domingo, 3 de enero de 2010

Viva la vida - Coldplay

Viva la vida, me dices a gritos. Yo por mientras, me revuelco en mis ganas de podrirme y las ansias de cerrar los ojos y volverme físicamente anciana, decrépita e inútil, como mi alma. Mucho tiempo, cuando pase el verano, las tragedias, los años, las mentiras y me quede finalmente abrazada a tu recuerdo absoluto de saber que te mueres. No literalmente, claro. No existen los decesos para mi alquimista favorito, tienes todas las botellas vacías de whisky, ahora llenas de aquel elixir que te hace inmortal e inolvidable. Que recuerdos más bonitos los de tus ojos y el sol de las siete y media de la tarde. Podríamos salir a caminar algún día, tomarnos un jugo de frutilla en la avenida de las ilusiones, doblar en la calle del terror hacia tu casa, a tu sala de estar para ver los Muppets y finalmente fumarnos un cigarro en la esquina de las distancias distantes número 1298.

Tú me dices que viva la vida y yo te digo que así se llama el disco de Coldplay y que no quiero vivir salvo lo invivible. Me dices que no existe esa palabra. Te digo que tenemos la facultad de crear millones de palabras aún no inventadas. Por mientras me cuentas que hay cosas que parecieran no tener sentido, que el pequeño, triste y enfermo mundo no está preparado para cuestionamientos ridículos, las bombas siguen cayendo y no hay suficientes piedras filosofales para abastecer al estúpido mundo de oro y salvarlo de las miserias propias de la vida terrenal y… tienes tanto sentido.

Yo lo único que quiero es escucharte, hasta que se me caigan las pestañas y todo el mundo se transforme en una masa ardiente de algo que explotó por nuestra culpa. Tú me dices que limpie los cajones de tus cartas, que me sacuda las penas, las alegrías, las cosas que sirven y las que definitivamente hay que tirar a la basura. Yo te cuento que lamentablemente debo deshacerme de tu recuerdo de años difusos. No habrá jugo de frutilla, no habrán calles con nombres graciosos, ni tardes de siete y media, ni lágrimas de despedida. No volverán a separarnos los kilómetros, porque es hora de devolverte el “chao” que me diste hace más de dos mil días. Asumir que te mueres siendo inmortal me resulta sumamente complejo, y probablemente sea la razón de mis dolores de cabeza, pero por lo menos comprendo que es hora de empezar a limpiar el desastre.

Viva la vida, me dices a gritos. Y eso es lo que voy a hacer.

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