martes, 20 de mayo de 2008

Movies RuLz

El sabe que lloro con las películas. Que puedo derramar más lágrimas con un cortometraje francés que con una ensalada de cebolla. Por eso me compra helado de chocolate, de ese que tiene pedacitos de chocolates y almendras, y me deja viendo un musical donde abundan las muertes y las canciones agudas con un claro sentido comercial, en dónde la protagonista es la última chica que entro a un centro de rehabilitación en la vida real.
Pero esta no es la vida real, señoras y señores. Las películas transportan a otra época. Como cuando con mis primos veíamos: “Ghost, La sombra del amor” y creíamos que el fantasma del tipo que había muerto quería matar a Demi Moore. Y eso era porque poco sentido le hallábamos al amor desde el más allá y nos reíamos de que la Whoopi Goldber tuviera el pelo como lo tenía en ése entonces (Y me sigo riendo, a menos de que haya quedado calva y aún no me haya enterado).
Pero las películas tienen ese misticismo, ese sonido surround y ese sabor a palomitas de maiz que te envuelve y te eleva fuera de la estratosfera real. Porque a veces uno se mete tanto en las películas que termina sugestionándose de que realmente Bruce Willis estuvo arriba de un meteorito y no le funcionó la escavadora y tuvo que suicidarse por el bien de la humanidad.
Personalmente me pasó con “El día después de mañana”. La fui a ver al cine y casi morí de frío al ver que el epicentro del hielo se desplazaba con soltura sobre los puntos más poblados del globo. ¿Casualidad? ¿Por qué en todas las películas termina flameando la bandera de Estados Unidos con tanta magnificencia?, ¿Por qué la mayoría de las veces que sale Dios en las películas, es negro?.
Yo si quiero llorar con ganas, me detengo en el zapping en alguna película que tenga un contenido orfanatónico (de orfanatos, que no se confunda con algo relacionado con los extraterrestres) aquellas películas que hacen que te tengas que sonar con la manga de la chaqueta de la persona que esté al lado tuyo, porque no comprendes que el padre haya abandona a su hija siendo ella tan buena y tan humilde.
En fin... me emocionan las películas en su mayoría. Lloro con todas, sin ninguna excepción. Mi hermana me reta porque sabe que en el momento en que me empieza a temblar la boca y se me anegan de lágrimas los ojos, se acerca el final. Y termino arruinándolo todo y contándole el final a medio mundo.
Por eso, cada vez que voy al cine a ver alguna película, salgo de la función llorando y mandándole mensajes a los amigos, contándoles el final. Como que Will Turner muere en los piratas del caribe 3, como que Harry Osbourne también muere en Spiderman 3, como que el profesor de Jossie Geller finalmente va a su encuentro en aquel inolvidable beso en el estadio de béisbol.
Oh disculpen, me he emocionado. Voy por pañuelitos desechables.

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