viernes, 4 de marzo de 2011

SPM

Si hay algo de lo que las mujeres nos pasamos la vida intentando entender y soportar es el Síndrome Premenstrual. Es difícil, no nos libramos de ella hasta alrededor de los cincuenta años, cuando a diferencia de los pañales de adulto “plenitud” nos encontramos en el ocaso de nuestras vidas intentando viajar a costa del Gobierno y compartiendo piezas con ancianos que huelen mal mientras nos muelen las papas de la sopa para que no nos atoremos en los almuerzos comunitarios.

Y es que cuando aparece el SPM resulta difícil verle el lado bonito a las cosas y llorar se convierte en la herramienta de escape a nuestros soponcios y alteraciones hormonales varias. No sé que será lo que pasará fisiológicamente pero a nosotras las mujeres, en estos trances de la vida que se presentan una vez al mes, como que las neuronas no nos hacen mucha sinapsis. Lo sorprendente es que el final de la película de bajo presupuesto se convierte en la máxima expresión de la tristeza, lo que se ve traducido en una emanación constante de mucosidades nasales y un despilfarro de pañuelitos desechables. Peor aún, nos vienen antojos, ahogos, mareos, sulfuraciones y explosiones de violencia reprimida. Podemos concluir entonces, que el SPM es como un ligero embarazo mensual.

Pero para que lo entiendan mejor los hombres, el SPM no se trata del acto in situ de menstruar, sino de los malestares físicos y psicológicos que se manifiestan los días previos a ello. Porque menstruar no es tan satánico como piensan y como los publicistas de toallas higiénicas se encargan de transmitir por televisión. En realidad, lo peor de la menstruación radica precisamente en el SPM, porque es allí cuando las mujeres nos tomamos las libertades de insultar, atacar, golpear, destrozar y/o asesinar cualquier intento masculino de hacernos entender que no se trata del fin del mundo y que paremos de llorar por la matanza de ballenas o por las noticias del medio oriente.

El SPM es una enajenación mental, podría tratarse de una breve trastorno bipolar en donde las frases más comunes suelen ser del tipo “Moriré sola”, “No tengo amigos”, “Nadie me quiere”, “Estoy gorda”, “Mi perro prefiere un bistec a mi compañía”, “Mis colegas me odian y planean sabotearme”, “¿Por qué tuve que nacer?”, “¿Por qué mi ex pololo tuvo que ser gay?”, “¿Dónde consigo guayaba a esta hora?”, entre muchas otras más que dejan entrever las debilidades de la retorcida mente femenina susceptible a la más mínima variación hormonal. Es como el aleteo de una mariposa que es capaz de generar un tornado, pero aquí una pequeña alteración de una hormona genera una hecatombe emocional y un ataque lacrimógeno de magnitudes.

¿Qué se puede hacer al respecto? En realidad sólo existe una opción. Y se trata de aprender a vivir con ello. Si usted es hombre, tome las medidas necesarias como alejarse de la mujer en cuestión, proveerle de chocolate y ofrecerle un par de calcetines y un guatero. Y si usted es mujer, me entenderá aún más. ¿Dicen que somos el sexo débil? Entonces disfrutemos de la libertad social de poder llorar en público, de poder emocionarnos con una imagen o canción, de poder ser escuchadas pero tal vez no entendidas. Siempre podremos apelar a esta condición humana femenina de pasar por el SPM una vez al mes y sobrevivir para contarlo. Porque créanme, un hombre no es capaz de depilarse e imagínense el escándalo que tendrían si tuvieran que parir. Ellos no saben de dolor. Nosotras somos la mejor parte de la especie, disfrutemos de nuestros Síndromes Premenstruales y lloremos por y para el mundo.

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