martes, 11 de noviembre de 2008

¡Tantos noviembres por vivir!

¡Atención mis ávidos lectores! ¡Está confirmado! ¡Moriremos todos dentro de veinticuatro horas porque un meteorito doscientas veces más grande que nuestro planeta, caerá justito donde usted y yo estamos sentados! Oye... para. En serio... ¿Que sucedería con nuestras mentes tan dispersas en caso de cataclismo mundial?
La gente estúpida comenzaría a saquear las grandes tiendas. Suele pasar en las películas de grandes desastres naturales, el típico gordito corre con sus piernas estrechas intentando robar un televisor más grande que él, mientras un huracán destroza la ciudad.
Los más creyentes de seguro caminarian descalzos hasta la primera virgencita milagrosa para rezarle sin descanso, implorandoles el perdón de sus pecados y anteponiendo a sus vecinos para que mueran primero (sus vecinos tenían las grutas más bonitas dentro de sus casas, por ende, los odian).
Los más inteligentes, intentarían ser parte de la NASA e ir ellos mismos a destruir el pedazo de roca interestelar, sabiendo que si mueren en el intento, otro idiota logrará salvar el mundo y quedara como héroe perdido en el tiempo... aún así lo intenta, o por lo menos, arranca hacia fortificaciones subterráneas rodeados de latas de comida, creyendo que con eso podrán subsistir durante años, con duraznos en conserva hasta perder la razón.
Si el mundo se acabara mañana ¿Qué haría?. Es tan trillada la pregunta, la he escuchado en concursos de creatividad radial, a las modelos de miss universo y hasta a mi abuelito Q.E.P.D.
Yo no sé que haría. Comería mucho tal vez... pero eso ya lo hago. A lo mejor no leería las materias de los ramos que me complican... pero eso ya lo hago. Quizás me dedicaría a ver tele varada como una ballena... también lo hago.
Alguien me pidió que escribiera sobre esto y resultó ser que tenía razón. Vivo mi vida como si fuera el último (claro que hay excepciones, si fuera mi último día de vida, tomaría tanto tequila que el meteorito se espantaría de mi borrachera, o nadaria mar adentro a buscar ballenas, pese a que le tengo miedo al agua).
Al final, son tantas cosas las que quisieramos hacer si fuese nuestro último día.
Pero... ¡Atención mis ávidos lectores! ¡Está confirmado! ¡Nos quedan miles de días para disfrutar del fulgurante sol de noviembre... tantos noviembres por delante, nada nos puede salir mal!


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