domingo, 31 de agosto de 2008

La gorda que arruinó mi vida

Para empezar no quiero que piensen que tengo algo contra las personas cuyos tejidos adiposos se sobrepasan de la cuenta pero... es cierto, no les voy a mentir, siento un profundo resentimiento hacia aquellas personas cuyos excedentes de grasa acumulada podrían ir a parar a sus almas (sus almas ya son guatonas) o transpiren grasas, o sus torrentes sanguíneos son más dulces que comerse el cola cao a cucharadas.
Soy cruel porque he vivido una experiencia terrible en mi vida.
Cuando era una niñita pequeña que aún no sabía leer ni escribir, en la empresa estatal donde mi madre trabaja organizaban fiestas navideñas. Las muy tradicionales fiestas institucionales donde el funcionario más gordito se disfrazaba de viejito pascuero y las mujeres solteronas se dedicaban a decorar con confetis dorados los grandes salones previo pasarse las tardes haciendo roscas y pelando a todas las nuevas funcionarias.
El caso es que recuerdo que en aquellas ocasiones, me ponían mi mejor vestido floreado y mi mejor cintillo que se encargaba de tirarme las mechas para atrás, para que no me quedara la chasquilla llena de torta cuando me lanzaba hacia el pastel y para que de vez en cuando, en las fotografías de nuestros juegos infantiles se me notara la cara y no la masa de pelo chascón y desparramado.
Jugabamos toda la tarde con los insoportables "tíos" disfrazados de payasos constipados, que repetían año tras año la misma canción, invitándote a participar en competencias donde ganabas juguetes inútiles como un snorkel (yo le tenía miedo al agua), una máscara de osito cariñosito (uno de ellos lo quemé con un encendedor que me robé de la cocina) o una pistola de juguete (lo cual me gustaba más porque jugaba a ser asesina de los "tios" disfrazados de payasos constipados).
Nos pasabamos toda la tarde portandonos bien, esperando que el viejito pascuero hiciera su aparición ("¡María Luisa ponte los zapatos o el viejito pascuero no te traerá nada!, ¡Pollito salgase del barro o el viejito pascuero se enojará contigo!, "¡María Luisa no muerda a su amiga o te quedarás sin regalo!") hasta que de pronto, el viejo barrigón con olor al vino que se tomaban los adultos en la mesa "de los adultos" hacía su espectacular aparición, llamando uno por uno a los niños, sentándolos en sus regordetas piernas y posando para la foto, entregándole su regalo navideño y una bolsa de dulces.
Cuando me llamaban iba con mi mejor sonrisa a buscar mi regalo pero, por razones desconocidas, en las fotos siempre salía chueca y con cara de enojada. Supongo que desde chiquitita tuve poderes y presentía que el regalo envuelto en papel rojo no era la barbie que tiraba burbujas. Ni siquiera era como la niña gorda que abría su regalo con mucho cuidado, tratando de no romper el papel de envolver, yo era una salvaje que tenía los dedos manchados con barro y que rompía el papel violentamente y me quedaba sentada en el suelo, mostrando los calzones y mirando mi nuevo set de cocina a prueba de retardados. Y miraba a la gorda... la gorda cuya madre le importaba un rábano que su hija se paseara mostrando su barriga con celulitis y su peinado de internado de monjas, saltaba feliz (haciendo temblar el suelo) gritando agudamente que tenía una barbie que tiraba burbujas.
Yo la odiaba, y planeaba para la próxima fiesta de navidad, empujarla a la piscina por el lado profundo o robarle su cajita de sorpresas, reventarle sus globos con hélio o simplemente decirle que era una gorda fea.
Gorda fea pero con barbie, al fin y al cabo.
Supongo que la vida se encargó de hacer "justicia divina" y heme aquí, escribiendo en la casa de mi madre, dependiendo económica y mentalmente de ella, pidiendo permiso para salir, pidiendo permiso para volver, con horas restringidas para todo. Mientras la gorda acaba de egresar de una carrera bien considerada, ahora ella es regia, creo que hasta tiene la nariz respingada según mi mamá, y tiene un novio abogado y una vida fascinante en la capital.
Yo por mientras me pudro, y lejos de ser una malagradecida, me río de mi envidia, la ex gorda fea quizás tiró a la basura su barbie que tiraba burbujas para pasar a una nueva etapa, mientras que yo aún, me quedo pegada en las vitrinas de las jugueterías admirando a la barbie que nunca tuve.

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