viernes, 14 de agosto de 2009

Mujeres al poder

Desde los inicios, en la historia escrita en la Biblia, ha quedado claro el rol secundario que cumple la mujer a través de sus páginas. Eva no sólo fue creada en segundo lugar, sino que su rol básico sería apoyar al hombre en su plena hegemonía en el planeta a través de una secuencia temporal infinita. Y no sólo ha cumplido bien su cometido, sino que ha sabido sortear con inteligencia y suspicacia las trampas del destino, de un duro estigma reconocido como el “sexo débil” y hasta salir airosa de una jugarreta relacionada con una manzana y una serpiente.

Sin embargo, el género femenino abarca más allá de lo netamente biológico como matriz y creación de vida. Las mujeres no sólo son portadoras de óvulos, sino que se encuentran definidas socialmente por la percepción que tiene sobre ella el entorno que las rodea. Claramente las mujeres no son vistas de igual forma en todos los lugares físicos del globo. Mientras Marilyn Monroe desbordaba sensualidad a finales de la década de los cincuenta y revelaba a la prensa que todas las noches dormía desnuda y sólo con unas gotas de Chanel n°5; en el medio oriente y hasta el día de hoy, millares de féminas aún deben cubrirse de pies a cabeza con grandes túnicas porque así está impuesta la ley en sus países de origen. Son millones de mujeres condenadas a callar y cubrir no sólo sus cuerpos, sino que sus pensamientos, ideales y sueños.

Sin embargo, en la sociedad occidental, muchos de los prejuicios que envolvieron a las generaciones femeninas y de las cuales se tengan registros escritos, apuntan a una sociedad machista de deliberado control y posesión masculina por sobre los derechos de las mujeres. En la literatura clásica se puede apreciar con claridad, sobre todo en las novelas de corte pastoril, cómo el patrón tiene el control completo sobre su esposa, cómo elige a los pretendientes de sus hijas e incluso cómo inicia sexualmente a muchas de las empleadas que nacen y mueren en un hogar déspota, bajo reglas estrictas de comportamiento social que incluso llegan a degradarlas como seres humanos y pasan a ser una propiedad de exclusiva producción.

Hasta hace algunas décadas se ha criticado que la misma mujer ha permitido que se desarrolle una sociedad masculina. Las madres realizan hasta las mínimas labores individuales de sus hijos, hacen sus camas, cocinan, lavan y planchan porque así lo han hecho sus madres y sus abuelas. Y porque así está establecido dentro de los cánones de comportamiento social. Los hombres fueron creados para el trabajo arduo y las mujeres deben quedarse en casa y ser dueñas del hogar.

Aún así, una gran cantidad de mujeres han debido, por razones de fuerza mayor, ingresar al mundo laboral para satisfacer las nuevas necesidades que han surgido en sus vidas mientras intentan hacerse un lugar dentro del mercado del trabajo. El más hermoso privilegio de ser madres exige también deberes que responden a una necesidad proteccionista hacia los hijos. Miles de mujeres debieron aprender los oficios que estaban destinados sólo para el género masculino, porque debían conseguir dinero para alimentar y educar a sus hijos. Y lo hicieron frente a toda adversidad y bajo las miradas resentidas de hombres y curiosidad de mujeres que vieron cómo se gestaba una silenciosa revolución femenina.

Sin embargo, y en gran parte gracias a la globalización que ha permitido obtener las herramientas para acceder a una nueva información, es que las mujeres están comenzando a desarrollarse en nuevos ámbitos. Han descubierto que pueden realizar las mismas labores que realizan sus esposos e incluso pueden perfeccionarse debido a su esencia detallista.
Un claro ejemplo de ello fue Eloísa Díaz Insunza, quien en el año 1881 y con sólo 15 años ingresó al bachillerato de la Universidad de Chile para posteriormente ser la primera mujer sudamericana en cursar estudios superiores y lograr ser médico en una sociedad que no veía con buenos ojos que una jovencita entrara a un auditorio lleno de hombres y estudiara con sus pares. Era tanta la presión del medio, que debía entrar a la sala de clases acompañada de su madre por temor a sufrir alguna clase de discriminación que le impidiera continuar con sus estudios. Aún así, fue tanto su esfuerzo por cumplir el sueño de educarse, que incluso creó el Servicio Médico Escolar de Chile, pionero en América Latina, por lo que en un congreso internacional fue declarada como la "Mujer Ilustre de América".

