca cola. Yo ni siquiera me detuve a pensar en la inexistencia de esfuerzo físico en mi vida, ni en las consecuencias de tragar como un maldito monstruo obeso.
Total, dentro de mi consciencia y en realidad dentro de la consciencia colectiva de todos aquellos que tienen más o menos mi edad, me creo inmortal. No importa si en el carrete de anoche me fumé una cajetilla completa y además tuve el descaro de pedir unos cuantos más a mis amigos, porque realmente no creo que me muera el día de hoy por un cáncer al pulmón fulminante que se desarrolle a la hora de almuerzo. Tampoco creo que moriré por un coma etílico chelístico, ni por una gripe ganada por tirarme a una piscina congelada a las seis de la mañana. Es más, ni siquiera creo que me muera por andar manejando un auto demasiado pequeño y excesivamente chocable a altas horas de la madrugada.
Pero no es que yo quiera exponerme a una muerte súbita por exceso de colesterol ni ser arrollada por un camión de Lipigas, sólo que creo que no es posible tener tanta mala suerte. Si bien la muerte es un tema de discusión recurrente entre mis neuronas cuando estoy a punto de dormir, no creo que ésta se abalance sobre mí y me arrebate la vida así como así. O por lo menos eso creo.

sábado, 8 de agosto de 2009

Insomnio diurno

Siento como se enciende la ampolleta y aquella idea que vaga por mi mente en instantes previos a la confirmación de mis más aterradores miedos se convierte en una realidad sustancial y triste. Intento repelerlos con insecticida, ajo, un tarro de aceitunas y hartos pensamientos positivos para bloquear las energías que buscan verme en el suelo. Los combato, como antiguos fantasmas que se cuelan por cada ventana de madera podrida y destartalada, sin embargo me llegan y me hacen un kame hame ha con sólo una taza de café.
No soy lo suficientemente fuerte para levantarme otra vez, o tal vez sí lo soy pero me da una flojera. Ustedes que lo saben todo y si no lo saben lo inventan, saben acerca de la cultura de la flojera. Ninguna idea puede colarse por ningún lado, todo se me da vueltas una y otra vez, en este aire denso de no saber de dónde vengo ni a donde voy ni que demonios hacer en este momento.
De encender la tele sólo por no sentir el abrazo de la soledad quieta que me consume. Yo también lo veo consumirse, más rápidamente que de costumbre, creo que tal vez es el único tubo de adicción que me da confianza. Este cigarro que amenaza con apagarse cuando sopla el viento mientras que yo lo amenazo con propagar este cáncer que todos llevamos dentro y de paso, consumirme yo misma.
Cargo con un insomnio diurno que no me quiere dejar en paz. Demasiadas cosas que hacer y que decir, ¿cuál decir primero? ¿Qué callar? ¿Decir la verdad? ¿Suavizar una mentira? ¿Todas las anteriores? ¿Cada una por sí sola? Siempre que siento que el mundo se va a congelar prendo la tele y me pierdo en sus pixeles brillantes para evadirme de una realidad absolutamente cómoda para todos y totalmente nefasta para mi. Pero hoy me di cuenta de que la tele ya no llena ese vacío solitario de jingles comerciales y concursos matinales. ¿Entonces por qué no tienen señalizada la salida de este laberinto comunicacional? ¿Dónde está el ceda el paso de las palabras? ¿Para donde se fue el no estacionar de la literatura fría e hiriente?
Si alguien sabe cuáles son los requisitos para ser feliz en un planeta lleno de infelices que me lo haga saber. Necesito con suma urgencia dadores de felicidad tipo Rh negativo, nadie que tenga contaminada el alma ni que sufra por los cetáceos. Ya tengo suficiente con soportarme a mí misma.


Se nos murió Julio

No es que la noche esté aburrida o que nadie se haya motivado a salir a dar vueltas por la ciudad. No. No es que el universo entero haya conspirado para tenerme a medianoche de un sábado privada de Saturday Night Live porque el iglú aún no tiene señal de televisión. No es que yo me sienta obligada a escribir lo que pienso sólo porque no tengo otro panorama. No crean que lo hago de aburrida. Y tampoco crean todo lo que leen en Facebook.

