domingo, 11 de octubre de 2009

Seiscientas formas de equivocarnos

Siempre he escuchado que los chilenos hablamos mal. Que las palabras que usamos en la mayoría de los casos se encuentran fuera de contexto, que ni siquiera sabemos muy bien qué significan y que abusamos reiterativamente de ciertas muletillas coloquiales que nos sirven para salir del paso, como “la cuestión”, “la tontera” y “la cosa”.
Esta mañana prendí la radio y la teoría que muchos planteaban y que yo no creía, resultó ser una absoluta verdad. Una banda nacional interpretaba una sarta de garabatos musicalizados: “ch bah puta la hueá” de los Petinellis, quienes con absoluta irreverencia evidenciaban una completa falta de respeto hacia nuestro lenguaje. En ése minuto me di cuenta de las razones del porqué no me agrada la nueva música chilena, siendo que en su mayoría sólo nos comprueba el paupérrimo nivel lingüístico que se viene gestando en nuestro país, utilizando éstas manifestaciones musicales tan influyentes sobre la juventud, moviendo masas e imponiendo tendencias. ¿Preocupante o no?
Según un estudio realizado por lingüistas y académicos eruditos en las artes letradas, los chilenos utilizamos en promedio 600 palabras, mientras que la RAE registra más de 85 mil. El dato más que preocuparnos debería ocuparnos. Más que sugerir cambios y reformas educaciones para revertir esta situación, la clave a mí parecer es partir por casa. No puede ser posible que se aplaudan y sobrevaloren conversaciones, textos o canciones que fomenten la desvirtualización de nuestras raíces idiomáticas, sólo por flojera y desgana de ahorrarnos la tarea de completar oraciones que a nuestro parecer, son entendidas por los demás sin que debamos preocuparnos de expresarlas de manera correcta.
¿El gran culpable? Los medios de comunicación masivos e invasivos. Primero fue el boom de los mensajes de textos vía teléfonos celulares, en donde ahorrar vocales y consonantes eran y siguen siendo sinónimo de ahorrar pesos. Y ahora el revuelo de los mensajes virtuales por medio del Internet, que por moda y comodidad, suprimen cualquier signo de puntuación, acentuación y correcta expresión entre los comunicantes.
A puertas del V Congreso Internacional de la Lengua Española a celebrarse en Valparaíso en marzo del 2010, éste debiera ser un tema que no sólo se deba discutir a nivel nacional, sino a nivel personal. Debemos reflexionar acerca de nuestras raíces filológicas, para que éstas no nos dejen un amargo sabor en los labios. Digamos las cosas como son, pero sobre todo, digámosla bien.

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