domingo, 24 de octubre de 2010

Cuando la noche calla

Ese extraño que me besa no eres tú, no puedo creer que seas tú. Me quema, se esconde en mis dedos, ridículamente soñadores con sus pensamientos surreales que rayan en la locura. Sus labios tienen sabores nuevos y al mismo tiempo puedo reconocerlos de mi cotidianeidad. Eres tú pero no eres tú. Y te callas procurando construir el momento exacto. Yo te sonrío un poco con frenesí, un poco con miedo. Me invitas un rato a volar, como todos los días, me subo a tu nube feliz y no quiero bajarme, no quiero bajarme… no, porque el paisaje desde lo alto es tan hermoso como tus ojos de mar. No quiero bajarme, la realidad me aplasta y sobrevivo de tus manos eufóricas, de pociones hilarantes, de cuartos menguantes, de sonrisas cómplices bajo el umbral salpicado de estrellas cuando la noche calla y todos se han ido.

No me dejes todavía. El amor me ha golpeado y la anestesia de tu boca calma mis augurios negros. Y cuando todo lo que el astro cuestione, vendrás con tu negación y yo seré feliz viéndote partir. Será el momento perfecto, cuando el amor vuelva a golpearme, sabré con exactitud dónde te escondí para rescatarte entre montañas de memorias de días felices y noches secretas.

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