martes, 16 de septiembre de 2008

Fiestas Patrias

Recuerdo con mucha emoción las fiestas patrias antes de llegar a mi segunda década de vida. Las recuerdo con sabor a brochetas de pollo, pues inexplicablemente no comía empanadas, las recuerdo tibias, felices y hasta románticas.
En el colegio ponian un toldo gigante que cubría el patio por completo, y hasta los profesores iban vestidos de huasos y bailaban con los alumnos más motivados para la ocasión.
Nunca olvidaré que tenía un amigo que todos los años iba con su mejor pinta y se ponía a bailar hasta con el portero, el nunca paraba, se sentía orgulloso pese a ser rubio y tener los ojos azules, de estar vestido de huaso. A ratos se acercaba al grupo y tomaba coca cola, nos reíamos y con alegría lo mirabamos volver a la pista para sacar a bailar a la profe de biología que había sucumbido ante el vino tinto y la chicha.
Debe ser por un desorden hormonal que tengo, que me encuentro más melancólica que de costumbre, a veces me da por pensar como deben haber sido estas fiestas hace un siglo atrás, sin contar porsupuesto que la mortalidad nacional era altísima, creo que las personas no conocían tantas cosas que ahora perturban la imaginación, y hasta pienso que la deben haber pasado mejor.
Ahora, y como todos los años, mi familia se reune en torno a una mesa repleta de comida que hasta se desparrama y algunas fuentes de empanadas estan puestas sobre el refrigerador porque a los primos nos dio flojera traer la mesa chica del living al patio. Y todos se dedican a tomar pisco sour (¿habrá algo menos nacionalista que tomar tragos preparados?) y yo me encierro en el baño a pintarme los labios porque vendrá Romeo a buscarme para salir a fumarnos un rato la vida, poner una radio que toquen cuecas y cantar y recordar, y soñar...
Aquel fatídico día, nos reunimos todos en la casa de los mellizos a almorzar salmón con puré mientras uno de mis amigos derramaba fanta por todos lados, él me llamo a su habitación que quedaba en el entretecho y por donde se colaba toda la luz del mediodía. Me senté en su silla del computador y me puse a dar vueltas cantando una canción especialemente hueca a mis quince años, cuando de pronto me puso un cortaplumas en la garganta.
Pueden pensar que fue un hecho traumante, y que mi desquiciado amigo no era sinó un peligroso asesino en serie. Pues no, estaba tan cuerdo como lo estoy yo ahora. Nos juntaremos a comer aceitunas y pese a que tenemos la posibilidad ilimitada de hablar por teléfono nunca lo hacemos porque nos aburre. El me aburre y yo lo aburro. Le cuento que he empezado a comer empanadas, lo hice un día que tenía mucha hambre y en mi casa habían decidido no hacer ni asado ni ensaladas asi que María Luisa te tragas una empanada con la boquita bien cerrada o mueres de inapetencia o te calientas los brócolis congelados del refrigerador.
Ahora que he dejado el alcohol por motivos de fuerza mayor (a no ser de que sea exclusivamente amarettos sour) porque pretendo eliminar un poco la grasa adiposa que se adhiere con ganas en mi estómago y porque es mi manda para que me resulte lo del intercambio, pienso que será divertido este año mirarlo desde otro punto de vista, más amargo tal vez, o quizás no, soy completamente feliz quejandome de lo ifneliz que puedo llegar a ser, pero ése ser superior existente sabe que no hay cosa que ame más que poder escribir lo que pienso, aún en fechas tan bonitas como las fiestas patrias.

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