sábado, 19 de septiembre de 2009

El juego de la imaginación

Me reuní con dos amigos a la hora del atardecer en abril. Nos abrigamos con una copa de vino y nos sentamos en el suelo, en plena oscuridad porque uno de ellos no había pagado última cuenta de la luz.
Nos reímos a carcajadas a causa de sucesos extraordinarios y completamente fuera de lugar, hasta que decidimos cerrar los ojos y juntos conducirnos a un viaje imaginario de grandes proporciones.
Dicen que este juego puede llegar a elevar los sentidos y la intuición a puntos insospechados, que puedes lograr ver cosas con los ojos cerrados y que no sólo son pensamientos individuales, sino que aquellos que se encuentran a tu lado, con los ojos cerrados y completamente concentrados, logran ver la misma imagen que tú.
Nos tomamos de la mano para emprender el viaje. Comenzamos situándonos en un barco, observando a lo lejos una isla enmarañada de vegetación alta y densa. Observamos toda clase de verdes y algunos frutos secos a la orilla del mar, a medida que avanzábamos, la imagen iba creciendo y nos parecía más fascinante. Nos bajamos del barco y nos introdujimos en la pequeña selva, procurando no perdernos ni alejarnos demasiado. Sin embargo coincidimos todos, desde distintos puntos, en la periferia del centro de la isla, observando encantados una casa de madera enorme e imponente, ante nuestros ojos imaginarios.
Comenzamos a rodearla con pasos cautelosos, con un poco de risa nerviosa, una que otra rendija y ventana nos llamaba la atención, hasta que encontramos la puerta que, misteriosamente, se encontraba abierta.
Entramos.
Y cuando salimos, nos dimos cuenta de que habíamos descubierto un maravilloso mundo dentro de nuestras propias mentes. Infinitos colores, texturas, sabores y formas retorcidas y clásicas, nos rodeaban ahora como espectros de un recuerdo perfecto, sustraído de un juego que no tiene gracia entrar a detallar.

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