martes, 6 de enero de 2009

Conduciendo con María Luisa

A estas alturas no saber dar la vuelta a la manzana en el más miserable vehículo, es como ser un analfabeto -automotrizmente hablando- y no servir para nada. Es cierto, las calles cada vez son más grandes, pero los postes y los autos chocables estan tan cerca y por algún extraño motivo son el blanco de la mayoría de despistados que deambulan a velocidades no permitidas (algunos manejamos tan lento que producimos choques traseros). En fin, la gente que no sabe manejar es siempre burla de la gente que escucha las catastróficas anécdotas y potenciales asesinos de sus copilotos.
María Luisa se sube al chevrolet que a estas alturas sólo es "chevrol" porque los ladrones le robaron el "et" y conduce a una velocidad constantemente irritante, mientras los transeuntes corren por sus vidas para evitar ser aplastados por el auto verde-gay. ¿Cómo puedo explicarles el color verde-gay del auto de mi madre? Primero piensen en la cola de una sirenita verde brillante, mezclado con el color de la típica polera que usaría un gay en el gimnasio. Ese es el color.
Cada tarde (en realidad aquellos en que la Marisour presta el auto), María Luisa cambia el dial de la pudahuel para poner la rockandpop ya que nunca encuentra el disco del submarino amarillo y prefiere mantener la vista en las lines pintadas en la carretera que en los cadáveres de caninos aplastados. "Antes me gustaba manejar, ahora prefiero comer manjar viendo a los hijos del Monte", cuenta María Luisa, mientras tararea una canción en yugoslavo (María Luisa sabe hablar yugoslavo cuando conduce). Ella cuenta que el primer poste que botó fue el segundo día que se subió a un auto. "Iba a mi casa y tenía que doblar pero como que se me resbaló la mano y doblé antes y le pegué un pequeño choque al poste que controlaba la entrada por control remoto de los vehículos del condominio", cuenta con algo de pena.
"La verdad es que fue más que eso, cuando botó el poste, también botó la pala con la que hago aseo en las escaleras", cuenta el conserge de aquel depto, quien además agrega que estuvo a punto de atropellar a un niño chico rubio que no sabe de dónde salió.
María Luisa cuenta que lo que más le carga de manejar es la terrible posibilidad de aplastar palomas. "Siempre hay muchas palomas y a veces me da miedo aplastar a la madre de alguna paloma y dejar palomitos huerfanos, creo que no podría vivir con eso", cuenta mientras dobla a avenida Brasil y se rie de una persona coja que cruza la calle. "No lo puedo evitar, soy mala", finaliza.
Son cientos los postes doblados en la ciudad de Antofagasta y miles de palomas aplastadas, aún así, María Luisa no puede evitar hacerle el quite a los hoyos. "Es que siento que cuando paso por uno, con cien puntos, como el juego de nintendo de las tortugas ninja ¿alguna vez jugaste eso? a propósito, tengo ganas de comer pizza ¿pidamos una por teléfono?", pregunta mientras le apreta varios botones a la radio porque comenzó un regeton particularmente obseno.
María Luisa marca los números de su celular cuando la luz del semáforo cambia a rojo. Ella sabe que es malo hablar por teléfono mientras se conduce. "De hecho, nunca lo hago, sólo cuando hay emergencias de pizza", susurra mientras presiona el botón de altavoz en el aparato.
"Me imagino toda la gente que ha chocado por andar hablando por celular, te creo no sé, chocar por mirar un perrito podley pero por hablar... no, no se que onda esa gente", cuenta tras hacer el pedido de una pizza mediana de tres ingredientes: espárragos, espárragos y tomáte.
María Luisa recuerda que su segundo choque fue en la casa de su padre pero éste no se dió cuenta porque su auto estaba tan abollado que tampoco percibió el moretón que su hija se hizo trás el golpe que recibió con el manubrio. "Gracias a la madre Teresita de Calcuta, no me quebré ningún diente, creo que ahí si el meme se hubiera dado cuenta", comenta.
La relación entre las bebidas alcohólicas con la conducción siempre arrojan trágicos resultados. "Tengo algunos amigos que manejan después de haber tomado harto, yo cuando salgo a carretear en auto prefiero tomar una Redbull, una Pepsi o un té verde", agrega que jamás se ha visto envuelta en accidentes ni jugoseos productos del alcohol con el vehículo. "Copete y auto no combinan, prefiero morir chocada por un camión bien sobria que morir por chocar una vaca en estado de ebriedad", cuenta.
María Luisa recuerda su tercer choque en la cuarta región con dos amigos donde fue a parar a la comisaría a las 3 am donde una carabinera lesbiana se la comió con la mirada. "Siempre he sabido que me gustan los hombres, así que su peinado estirado no me hizo nada, sólo recuerdo que redactó muy mal la constancia que el dueño del auto chocado se dedicó a exagerar. Alguien debería implementar un curso de redacción intensivo para los carabineros de la cuarta región" cuenta, mientras apaga la radio porque en el auto de al lado suena una canción muy folk que le gusta. "A veces pienso que yo no soy la que tiene mala suerte, sino que los vehículos que estan muy cerca mío son los que tienen mala suerte de toparse conmigo".
El departamento de María Luisa ya está cerca, mientras espera que la reja se abra hace alusión a la cantidad de pruebas que ha rendido en sólo dos días, en las cosas que querría hacer si se ganara la lotería y los nombres más graciosos de niños inscritos en el registro civil. "Siempre tengo hartas cosas en la cabeza, por eso me cuesta responder cuando me preguntan algo, el otro día alguien me preguntó si tenía algún tipo de retraso y yo sólo le dije que iba retrasada a clases de filosofia".

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