martes, 20 de mayo de 2008

Destellos del desamor a medianoche


Siempre es bueno saber admitir cuando un secreto nocturno te hace sonreir. Porque siempre esa persona llega cuando el barco se esta hundiendo y no hay por donde escapar. Y te lanza el maravilloso salvavidas que te reconforta y tu pataleas como una niña pequeña, feliz. Porque claro, su llamada es como un día soleado en pleno invierno. Casi un alivio. Pero es una llamada diabólica porque en el fondo, y sin querer admitirlo ni siquiera a ti misma, sabes que esa historia del arcoiris es una mentira.
Y el miente, así con esa seguridad porque sabe que tu punto débil es ser una tonta que se cree todo. Y claro, él es tu primer amor y vaya uno a saber cuanta tontera más, y él puede venir y pintarte el mundo de colores hermosos. Pero después te deja y no aparece hasta el próximo meteoro.
Y así es la vida de las eternas enamoradas del desamor. Que les gusta esperar. Saborean mejor el dulce instante del reencuentro. Porque dicen por ahí que uno no conoce lo dulce si no ha probado lo amargo. Y lo amargo no es tan amargo si se tiene la esperanza de un futuro dulce.

Entonces, no se si creerme el cuento o hacerme la reina del hielo y dejar de contestar llamadas a media noche, cuando el alcohol te ha tomado el cuerpo y desparramas tus sentimientos como si te pagaran por cada palabra que pronuncias. Y que me duelen, pero que me hacen sonreír, si tampoco soy de fierro.

Pero te pido que no juegues, porque siempre el que sale perdiendo eres tú. Sabes que no me cuesta mucho olvidar porque mi memoria es tan superdotada que borra cualquier recuerdo desgraciado, sin que me de cuenta y así puedo mantenerme viva y feliz. Y tomar guaraná por el parque sin volver a pensar en ti.

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