jueves, 23 de abril de 2009

Hoy puede ser un buen día

Anoche tuve uno de esos sueños raros de los que nunca más te olvidas y que te recuerdan que en algún momento de tu vida podrías convertirirte en un loco. He despertado sentada, en mi cama, y con las manos apoyadas en mi rostro contraído de dolor.
Todo esto tiene un origen. Uno bien diet. Resulta que, como al igual que todas las mujeres, cada vez que me miro al espejo, sufro porque me veo más de un rollo quejumbroso. El pliegue de grasa me mira y con una voz bastante engreída, me dice que estoy gorda. Me susurra. Hasta me lo canta. Entonces por eso me puse a dieta de jugos en polvo de baja calorías y a galletas de agua cuando pienso que perderé el conocimiento por inanición. Anoche me zampé 5 galletas mientras miraba la tele, acostada y con susto porque un tipo en la tele había dicho que la NASA escondía información verídica de la existencia de extraterrestres. Me recagué de susto. Pensé en un ser flaco, alto y cuya cabeza desproporcionada giraba hacia mi y me observaba con esos ojos negros y brillantes, perfectamente fijos.
Y sentí la necesidad de ir a dormir con mi mamá.
Pero me aguanté e hice lo que todo miedoso de mi edad haría, puse un canal de dibujos animados en volumen mínimo y le puse media hora para que se apagara. Y me di la vuelta y me acomodé para dormir.
Corría, era un lugar muy frío y muy gris. Me acompañaban dos niñas desconocidas que corrian a mi lado y miraban contínuamente el cielo. Crestas, un meteorito. Era enorme, naranjo y con esa aura celeste en que se ve representada en las caricaturas. Venía por mi y hacia mi, me amenazaba con esos cráteres tan claros que podía observar ya que su tamaño se hacía más y más grande a medida que pasaban algunos segundos.
Iba a aplastarme. Estaba segura de que moriría en algún momento, aplastada por una roca del espacio exterior y además, no había nada que pudiera hacer contra ello.
Decidida a morir, pensé en mi familia y en las personas que quería y desee estar con ellos. Y recordé que estaban cerca, en un afiteatro que estaba un poco más allá en esta ciudad fría y gris. Corrí hacia ellos, recordé porque llevaba corriendo tanto rato, cuando de pronto sentí el calor del meteorito y cubrí mi rostro con mis manos, para despertar sana y salva sentada en mi cama y con los pies y los brazos temblando de frío.
Creo que esta vez me he salvado del aplastamiento de una roca. Ahora tengo un sueño más que echar dentro del saco de sueños imbéciles en donde mi subconsciencia me avisa que tarde o temprano, se me soltará un tornillo.

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