viernes, 14 de agosto de 2009

Lo triste de no ser ella

Lo triste de no ser ella, es que se mueve como si los árboles se olvidaran de soplar con fuerza. Yo en cambio, me derrumbo al menor desnivel del suelo. Mientras ella se desliza, yo ruedo hacia los centros de comida rápida que por opción personal, me ofrecen todo el cáncer en pequeñas dosis fritas que necesito para morir antes de que la soledad arrase con mi sombra.
Mientras ella camina, guarda amuletos, mira las hojas cafés desparramadas en el suelo y se prepara para una noche brillante, yo me muerdo las uñas enterradas en libros espolvoreados de mala suerte y pocos aires nuevos. Me preparo para nada, en un futuro en donde lo insípido toma el personaje principal.
Y la protagonista anda sin zapatos por un templo que no conoce pero que lo recuerda de otra vida. Las paredes grises y las cortinas de encaje se mezclan con el aroma dulzón del amareto y las figuras de maderas talladas en las esquinas. En el centro hay un pequeño escenario, y se pregunta qué hay detrás de la cortina rosa. Unos jóvenes beben absenta y la invitan a sentarse a su lado, pero no son sus amigos. Son personas traídas de otras épocas que le inspiran un dolor tan nauseabundo que sólo se limita a caminar sin sentir nada, en medio de la nada y esperando nada.
De pronto, se abre una puerta. Una cosa parecida a un astronauta camina hacia mí y me asusta. Pero es sólo el repartidor de pizzas. Yo me pongo redonda, mientras ella cepilla su largo pelo castaño y yo me pudro en la ciudad de las luces ciegas, otra vez.

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