sábado, 19 de septiembre de 2009

La ingrata muerte del conserje Jones

Aquella fatídica noche del 12 de septiembre, el conserje Jones se encontraba realizando sus tareas habituales de conserjería, las cuales incluían una serie de rondas a determinadas horas y el depósito de las bolsas de basura en grandes contenedores ubicados en el patio del fábrica.

Pero no sólo era el encargado de aquellas tareas conserjerísticas, sino que además se empeñaba en tener un saludo amable y una sonrisa bondadosa para todos aquellos que no olvidaban que se encontraba siempre allí, sentado tras su gran escritorio de roble, pendiente del citófono y las cámaras de vigilancia.

Aquella fatídica noche del 12 de septiembre, el conserje, Jones cumplía ocho años trabajando en aquel inmueble, sin embargo ninguno de los residentes parecía recordar que el hombre llevaba noventa y seis meses despierto y atento más de quince horas seguidas, escudriñando la entrada y procurando que la salida estuviese siempre despejada.

Cerca de la medianoche, una jovencita de veintidós años llegaba a su edificio luego de un extenuante día en la universidad. Subió los tres peldaños que la acercaban al citófono y presionó el botón para darle aviso al conserje Jones de que le abriera la puerta automática. Sin embargo, la puerta no se abrió.
Al parecer, el conserje Jones estaba en una ronda.

La joven, sin detenerse a pensar en la ubicación del hombre, tocó el citófono de su propio departamento y su familia le abrió la puerta. Caminó hacia el ascensor y se percató de que el característico aviso “Conserje en ronda” no se hallaba puesto sobre el antiguo escritorio.

Veinte minutos después, una señora del piso nueve tocaba insistentemente el citófono, intentando contactar al conserje Jones para decirle que a la mañana siguiente llegaría un taxi a buscarla y que diera el aviso correspondiente. Sin embargo, el conserje Jones no respondió el llamado.

Una hora más tarde, un hombre alto y de abrigo azul se encontraba fuera del edificio, lanzando palabrotas mientras tocaba insistentemente el citófono, sin tener respuesta alguna.

El conserje Jones había muerto de un infarto, arrastrado hacia el suelo de su ingrato escritorio, escondiéndolo de cualquier mirada reprobadora que lo acusaba de no estar realizando su labor de conserje, aún estando muerto.

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