viernes, 24 de octubre de 2008

Un día en la vida

Sí, se supone que todos deberiamos intentar enfocar nuestros ojos en los titulares que los kioskos nos refriegan con tanto esmero. Sobre todo los que estudiamos periodismo y que viviremos de las ventas de ellos. Pero cuesta detenerse en las noticias. Me da un poco de miedo.
¡Despierta! A veces puedo sentir ese reloj despertador, y me doy cuenta de que hay mucha gente sola. Y yo que me siento sola... cuán absurdo pueden llegar a ser mis intentos por autojustificar mis solitarios instantes de pérdida total del juicio.
He perdido totalmente la capacidad de cerrar los ojos. Es un sueño.
¡Qué pesado se me hace arrastrar estas palabras!
He pensado mucho en la multiplicidad de colores cuando logro juntar las pestañas. Si presiono mis dedos contra ellos, logro vislumbrar formas geométricas en constante distorsion. Y me imagino unas flores violetas en maceteros de piedra suspendidos estratégicamente en calles paralelas, todas iguales, salpicadas de mugre impregnada.
Mientras camino por ellas, dejo una estela floreada que me recuerda al instante de Guerlain, y a Ringo Starr cerrando el cuarteto del hombre de ninguna parte, que se maquilla como una profesora de literatura que alguna vez tuve y cuyo paradero desconozco.
Me siento tan de ninguna parte. Tan con los ojos abiertos, tan fría y tan suspendida, sin punto de vista, no sé donde va la estela. Alguien que rescate a Dulcinea.

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