Hola hola hola hola... se lo repetí como doce mil quinientas veces pero no me devolvió el saludo. Seguro que es porque hay una interferencia enorme entre su craneo y el mío, y la cantidad de pensamientos diluídos y abstracciones inútiles de pasados recónditos y secretos superfluos.
Después me dijo "hola" y me dí cuenta de que me había ido en volá pensando tonteras. Así es la vida del emisor y el receptor.
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