domingo, 2 de mayo de 2010

Niebla

Manejo con el corazón dormido. La ciudad me habla en un idioma que no comprendo. Intento despertar del trance pero mis sentidos están paralizados. Me cuesta hilvanar las actividades programadas para el día. Manejo, cambio la canción, retrocedo, avanzo, me detengo. De pronto vuelve la niebla y me hiere con tal precisión, que me desvanezco entre sus moléculas letales. Me ahogan, tan rápido y tan fuerte que no me dan tiempo de mirar atrás.

Manejo con la esperanza de morir en el intento. Tengo la certeza de que, por muy riesgoso que sea, es lo mejor. Sucede en una fracción de tiempo indeterminado. Toda una vorágine en mi mente. Ni siquiera logro comprenderlo. Podría manejar hasta estrellarme contra una muralla de amores y cemento. Podría.

Manejo, tal vez con el anhelo de que algún día, no tenga arreglo alguno ni existan huesos reconocibles entre escombros y angustias, todas arrastradas por la niebla de la ciudad que no quiero volver a mirar.

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