sábado, 19 de septiembre de 2009

La angustiosa condena del Dios espacial

Estamos condenados. Con el simple hecho de haber nacido, no han sometido a esta vida infrahumana. Es la primera gran metida de pata de Dios o aquel ser extraterrestre superior que lo domina y gobierna todo, él fue quien nos mando a la tierra a ser copias andantes de nuestros padres, augurándonos con sus siniestros artilugios, llevar una vida similar a nuestros ascendentes, una y otra vez, generaciones tras generaciones, como una vil mutación de nuestros antepasados, cargando con el peso del ADN de la vergüenza y el oprobio.
Venimos de una estirpe de seres humanos que conocieron la tecnología más avanzada para su época: la rueda y el fuego. Lograron envejecer hasta los cuarenta años promedio, y sus únicas elecciones fueron arrancar del dinosaurio hambriento y decidir entre ser nómades o sedentarios.
Y ahora henos aquí, tan vulnerables y existencialistas. Toda una generación de individuos que nos preguntamos de dónde salió aquel lunar que toda la familia lleva en el brazo derecho, la nariz chata, las cejas pobladas, los dedos largos y chuecos, la forma de observar y la forma de amar y odiar.
Yo me pregunto de quien heredé la margarita en mi mejilla izquierda. Y me desvelo por las noches preguntándome quien será mi tatara tatara tatara abuela. Porque todos debemos venir de algún lugar muy recóndito, o ese al que todos llaman Dios o ese ser extraterrestre superior, nos puso hace poco, no más de trescientos años en este planeta y nos creo una conciencia colectiva haciéndonos creer que tuvimos una historia y una prehistoria. Siendo que quizás los conocimientos los heredamos del espacio.
Si Dios es un extraterrestre, probablemente mi teoría y la de ustedes, sean ciertas. Y el padre nuestro vendría a ser una copia mal lograda de plegarias de planetas anteriores. Y toda la creación sería obra y gracia de un ente superior interestelar.
Tiene lógica.
Amén

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