miércoles, 31 de marzo de 2010

Todo lo que quiero

Mis exigencias son tan altas como la montaña más grande del mundo. Yo quiero leer tus palabras, yo quiero que me escuches. Yo tengo el derecho de pedir, en mi condición de dependiente y adicta, a reclamar tesoros perdidos en el mar y la revelación de secretos enterrados en islas lejanas. Yo quiero saberlo todo, quiero caminar por estanterías llenas de títulos dorados, quiero sentir ese aroma a media luna recién horneado, quiero retorcerme de la risa entre sus pasajes, quiero abrazar ideales imposibles, quiero desentenderme del acontecer internacional, quiero soltar tres tornillos y que no me importe el clima cambiante, la revisión técnica, la tarea de fotografía, los horarios de ayudantía, yo quiero descontrolarme, quiero un unicornio con montura de chocolate, yo quiero seguir queriendo y no aburrirme de exigirlo para mi propia y egoísta persona.

Me senté al lado de esta multitud tan ajena. En realidad, esta soledad que me persigue con un hacha no me molesta tanto como creía, ahora que pienso en todo lo que quisiera de este mundo, creo que es justamente lo que dejaría olvidado en otro universo paralelo de pianos y traiciones, amores quebrados y sensaciones narcóticas de pensamientos rotos y luciérnagas en modo off. Todo un conglomerado de situaciones en el marco de mi insensato comportamiento de niña malcriada; todo lo que quiero es que me dejen seguir queriendo y que nadie me diga que esta mal pedir tanto.

Todo lo que quiero se resume en materiales lúdicos y naturales que expandan la mente sin sacrificar demasiadas neuronas, además de volantines, lápices de colores de todo tipo, silencios intensos entre canción y canción, dos velas rosadas, una esperanza y que me busques. Que me quieras aún cuando lo quiero todo. Que no te lo cuestiones, que no te lo impongas, que no sea más que un complemento a aquello que más quiero; a alguien que me quiera sin tener que decírselo.

No hay comentarios: