Ya no tengo muchas cosas que hacer. La clase de aburrimiento que me inunda en estos días son como reminiscencias de aburrimientos pasados. De esa clase de latería relacionada con calles antiguas y domingos de mala programación por la televisión.
Tengo un par de libros y dispongo de un computador con conexión a internet, sumandole la parrilla programática de la tv por cable, y aún así me aburro. Pero me aburriría más si tuviera que salir, porque la brisa de marzo me ahoga. No sé que quiero, pero sé lo que no quiero, y si me aburro, prefiero aburrirme tranquila y sin prisa, que morirme en el intento de desaburrirme y convertirme en burra.
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