Lo reconozco; soy onicofágica. Me como las uñas y no me duele tanto reconocerlo como me duele más saber que llevo años soportando el estigma de que me miren los dedos con asco. Mis uñas son como las uñas de un delincuente que pasó mucho rato bajo el agua y no sólo se ven feas, sino que parecen guantes de Halloween y dan miedo.
La maldición cayó en mí apenas hizo su aparición el primer diente de leche. Me llevé la mano a la boca y sin mucho esfuerzo mientras veía Pequeño Pony, mordisqueé mis uñas sin compasión. Y es muy triste porque se trata de un hábito horrible que he arrastrado durante muchos años.
Esto de ser onicofágica es terrible por muchos motivos; cuando quiero pintarme las uñas, no puedo achuntarle al pequeño espacio que representan mis uñas y al final, termino pintándome todo menos las uñas, la gente me pregunta ¿por qué te las comes? y yo no tengo una respuesta más que “no me doy cuenta” o “estaba aburrida”. Pero… ¿cómo puede ser posible que lleve como veinte años si darme cuenta o los mismos años veinte años estando aburrida? Pareciera que hay un trasfondo psicológico escondido detrás de este trastorno de las uñas que no logro comprender. Porque les cuento que no es fácil dejar de morderse las uñas, es como querer dejar de fumar y que todos los dedos de uno fuesen un cigarro encendido. Es casi instintivo llevarse las manos a la boca.
Lo peor de todo es que me han ofrecido un montón de cosas si dejo de hacerlo. Desde una cantidad considerable de drogas blandas hasta una completada para todos mis amigos. Pero nada de eso pareciera surtir efecto más que mi propia decisión de dejar de hacerlo. Y hoy, que llevaba casi dos semanas sin morderme ninguna de las uñas y, con bastante sorpresa, había descubierto la sensación de rascar con mis propias manos y rasguñarme la cara sin querer, debo confesar que me mordí una uña. Me pesa en la conciencia como diez kilos de papas. Pero creo firmemente que confesándolo podré dejar de sentir la culpa y en vez de morderme las uñas, morderé mi propia convicción derrotista que me auguraba que jamás dejaría de hacerlo. Estoy casi segura que lo voy a lograr y cuando eso suceda, todos los que leyeron esto estarán invitados a una completada organizada por mi mamá.
Muchas gracias.
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