Agosto llegó en puntillas procurando no meter bulla. Nadie se acordó de que el día de la sopa fue el 31 de julio y hasta yo olvidé que Harry Potter estaba de cumpleaños. Por lo mismo, agosto se apoderó de mi existencia sin siquiera darme cuenta.
Y me amenaza con sus aprehensiones hacia los felinos. ¿Alguien sabe porqué agosto es el mes de los gatos? Siento un poco de rencor hacia agosto porque en este mes me rompieron el corazón por primera vez, sin embargo, agosto también me despierta los sentidos. Me llena de una ola fría (quizás son pedazos de pensamientos congelados) y harta masa textual para amasar que no logro juntar ni amoldar.
¿Amoldar a qué?
- A una vida convencional que raya en la rutina absurda
- A mis deberes por sobre mis propios derechos y de paso pisoteando los derechos ajenos
- A probables ataques de sonámbulos
- A algo bonito
Si logro amoldarme ya no será necesaria una prueba de sangre para saber si tengo el gen de la maldad que tenía Hitler y Walt Disney. Me he puesto tan risueña también. Me río por todo y también me río por nada. ¿Será normal? ¿Será cierto eso de que la risa abunda en la boca de los tontos? Porque si llegase a ser cierto, no sólo sería tamaña estúpida sino que me aseguro un kilo de arrugas prematuras en mi cara.
Pero pese a que me he convertido en una máquina de carcajadas, no puedo evitar preguntarme acerca del sentido que tiene la vida. Aún sigo en esta busqueda poco fructífera, de hecho, he meditado acerca de lo que tiene sentido en mi vida y llegue a la conclusión de que lo único que ha tenido sentido ha sido desanalfabetizarme, ¿existe esa palabra? Tengo tantas dudas que las pondré en una lista:
1.- ¿Por qué los peces se mueren cuando salen del agua si no se supone que igual respiran oxígeno existentes en las moléculas de H2O? ¿Mueren por sobredosis de aire entonces?
2.- ¿Un puercoespín es la evolución de un chanchito enojado?
3.- ¿Para qué sirve el ombligo?
4.- ¿Por qué nadie ha demandado a las empresas de shampoo que aseguran que sus productos están formulados especialmente para cada tipo de cabello, sin embargo no es más que el mismo menjunje para todos por igual? (lea usted mismo los ingredientes)
5.- ¿Por qué nadie se ha vuelto millonario vendiendo levadura si se supone que esas cosas son como los gremlins que se multiplican con agua?
6.- ¿Habrá otro mundo igual a éste a miles de millones de años luz y existirá alguna otra María Luisa que se esté preguntando lo mismo que yo y nos conectemos místicamente?
7.- ¿Por qué el hijo de una mujer blanca y un hombre negro no es gris?
8.- ¿Por qué siempre se me desaparece un calcetín de cada par?
9.- ¿Un vaso de agua es equivalente a cinco centímetros cuadrados de nube condensada?
10.- ¿Por qué John Lennon fue asesinado por un gordo inepto?


Televisivamente hablando


El otro día estaba hablando con un amigo acerca del cambio que se ha producido en la televisión chilena. Yo le pregunté si creía que la televisión en nuestro país se había puesto mala y él me respondió que la televisión en Chile nunca ha sido buena.
Me quedó dando vueltas eso. Y sin ser una especialista “televisoramente hablando” me puse a pensar que realmente no cuento con la capacidad mental para decir si la tele está buena o está mala porque para empezar; la tele surgió mucho antes de que yo naciera, y probablemente mi nacimiento es producto de la falta de televisión. Quien sabe.
En fin, la primera trasmisión televisiva que se hizo en este país fue el cinco o el seis de octubre de 1957. Pocos tenían la suerte de contar con una televisión en la casa porque además de ser carísimas, pesaban doscientas toneladas o el equivalente a una ballena adulta.
Mucho antes, los gringos se reunían detrás de una caja metálica enorme que lograba captar las señales de tv abierta y observaban sorprendidos como el mundo se proyectaba en una pantalla de no más de treinta pulgadas. Existían mitos de que si observabas la pantalla por más de quince horas podías volverte superdotado, que la imagen estaba compuesta solo por puntitos de tres colores; rojo, verde y azul y que al acercarte demasiado incluso podías percibirlo, pero sólo se comprobó que acercarse demasiado a la pantalla producía un daño visual irreversible, lo que posiblemente explica la ceguera mundial de aquellos que conocieron la tele en su versión más rudimentaria.
Pero en aquellos años reunirse detrás de la pantalla no sólo era el panorama familiar más apetecible para la clase social alta, sino que representaba toda una ceremonia, ir a buscar a los vecinos, esperar a que la abuelita se pusiera la peluca, intentar sentar al abuelo alcohólico frente a la tele, hacer callar a los más chicos, entre otras divertidas anécdotas familiares.
Millones de espectadores observaron como el hombre caminaba en la luna, como la Lady Di se casaba con el príncipe Carlos y como la Bolocco salía elegida miss universo. La televisión acercó el mundo para el mundo, lo que resultó sumamente útil para fomentar la cultura, alcanzando el título de pionero de la globalización.
Pero como la gran mayoría de las cosas que ha inventado el hombre, la televisión no sólo trajo entretenimiento para el hogar, sino que una preocupante sobredosis de insensibilidad en los telespectadores. Nadie se sorprende cuando en las noticias muestran un atentado terrorista en esos países chicos donde siempre se matan entre todos. A nadie le sorprende ver una explosión de un tanque lleno de japoneses porque lo han visto tantas veces en producciones hollywoodenses que hasta incluso se critican los efectos especiales de ser fomes y poco creíbles.
Ahora pones a un niño de dos años frente a la tele y es capaz hasta de poner un dvd y cambiarle las opciones de audio. Yo pongo a mi abuela frente a la misma tele y no es capaz de subirle ni el volumen porque no entiende. Es como si las nuevas generaciones vinieran con un chip tecnológico incorporado que les soluciona la vida de manera inmediata y hasta instintiva. Mi abuela desgraciadamente se quedó pegada en los canales italianos en blanco y negro, mientras que el resto de los mortales observamos como los medios manipulan nuestras pervertidas mentes, entregándonos entretención morbosa, dándole prioridad a las noticias macabras, realitys show donde la Pamela Díaz grita todo el día y la Geisha chica se acuesta con un turco a vista y paciencia de miles de chilenos.
No sé si la televisión esta buena o no. Sólo sé que muchas de las cosas que proyecta hacia el entorno no me gustan. Se justifica tal vez que las personas seamos manipuladas y condenadas a conocer lo que algunos quieren que sepamos y que, finalmente, todo sea directamente proporcional: a mayor raiting, más plata. Sin importar cuantas neuronas asesinemos cada día.