Pero en esos años no sólo causaba revuelo el hecho de que una joven ingresara a la universidad, el ambiente nacional estaba revolucionado porque poco antes se había inscrito una mujer, Domitila Silva, en el servicio electoral de Chile, argumentando que cumplía con todos los requisitos para elegir a sus gobernantes; tener nacionalidad chilena y saber leer y escribir. Poco pudieron hacer los conservadores, que tuvieron que aceptarla. Sin embargo, poco después se prohibiría expresamente el voto femenino, lo que movilizó a una gran masa de mujeres que exigían poder ejercer su derecho sin tener mucha respuesta ante sus peticiones. En otras partes del mundo, muchas mujeres con similares anhelos luchaban por conseguir un espacio en la sociedad, que sus opiniones fuesen tomadas en cuenta porque comprendieron que era el primer paso para lograr una equidad de sexos y no ser rebajadas a simples amas de casa y condenadas a aceptar de forma irrevocable los mandatos de una sociedad machista. Sin embargo, bajo esa misma presión, muchas de ellas sucumbieron, es el caso sucedido el año 1903 cuando miles de mujeres fueron encarceladas en Londres por realizar una marcha que buscaba obtener derecho al sufragio, lo que no sólo trajo consigo la exposición de la visión femenina por un replanteamiento de los derechos humanos, sino que una reflexión de la sociedad en general y el darse cuenta de que podían silenciar los ideales femeninos, pero no por ello evitar que se siguieran gestando en sus mentes.
Pero la lucha de las mujeres no ha sido infructuosa. Ha valido la pena el esfuerzo sufrido por este mal llamado “sexo débil”, porque gracias a la constancia de ellas, hoy en día las mujeres no sólo estudian en las universidades, sino que en la mayoría de los casos, superan en número a los estudiantes varones. No sólo obtienen títulos académicos, las mujeres de hoy son profesionales reconocidas, líderes de opinión, madres y ejemplos de tenacidad y perseverancia. Mujeres que incluso han abrazado tendencias, de las que en algún momento de la historia fueron fríamente apartadas, como la política.
En la retina de nuestro país quedó grabado el día 15 de enero del 2006, cuando Chile escribió parte importante de su historia al presenciar por vez primera cómo una mujer llegaba a la cabeza del gobierno. Michelle Bachelet alcanzó la presidencia en una segunda vuelta y con un 53,49% de los votos, superando ampliamente al candidato opositor ganando en doce de las trece regiones que comprenden el país. Y Michelle no sólo se convirtió en la primera presidenta de Chile, sino que además es una de las seis mujeres que han gobernado en América Latina.

Que el feminismo ha existido siempre a lo largo de la historia, puede afirmarse en distintos sentidos. En el sentido más amplio del término, siempre que las mujeres, individual o colectivamente, se han quejado de su injusto y amargo destino bajo el patriarcado y han reivindicado una situación diferente, buscan por sobre todo una vida mejor. Lo que no sólo las ha llevado a enfrentar a la sociedad que muchas veces la denigró al nivel más básico, sino que las obligó a no perder el espíritu de superación y con ello a alcanzar el respeto no sólo de los hombres, sino de su mismo género. Las mujeres ya no son simples personajes de la historia de la humanidad, son el brillante futuro de un mundo más sensible y humanitario, que busca una equidad que ha dejado de ser una quimera, para volverse una realidad
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