domingo, 24 de agosto de 2008

Juegos Olímpicos

Siempre me han gustado los juegos olímpicos. Recuerdo que cuando era más niña, me sentaba a comer chocapic con amiguitas del colegio y nos emocionabamos viendo la gimnasia rítmica. También recuerdo que en los veranos en la playa, con mis primos jugabamos a hacer nado sincronizado, lo cual nos salía pésimo, pero la típica tía que nos pellizcaba las mejillas y nos obligaba a comer cuchufli, se encargaba de decir que eramos estupendos y que de grandes, seríamos famosos atletas. Que pérdida del juicio tuvo esa pobre tía, años después, caminando por las callecitas de un desierto Copiapó dominguero, en su desvarío, juraba de guata que estaba en Italia, admirando los pimientos polvosos elevarse sobre su cabeza; perdida total de la realidad. Por supuesto que predijo que seríamos grandes atletas, si fue capaz de confundir Copiapó con Italia, ¿que más le puedo creer a la tía Gladys?
Los juegos olimpicos que se celebraron este año, distan muchísimo de lo que en años anteriores eran (por lo menos, de los cuatro que he visto en mi vda). Partiendo porque los japoneses llevaban más de seis años practicando esos movimientos anormalmente coordinados, y obviamente estoy segura que el aro que debía encenderse con la flecha encendida, estaba rodeada de gas, porque si no se hubiera encendido, la honra de la familia del chinito encargado de prenderla, hubiese quedado al otro lado occidental. Quizás hasta lo hubieran matado.
El hecho de que una nipona preciosa de rostro angelical hubiera quedado aplastado por la aberrante verdad, realmente no cantaba sino otra pequeña niña que no reunía los atributos físicos que los encargados del certámen creían que representaban a su país. ¿En que estaban pensando los muy imbéciles? ¿No se dan cuenta que le arruinaron la autoestima a esa pobre niña que lo único que necesitaba era un tratamiento de ortodoncia y un buen peluquero?
No me queda claro como, el país quizás más evolucionado en el globo, sea capaz de cometer tales errores.
En fin, suicidios, el ucraniano levantador de pesas con cuatro veces lo normal de doping en su cuerpo, estadounidenses enfervorizados por igualar a japón en medallas, y la triste pero orgullosa realidad chilena de hacer show hasta donde no se debería. Los fugaces y penosos quince minutos de fama del ciclista Almonacid que en su desesperado intento por figurar y no usar una estrategia que le permitiera por lo menos llegar, finalmente corrió sólo y ni siquiera llegó último, ¡ni siquiera llegó!
Pero todos estos detalles son los ingredientes sabrosos de unas olimpiadas, que según mi opinión como simple mortal espectadora que se amaneció viendo al Feña Gonzalez, fueron increíbles, pues sin estos escabrosos detalles no tendría que escribir en este blog ni podríamos reirnos ni tomarnos unas tazas de te con mis amigas comentando lo lindos que eran los nadadores alemanes.

No hay comentarios: