miércoles, 22 de septiembre de 2010

Primavera

Compongo esto para ti, porque quiero vivirlo de nuevo.
Quiero volver a pisar esas calles surcadas de aceras mal cuidadas, marcando con mis zapatos de bailarina el mismo ritmo de tus zapatos toscos. A ratos me adelantaba y los ponía de puntillas frente a los tuyos, entre risas y besos de primavera, nos invitabamos a caminar todos los días, a la misma hora y siguiendo el mismo recorrido, rodeados de cientos o más. ¿Qué importaba? No habían responsabilidades más que las de llegar a casa en algún momento del día, así que correteábamos entre suspiros el atardecer y la magia de sabernos jóvenes y eternos, los panoramas que incluían helados y perturbadoras historia familiares. Me llamabas por mi apodo y por mi nombre completo cuando te molestabas, con un tono de voz tan gracioso que adoraba pedirte que cantaras a viva voz en mitad de las calles. Robábamos las flores de la iglesia, de las ventanas los caramelos nos saludaban mientras me fundía en tu abrazo, terriblemente asustada de que las responsabilidades te alejaran inexorablemente de mí. Algún día tendrías que partir y yo también. Mejor no, no pensemos... falta tanto aún para eso.

Tengo la impresión de que no necesitaremos esperar una próxima vida de adolescentes para recrear la felicidad desinteresada de comprobar que sólo existimos, en un mundo subversivo donde soñar despiertos es considerado casi un crimen, existes tú y existo yo, que en otra época fuimos los mejores amigos de este lado del hemisferio.

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