viernes, 19 de noviembre de 2010

Humanismo versus ciencias

El ejercicio de mi oficio, muchas veces rodeado de humo de cigarro, me evoca conversaciones en pos del progreso de la humanidad, cuestionamientos y soluciones a problemáticas sociales que buscan perfeccionar el arte de la comunicación, el arte de la filantropía, la oratoria y el desarrollo de la filosofía, entre otras ramas del pensamiento humano.

Salvar vidas me parece de lo más superficial, si me lo preguntas luego de haber tomado tres vasos de destilado de uva. De seguro piensas que soy ridícula, y que eso es malo para mi salud; podría ser fácilmente tu perorata de siempre, esa que me provoca bostezos y miradas de desapruebo. Claramente prefiero salvar pensamientos, que todos esos órganos sanguinolentos que manoseas con absoluta despreocupación.

La comunicación le ha salvado la vida a cientos de generaciones, más que los químicos fabricados en laboratorios brillantes que no son más que placebos inútiles. Yo prefiero pensar que esas perturbaciones mentales generadas a partir de cuadros psicóticos se curan con una conversación y no con esas pastillas de colores que usan para salvar vidas a la fuerza. Prefiero pensar que mis propias dispersiones a causa de alcohol, música estridente y estupefacientes naturales las elijo con total conciencia, sin una receta médica que me indique cuán desequilibrada me encuentro.

Es un hecho que la medicina es como la piedra filosofal de las carreras que se imparten en las universidades, mientras que el periodismo es como la piedra pómez que se pudre en la ducha y paramos de contar. No por ello dejaré que algunas retrógradas concepciones de mundo científico pisoteen los anhelos de pensadores y amantes de las artes escritas, no por ello dejaré de creer que las mentes más abiertas tienen mayores expectativas de vida, que pasarse ocho años estudiando la anatomía humana para no dejar libre la esencia que nos une como especie, la capacidad de trascender en vez de ganar la plata suficiente como para comprar todo lo que se quiera.

Adoro esto que estudian tantos y para los que pocos sirven. Pero más adoro saber que nuestro campo es aún más amplio y mucho más difícil que aquel sobrevalorado, pues no memorizamos grandes tomos, hacemos del libro nuestro paradigma y sentido de la vida; somos los libres interpretadores y lamentablemente para ustedes, podemos aplastarlos fácilmente si queremos (sin ser precisamente acusados de negligencia médica ni asesinato encubierto). Sólo matamos con palabras, y eso muchas veces es lo que mas les duele.

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