jueves, 30 de diciembre de 2010

Adios dos mil diez

No te sentí llegar, pero cuando lo hiciste, pensé que las cosas serían distintas. Siempre tuve la impresión de que vendrías a remecer mi mundo, ése que construiría con tus ideas disparatadas pero refinadas por mí cordura. Pero me equivoqué. Te fuiste así, tan de pronto que ni siquiera sentí la brisa cargada de banalidades a tu alrededor, ni la sensación de que podrías deshacer mis tormentos con la fuerza de tus ideales y las bifurcaciones del viento. El peor error de todos fue creer que serías inmortal. Porque de cierto modo, siempre creí que te quedarías.

Hubo muchas lunas de amores, muchos soles de espera. No te sentí llegar y sin embargo, sabía que estabas cubriendo mi espalda. Pero me equivoqué. Me equivoqué tanto que a ratos siento ganas de desvanecerme en agua. Aguarda. Tengo una botella de vodka. No sé si quieras brindar conmigo año dos mil diez, quizás no te queden ganas, siento que te han manoseado tanto… La gente insiste en que fue un pésimo año para Chile, desde la perspectiva de los desastres naturales y las irregularidades de las instituciones y el Gobierno. Pero que más da. Ya no quiero escuchar más noticias tristes en la televisión, año dos mil diez, te prometo que con lo que me restregaste en la cara durante los doce últimos meses, tengo cubierta la cuota de fatalismo de por vida. Pero que importa ahora. A horas de que me abandones, recuerdo todos los que te precedieron. Todos prometieron romances eternos. Y siento algo de ahogo y náuseas. No fuiste un buen año. No te portaste nada de bien. Tu maldita brisa arrastró a mi puerta una sucesión asfixiante de personajes pintorescos pero demasiado surrealistas. Incluso trajiste basura camuflada en notas musicales. No te conformaste con remecerme el piso, tuviste que desmoronarme los ventrículos. Pero qué importa ahora ¿verdad? Podrías decir a tu favor que pusiste en mi tablero un sinfín de peones idiotas esperando por un beso con sabor a tabaco de madrugada. Yo ya me cansé de buscar al príncipe azul escondido detrás de aquellos rostros conocidos que secretan necesidades absurdas e irreales. Conozco a la mayoría de los de tu tipo, año dos mil diez, configuraste una ilusión óptica y luego me obligaste a alegar demencia.

Mal, muy mal.

Salud por eso.

En fin, qué más da a estas alturas. No te condeno a nada porque si alguien es culpable de tanto material podrido en el cerebro, sin duda son mis adicciones. Mis adicciones a la compañía condicional, a los dispersadores mentales, a los libros de magia y la ferviente creencia de constelaciones, amores eternos y animales míticos. No. Pero eso quedo un poco atrás… resulta que cada vez me acerco más a tener que sentar cabeza. Salud por eso también.

Y ahora que ya te dije lo que tenía en el tintero de las ideas, te dejo el resto de la botella. En realidad no quiero seguir tomando contigo. Es más, no quiero sonar grosera, pero no eres tú el que me abandona, soy yo la que te dejo por adelantado. Viene una nueva década llena de cosas sorprendentes. Quizás me ría de tus anécdotas. Por ahora quédate con el licor. Envenénate un poco más. Muérete lentamente año, que pasado mañana nadie te echará de menos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantó...que año no?.Sea lo que sea que halla ocurrido todo lo acontencido es bueno de uno u otro modo. Gracias María Luisa por trasladarnos contigo en un mar de reflexiones.

Anónimo dijo...

Además me gustó mucho "Los hombres y el PES", "Cadaver de azucar" guaau!) "Sin titulo" , "muere, muere muere".