sábado, 13 de septiembre de 2008

De muerte, temblores y superficialidades

La historia es un poco caótica. Se escucha una sierra electrica que consigue opacar el sonido de una armónica. Yo estoy inanimada un trece de septiembre, me da igual, tú estás igual pero pareces molesto.

Cuando tenía doce años una profesora me enseñó la diferencia entre un sonido y un ruido. Declaraba, satisfecha con sus ácidos comentarios, que mi vocesilla aguda era un ruido, y que eso le sirviera de ejemplo a la clase.

Recuerdo que otro profesor me usaba de trompeta aguda, me obligaba a pegar un grito para explicar algo que se llama decibeles altos, imperceptibles al oído humano y exasperantes para los vecinos. Nunca comprendí, y dudo que llegue a hacerlo.

Miro por la ventana un rato, medio desorientada, medio nublada. Con el semblante oscurecido. Me acabo de dar un golpe monumental en la parte frontal de la cabeza justo bajo el último cuadro que mal pinté. A la pared le encantan mis golpes, y a mi en cambio me duele tanto que estuve un rato con una bolsa con hielo por si es que se inflamaba.

El que nace chichara, muere cantando. Hoy pensé mucho en la muerte, en los temblores y en las superficialidades. Hoy he tragado más cafeína de lo normal. Y mis dedos se retuercen, mi lóbulo temporal angustiado me susurra al oído que no quiere más chicharra y que prefiere morir callado, mi famélico intestino se desgarra pidiendo sucedáneo de cacao y yo te escucho a media voz recitando uno de esos poemas que te leí el sábado pasado. Te extraño muchísimo, cuando sólo te quedas mirando nada y dejas que arruine los finales de los libros contandote quienes mueren y quienes sucumben ante temblores y superficialidades.

El manjar de tu casa es más suave, el guacamole es más espeso e incluso puedo llorar sin que nadie me oiga. Me emocionas, ¿sabes? tengo esta armónica atorada en el pecho, porque sé que sientes tanto cuando repites esos versos, cuando yo te repito los finales, cuando tu me repites las trivialidades, cuando hablamos de muerte, de temblores y superficialidades. Espera un poco, quédate donde estas. Yo te traigo agua. Si sé que quieres hielo. Yo no tengo ganas de tomar té todavia, quedémosnos en tu balcon ideando maquiavélicas formas de suicidio indolentes que jamás llevaremos a cabo, claro, si es que los temblores no son muy fuertes y nos arrastran a la penumbra aquella, a la que por suerte no le tenemos miedo ... la superficialidad, claro está.

Divirtamonos, que todavía nos queda un poco de sol.

No hay comentarios: