domingo, 20 de septiembre de 2009

Bullying para los matones

Hace veinte años, venía el matón del curso y sin previa explicación, le mandaba un combo en la guata al compañero con frenillos y lentes gruesos hasta dejarlo en el suelo con sangre de nariz. La víctima se levantaba del suelo y superaba los percances que la vida le dio sólo por ser un poco más enfermizo o albino que el resto de sus compañeros. Aún así, éste niño logra en la gran mayoría de los casos, salir adelante sin secuelas de un trauma de por vida. Ninguno de ellos llama por teléfono a sus terapeutas a las cinco de mañana o sufren de crisis de pánico cuando entran a ascensores vacíos.
En la actualidad en cambio, si a algún niño le pegan una patada en la ingle, no puede hacer su vida de manera normal nunca más. Porque el jovencito ha sufrido de bullying y su vulnerabilidad ha quedado expuesta ante la masa de compañeritos idiotas que se ríen al ver la paliza una y otra vez en youtube. Es probable que pasen por una treintena de psicólogos que lo único que le aconsejarán es cambiarse de escuela, sólo consiguiendo volver retraído al niño en cuestión.
El bullying es la nueva forma de nombrar algo que viene pasando hace rato, desde que se crearon los estamentos estudiantiles y desde que alguien se dio cuenta de que golpear a alguien causaba respeto para su sucia persona.
Ahora leemos reportajes sobre el tema en todas las revistas que vienen con los diarios, y más que causarnos preocupación, debería ocuparnos. Buscar soluciones efectivas en contra aquellos pequeños delincuentes juveniles que golpean a sus compañeros. Mi postura no es defender a las víctimas, porque las personas somos totalmente capaces de destruir a otras ya sea por medio de la devolución del combo, una seguidilla de frases hirientes o en el peor de los casos, acusarlos con la mamá, el profesor o el sicario de la escuela. Pero creo que la solución parte por unos buenos correazos para aquellos pequeños agraviadores escolares, retomar el sistema de sentarlos en una esquina mirando hacia la pared y que todos los demás compañeros le peguen patadas. Sé que debe sonar horrible lo que digo, pero esos muchachitos son los futuros delincuentes del país y si no los educamos a punta de patadas, ellos nos patearan el trasero a todos nosotros en un par de años más, y de paso, entrarán a robar nuestras casas mientras sus hijos golpean a lo nuestros.

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